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viernes, 22 de agosto de 2014

27 LA PESETA… LA REALIDAD NO EXISTE



LA PESETA… LA REALIDAD NO EXISTE
Valladolid 27 de Septiembre de 2001
Querida hija: Tanto se da a la lengua perorando sobre el cambio de moneda que imposible no estar en el ajo y meter la cuchara. Nuestra vieja peseta desaparece más que centenaria, reducida al ruin tamaño de una lenteja, y por si fuera poco, tan desvalorizada que si cae al suelo nadie se toma la molestia de agacharse a recogerla. En tan  precaria situación deja paso libre al tan mentado y lioso euro que, probablemente, en algo alterará nuestras entendederas en tanto nos hagamos a él. Por lo que se rumorea las monedas de metal van a estar muy bien para los invidentes por sus cantos dentados, pero para vejetes semiciegos no dejará de traer confusión. De los pápiros, según la crítica, parecerán más bien billetes de tren, o tiket de algo raro por tanto brillo y tanta modernidad como presentarán.

Bien, pero dejemos esto estar hasta el próximo Enero, y entre tanto endulcemos un poco nuestra nostalgia recordando andanzas y aventuras de nuestra unidad monetaria en sus años gloriosos de superioridad. Para ello no tenemos más que echar la vista atrás, retrocediendo hasta la catástrofe económica que a raíz de la guerra del 14 se produjo en el mundo. Las monedas de todos los países beligerantes que hasta entonces  habían sido gigantes al lado de la nuestra, se depreciaron y sus valores quedaron rodando por el suelo, en tanto que la peseta, revalorizada se subió a las nubes, nunca se había visto en otra y aprovechando la favorable circunstancia, de la noche a la mañana la peseta adquirió categoría de duro, sintiéndose Gulliver en el país de los liliputienses.
Italia por una peseta nos daba varios duros al cambio,  en Alemania se estimaba en un ciento de marcos. Los escudos portugueses tenían que reunirse en un nutrido grupo para codearse con la peseta. En Austria por cada céntimo nos largaban una docena de coronas... Produce encanto y emoción recordar que nuestra moneda llegó a ser sencillamente millonaria en algunas latitudes.

Pero lo que son las cosas, la superpesetas no tardó mucho en reintegrarse a la humilde condición de calderilla, diez míseras perras gordas. ¿Quién moviendo misteriosos hilos otorgan o restan valor a las monedas? La gente con mucho "taliento" y penetración que se atreve a pensar en cosas tan importantes opinan que en esta cuestión dineraria, como en todo, la realidad no existe, es la imaginación, y el dinero no es dinero, sino un símbolo, una metáfora, un sueño, una fuerza rara y bruta engendrada por la mente humana que manejan los bancos. Será cierto si ellos lo dicen, pero tú no te quedes sólo con la imaginación  por si tal símbolo es más, mucho más que pura metáfora.

En fin, veremos lo que pasa, pero por de pronto ya somos europeos, ahora lo que verdaderamente importa es que sepamos serlo felices y dichosos, con mucha salud, mucha fe y mucho optimismo.

Besos y abrazos de tu padre

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