LA PESETA… LA
REALIDAD NO EXISTE
Valladolid 27 de Septiembre de 2001
Querida hija: Tanto se da a la lengua perorando
sobre el cambio de moneda que imposible no estar en el ajo y meter la cuchara.
Nuestra vieja peseta desaparece más que centenaria, reducida al ruin tamaño de
una lenteja, y por si fuera poco, tan desvalorizada que si cae al suelo nadie
se toma la molestia de agacharse a recogerla. En tan precaria situación deja paso libre al tan
mentado y lioso euro que, probablemente, en algo alterará nuestras entendederas
en tanto nos hagamos a él. Por lo que se rumorea las monedas de metal van a
estar muy bien para los invidentes por sus cantos dentados, pero para vejetes
semiciegos no dejará de traer confusión. De los pápiros, según la crítica,
parecerán más bien billetes de tren, o tiket de algo raro por tanto brillo y
tanta modernidad como presentarán.
Bien, pero dejemos esto estar
hasta el próximo Enero, y entre tanto endulcemos un poco nuestra nostalgia
recordando andanzas y aventuras de nuestra unidad monetaria en sus años
gloriosos de superioridad. Para ello no tenemos más que echar la vista atrás,
retrocediendo hasta la catástrofe económica que a raíz de la guerra del 14 se
produjo en el mundo. Las monedas de todos los países beligerantes que hasta entonces habían sido gigantes al lado de la nuestra,
se depreciaron y sus valores quedaron rodando por el suelo, en tanto que la
peseta, revalorizada se subió a las nubes, nunca se había visto en otra y
aprovechando la favorable circunstancia, de la noche a la mañana la peseta
adquirió categoría de duro, sintiéndose Gulliver en el país de los
liliputienses.
Italia por una peseta nos daba
varios duros al cambio, en Alemania se
estimaba en un ciento de marcos. Los escudos portugueses tenían que reunirse en
un nutrido grupo para codearse con la peseta. En Austria por cada céntimo nos
largaban una docena de coronas... Produce encanto y emoción recordar que
nuestra moneda llegó a ser sencillamente millonaria en algunas latitudes.
Pero lo que son las cosas, la
superpesetas no tardó mucho en reintegrarse a la humilde condición de
calderilla, diez míseras perras gordas. ¿Quién moviendo misteriosos hilos
otorgan o restan valor a las monedas? La gente con mucho "taliento" y
penetración que se atreve a pensar en cosas tan importantes opinan que en esta
cuestión dineraria, como en todo, la realidad no existe, es la imaginación, y
el dinero no es dinero, sino un símbolo, una metáfora, un sueño, una fuerza
rara y bruta engendrada por la mente humana que manejan los bancos. Será cierto
si ellos lo dicen, pero tú no te quedes sólo con la imaginación por si tal símbolo es más, mucho más que pura
metáfora.
En fin, veremos lo que pasa, pero
por de pronto ya somos europeos, ahora lo que verdaderamente importa es que
sepamos serlo felices y dichosos, con mucha salud, mucha fe y mucho optimismo.
Besos y abrazos de tu padre
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