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lunes, 6 de octubre de 2014

MELILLA VIVA Y ALEGRE



MELILLA VIVA Y ALEGRE
Valladolid 27 Octubre de 2001
Queridos hijos: Entorno los ojos y ensimismado doy un imaginario y nostálgico paseo por tierras africanas, pues no en vano se me ha quedado un hondo  y claro recuerdo de Melilla, la pequeña gran ciudad llena de encanto y misterio, viva y alegre. Pasear por sus calles es sentirse gratamente sorprendido por diversas razones. La primera, verte rodeado de muy diversos tipos de gente, musulmanes, hebreos, indios y cristianos; lógicamente, de cuando en cuando  encuentras  iglesias, mezquitas, sinagogas y oratorios hindúes. Es por ello que se dicen que son cuatro tipos diferentes de personas, cuatro las culturas diferentes; cuatro las comunidades, o sea, cuatro Melillas diferentes, pero en realidad es una única Melilla con gran diversidad de matices y la gran importancia de la convivencia pacífica.
En el centro urbano, por supuesto, se encuentran los mejores edificios de elegante estilo modernista muy melillense,  donde se hallan instalados los principales locales comerciales, joyerías, relojerías, boutiques de moda, y los renombrados  bazares  que ofrecen tentaciones tales como elegantes prendas de cuero, teteras de plata, ceniceros de ónix, rosas del desierto, etc. que hace difícil pasar de largo y aún más salir con las manos vacías, aunque eso sí, a un precio satisfactorio logrado tras el tira y afloja del regateo típico de Melilla.
Por ser Melilla "territorio franco" exenta de aplicación de IVA y otros aranceles tiene fama de gozar de precios bajos. , pero como yo no compro elegancias el tema me pasa desapercibido. Donde sí me entero y disfruto es en mercados y mercadillos callejeros donde se mezclan todos los colores y olores con imágenes de exotismo y novedad para los fuereños, donde se practica a lo grande el para mi difícil ya mencionado arte del regateo.
Ahora me dirijo al puerto y después de curiosear por lo mucho que allí hay que ver, subo a Melilla la Vieja con vistas al mar por todas partes menos por una, la que ofrece la panorámica de la ciudad. A renglón seguido, cambio de itinerario  y echo una  mirada al restaurado fuerte de Rostrogordo y tras admirarme de lo sucio que tienen el espléndido pinar, un tanto desencantado escapo de vuelta a la urbe. Como en Melilla existe la españolísima costumbre de las tapas y los pinchos se impone picotear de aquí para allá, aunque yo por lo tacañón que me  he vuelto evito en lo posible el rito del tapeo, mi cicatería me lleva preferir  sentarme en la terraza de casa frente al mar y dar buena cuenta de unos pescaitos fritos y unos vasitos de buen vino.
Y hablando del mar en Melilla siempre presente, siempre protagonista, así como su caprichoso clima, que según sople el viento del mar o del Gourougou (Gurugú), así se comporta, pero siempre suave y benigno.
En mis tres meses de estancia en Melilla, cada mañana me tiré de la cama al primer albor del día con la ilusión de ver brotar al sol, pero las más de las veces en el último momento llegaba un sentimiento de decepción, porque cuando todo estaba listo, como cosa de magia aparecía en el horizonte una niebla pesada como el bronce que eclipsaba al Astro Rey impidiendo gozar del espectáculo dado  que no asomaba su carota pálida y fantasmal hasta no alcanzar los dos palmos del suelo, para entonces sí, ascender majestuosamente por el cielo azul.
Hijos, por hoy basta, mañana más.
Besos y abrazos