EL VALOR DEL SILENCIO
Valladolid
2 Enero de 2002
Queridos hijos Hay una cuestión que vosotros, de lenguas
activas, más bien gritonas, no se si alguna vez os detenéis a considerar: el
silencio.
Está meridianamente claro que la palabra tiene una importancia
máxima, tanto que es el principal medio de comunicación, y precisamente por
ello no se valora adecuadamente haciendo excesivas veces mal uso de ella. Si la
dejásemos descansar, guardando más silencio, otro gallo nos cantara. Con
sobrada razón se dice que la palabra es plata y el silencio oro. El silencio si
bien lo consideramos, en especiales ocasiones, es la mejor manera de dialogar,
ya que implica estar más atento a lo que dice el otro, y muy de tener en,
cuenta, porque si no se tiene una palabra amable en la boca es preferible
mantenerla cerrada.
Bueno, razonemos despacio: Con la palabra expresamos lo que
pensamos y los pensamientos son la mayor y mejor representación de lo que
somos. No cabe duda que la palabra es magia, porque con ella damos valor a las
cosas, pero ¡ojo! El silencio bien administrado no es menos mágico. La palabra
tiene emoción, ideas, poesía, son el vínculo que nos une, y no pocas veces nos
separan por no saber guardar silencio con el que nos percataríamos de que en
ocasiones a nuestro alrededor se utilizan palabras para mentir, murmurar,
calumniar, confundir, ofender y hacer daño con ellas. El silencio ayuda a poner
en orden los pensamientos, para enseñar, cantar, rezar… No es menos importante
guardar respetuoso silencio que puede ser refugio para la prudencia, el
respeto, la confianza, hasta sirve para guardar un secreto.
El silencio no pocas veces está por encima de la palabra,
incluso llama más la atención que los gritos y las palabras fuertes.
Hijos, si tenéis la oportunidad de dedicar algún rato al
silencio, practicarlo y es posible que os resulte agradable y, sin duda,
ayudará a la convivencia, lo que sería estupendo, porque, en verdad, buena
falta nos hace a todos.
Besos
y abrazos