Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

domingo, 4 de noviembre de 2012

QUERIDOS REBECA Y DEMÁS NIETOS BENDITAMENTE REVOLTOSOS



Pues nada querido Yayo Félix; Aquí estamos con esta nueva entrega de tus vivencias.
No soy capaz de imaginarte cantando “Viva España” o “Asturias patria querida”, pero hubiera sido estupendo verte cantar “Ya se murió el burro que acarreaba la vinagre” previo a tumbarte panza arriba en la arena de la playa.
Como retroceder los veintiún años que separan tu carta del día de hoy va a ser que no, deja que echemos a volar la imaginación para  reír contigo sintiendo que -por lo bien que lo explicas-, estuvimos junto a ti y cantamos hasta desgañitarnos antes de coger pluma de viento y con tinta de nube escribir sobre el tapete azul del cielo una novela de amor y fantasía o un poema al oído de ese Dios al que tú sí escribiste aquel día.

Me estoy poniendo ñoña con este ensueño, así que sin más, se despide esta que lo es; no sin antes hacerte llegar el cargamento de besos de garbanzo, abrazos de fideos tostaditos, relleno de achuchones, choricito y morcilla de arrumacos, carne de apapachos y cariño, mucho cariño de:

Marisa Pérez Muñoz

Melilla, 17 de Noviembre de 1991

QUERIDOS REBECA Y DEMÁS NIETOS BENDITAMENTE REVOLTOSOS:
Ha amanecido un día fantástico, es domingo, Javier y Rocío se han ido con sus amigos, y como a mí no me apetecía, he pasado el día solo, solo y feliz como un rey, mejor aún, como un ángel de vacaciones.

Después de una señora paella con toda la barba, porque aquí comer oh la, la, la; de quitar el hipo, como de cine: mariscos a granel, ya que son baratos de atar los perros con sartas de gambas y langostinos.

Después la tarde la he pasado botando por la playa. Me gusta mucho la playa. La gente de tierra adentro nos extasiamos contemplando la misteriosa intensidad del mar, oyendo el ruido solemne y noble de las olas al romper.

Pasea que te pasea, voy lejos a la meritita punta del rompeolas que divide el puerto de Melilla con el de Beni Anzar de Marruecos, y como estoy contento y solo, me apetece ¿Cantar? Me desgañito berreando “Mi carro me lo robaron”… “Asturias patria queridaaa” y Pero como de que no, el himno de Cornón “Ya se murió el burro”…
“Whisky” emite gruñidos y ladra fuerte a la vez. Bien a bien no sé si gruñe porque le lastimo los oídos o ladra con visible contento…Opto por creer que me hace dio diciendo más o más “viva, viva, la, la, la…”. Parecerá quimera, pero quedo mejor.

Después de rebuznar a placer, regreso a la playa, y tirado en la arena tripa arriba, imaginativamente, con girones blancos de nubes de algodón escribo en el pergamino azul del cielo un mensaje para que lo lea Dios.

Queridísimo Dios mío:
Cuatro líneas para decirte que eres, un tipo fabuloso… y como me faltan superlativos para ensalzarte adecuadamente, únicamente doy infinitas gracias por hacer que sienta lo que ahorita mismo estoy sintiendo. Que la vida es luz, color, calor y alegría. Lo digo porque aquí en Melilla, me encuentro en un ambiente de fiesta; siete días de fiesta a la semana y como el concepto de fiesta significa de alguna manera detener el tiempo, frenar su transcurso, la tarde se me ha hecho alegremente larga y verdaderamente agradable, pero al fin la noche va cayendo sobre el mar y el cielo se empieza a tachonar de estrellas.
Verdaderamente, cuando nos envuelve la oscuridad son muchas las estrellas que brillan en el cielo de Melilla, pero perdón, estrellas como en el cielo de mi pueblo, tan limpias, tan relucientes y tantas que las hay a patadas, para dar y tomar; en ningún otro Cielo.

Sé que diréis “ya salió Cornón”; pues sí, porque Cornón es Cornón y punto. Eso no hay quien lo mueva, y yo soy un  “homo cornitus” y a mucha honra. Eso no se me quitará ni con Coca-cola ¿algo que objetar?

Ya camino de casa nos detenemos un largo rato contemplando un espectáculo casi mágico: al fondo Melilla, un enjambre de luces doradas reverberantes, cuyos reflejos resbalando sobre el agua, llegan hasta nosotros para estallar como gotas de cristal sobre la corona blanca de las olas estrellándose ruidosas contra las enormes piedras del Malecón. ¿Bonito no?

Y hablando de otra cosa. El parque de acá, y los arboles en general, no son como los del Campo Grande, que a estas alturas del año hacen strip-tease: desnudo integral. Aquí no existen los árboles de hoja caduca, porque el clima es de paraíso terrenal, y por donde quiera que mires o vayas, siempre hay palmeras y más palmeras; floridos Hibiscos y Buganvillas, y sobre todas las cosas, copudos y verdísimos Ficus. Ficus y más Ficus, venga Ficus por miles, a granel, adornando calles, plazas y jardines.

En compañía de “Whisky” paseo mucho por el largo paseo Marítimo que, por cierto, ni caso me hace. Lo suyo es oler, oler y oler con la nariz pegada al suelo y paredes va y viene, siguiendo sólo Dios sabe qué misteriosos rastros. Le gusta mucho perseguir gatos, pero si el felino le planta cara arqueando el lomo y erizando el pelaje, huye cobarde con el rabito entre las patas, corriendo a todo correr. Ah, pero eso sí, cuando el peligro pasa, regresa ladrando muy bravuconamente.

¿Qué más? Ah, sí, ojala os estéis portando vosotros como me porto yo, que soy un ángel, si se me permite la petulancia.
Habrá a quien le costará creerlo, pero es verdad, tenéis un yayo que se porta como un niño bueno… Bueno y otra cosa ¿Javi ya no es tan mimosín? ¿Jorge en menos tarambana? ¿Cuántos ceros ha cosechado la “payasa” de Cristina en mi ausencia? Tú ya sé que estás pasando un calvario con el aparato corrector, pero cuando tengas dientes de cine ¿qué?

Mi Cielo está donde estoy agusto; lo que significa que aún me quedan días de fiesta total, entonces como diría una folklórica, “Como lo bailao y lo que baile no me lo pueden quitar, ole, ole y tacatá; a vivir que son tres días, ¡Toma Ya!”

ABRAZOTES Y BESÍSIMOS DEL YAYO:
FÉLIX