Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

domingo, 4 de septiembre de 2011

EL BAZAR DE LAS SORPRESAS

No ha sido olvido el no haber publicado a su debido tiempo esta carta. Cierto que contiene noticias no tan frescas, pero por causas ajenas a mi voluntad no ha sido posible hasta hoy su publicación.

Saludos lectores y sin embargo amigos
Marisa Pérez


Valladolid, 20 de Agosto de 2011


 Queridos seres queridos:

 Pues eso, basta echar el ojo a la prensa, prestar oído a la radio y apretar el botón del encendido de la tele para quedar presa de desánimo al comprobar lo mal que va el mundo, porque el panorama es cuando menos desolador con tanto malentendido sin aclarar, tanta injusticia sin resolver, tanto egoísta a quien nada ni nadie importa si no redunda en su personalísimo provecho. Y como los horrores se suceden vertiginosamente, cuando crees que las cosas han llegado al no va más, te caen encima noticias que te dejan los pelos de punta, tales como los tres niños asfixiados por su cuidadora, evidenciando que la maldad y la codicia humana no parece tener límites.

Para mayor abundamiento, en la demás programación televisiva abunda la escasa calidad: los populares culebrones y las películas ácidas que utilizan el morbo, el sensacionalismo, el escándalo con desprecio a la dignidad humana, el lenguaje grosero, impúdico y hasta blasfematorio.

La verdad desnuda, se ha de reconocer que también la tele tiene sus grandezas. Buena muestra son las transmisiones de estos días que con motivo del JMJ 2011  nos muestran la multitudinaria participación de jóvenes venidos de los cinco continentes que agolpados por las calles llenan Madrid de alegría, pues rebosando entusiasmo ríen, cantan, bailan haciendo gala de saber estar y de querer vivir tan sana y noblemente que contagian y emocionan. España está maravillada de la alegría juvenil universal y el mundo entero guardará, sin duda, estupenda imagen de Madrid y de España.

Otros programas de liberación y vía de escape son las buenas películas. Excelente  ejemplo es el “Bazar de las Sorpresas” que acabo de ver.
Simpática comedia romántica de tono rosa que con sus sencillos juegos de enredo resulta verdaderamente divertida. En ella hay de todo: amor, amistad, sueños, envidias, miedos…y un director maestro en el arte de hacer comedia elegante, fina, risueña, tierna, humana, llena de gracia y humor.

El propietario, el señor Matuscherk, jefe bondadoso, pero lleva unos días un  tanto trastornado, raro; comportándose de forma extraña al descubrir la infidelidad de su esposa. Los protagonistas: Margaret Sullyvan y James Stewart, actor lo mejor entre los mejores, interpretan magistralmente sus  papeles. Ella una joven y encantadora empleada del bazar que siguiendo el anuncio de un periódico mantiene por correspondencia y en secreto un romance con un hombre que no conoce.
Él, encargado de personal de la tienda,  resulta ser precisamente la persona con quien se cartea la vivaracha muchacha, que sabe hacerse querer; sin embargo, ignorando quien es el desconocido enamorado, las relaciones  de trabajo entre ellos son malas, de continuo discuten.

Los personajes secundarios, actores profesionales bien dirigidos bordan sus papeles: el tímido y entrañable amigo y consejero del jefe de personal; Sabas, tipo engreído y repelente caradura; el chico de los recados que tiene gracia…

Lo esencial es que hechos piña, alegres y motivados forman un círculo de estrecha camaradería que olvidando tristezas y enfados, trabajando con entusiasmo logran un éxito, un record de ventas en los días previos a las fiestas navideñas.

Para quienes pecamos de románticos y sentimentales que nos gustan las cosas que acaban bien, los finales felices, nos va esta obra de arte alegre y elegante con diálogos inigualables que emocionan y hacen reír por partes iguales. Sinceramente creo que no se puede pedir más, es Nochebuena y con entera satisfacción los malos entendidos se han aclarado y, excepto Sabas que recibe su merecido, los demás, con buena gratificación,  celebran las fiestas, no sólo alegres, sino felices, que parece lo mismo, pero no es igual.

                     Besos y abrazo,

                              Félix