Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

martes, 17 de enero de 2012

SI NO ME LLEVAS A VER EL TREN…

Querido Yayo Félix.
Releyendo y rebuscando entre tus antiguas cartas, me encuentro con esta añeja, escrita hace la friolera de 10 años y vivida hace muchos más de veinte.
Por si no recuerdas la carta (la anécdota me consta que sí)  aquí la pongo a compartir con todos tus lectores.
En cuanto a lo de los estudios, me darás la razón en que una buena carrera nunca fue sinónimo de un buen trabajo, mucho menos en los tiempos que corren y corroen.
Probado queda, que también se labra el buen porvenir aprendiendo y poniendo en práctica un buen oficio, camino que acertadamente tomaron algunos de tus nietos y en este que nos ocupa, además de guapote, hombretón corpulento y magnífica persona, es un muy buen oficial y se gana la vida haciendo lo que le gusta.
Quizás nunca hubiera sido tan feliz quemándose las pestañas delante de aburridos libros de texto, como lo es manejando con maestría sus herramientas.

Abrazos y besos queridos lectores.

Marisa Pérez Muñoz


SI NO ME LLEVAS A VER EL TREN…
Valladolid,  8 de Enero2002

Queridos hijos: He sido, como bien sabéis, un abuelo muy nietero y procurando meterme en su piel y mirándoles desde su altura les he acompañado en juegos, paseos, excursiones a pie, en coche, en tren… lo que en algún modo me hacía regresar al niño que alguna vez fui.
En las horas sin cuento pasadas en su compañía observando sus capacidades innatas fueron para mí una buena fuente de diversión y hasta de aprendizaje. O sea, que aunque somos los padres y abuelos quienes enseñamos, guiamos y educamos, la enseñanza bien puede considerarse mutua, puesto que con frecuencia nos dejan asombrados con sus inteligentes ocurrencias y preguntas. En absoluto me cuesta reconocer que los nietos me han aportado muchas cosas con sus avispadas salidas.

        Cierto es que los niños, como las monedas, tienen dos caras, y así como a veces son maravillosos, otras su conducta hace perder la paciencia, como cuando por ejemplo, por cualquier capricho la organizan, pero orgullosamente señalo que estos míos, fueron críos excepcionales, dóciles y obedientes, en absoluto antojadizos, no recuerdo pataleta alguna exigiendo algo tercamente.
Sí guardo en la memoria el caso de Jorge que por ser excepcional se hizo famoso.
Cierto día por una barrabasada le avisé de que por tal camino no se hacía merecedor de más visitas a la estación a ver pasar los trenes que tanto le apasionaba, porque  él como todos los niños ven en el tren una imagen de aventura. Pues bien, se planto de jarras y muy gallito, sacando el pecho me amenazó: “Pues si tú no me llevas a ver los trenes, yo ya nunca te regalaré nada el día de la madre.”
Por supuesto, cada niño viene al mundo con su carácter único, distinto de cualquier otro y sus actitudes especiales y visibles desde muy pequeños: Rebeca, modosita; Cristina, graciosa; Raquel, por guapa, presumida; Jorge, muy echado para adelante; Javi, un niño consentido y lengüicorto; Raúl brutote; Rodrigo, carácter artístico…

        Los niños son, lo diré así, sabios, y hay que reconocer esos valores, pero en realidad los críos son como una planta que crece y que necesita se le guíe en buena dirección, pero necesita también terreno fértil y adecuado, lo que a nuestros críos no les faltó; además eran avispados, activos, con imaginación y capacidad para el estudio, pero lástima grande que yendo todo sobre ruedas, avanzada la adolescencia, ya con menos contacto con ellos, otras amistades, otras diversiones,   el caso es que ignoro qué circunstancias concurrieron para que  respecto a los estudios Cris, Raquel y Jorge, se negaron en redondo a seguir adelante en su escolaridad, desmoronándose todas las excelentes expectativas, lo que supuso para mi gran decepción que tanto había soñado con brillante futuro para ellos. Por supuesto, su fracaso estudiantil no significa en absoluto que no sean excelentes muchachos y amantes del trabajo, lo que no es poco.

                                               Besos y abrazos