Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

viernes, 30 de diciembre de 2011

FELIZ NOCHEVIEJA 2001 (SÍ, 2001)


Esta carta es el aperitivo de la que espero recibir mañana, verdaderamente “Nochevieja” en la que nos contarás tus actuales pensamientos y sentires. Ésta, recibida hace justamente 10 años de vellón, la publico justamente hoy por coincidir con las fechas y porque no todo el mundo tiene la suerte de poder hacer una retrospección y saber lo que pensaba hace años.

En este caso, si volandero te pareció el tiempo en 2001, imagino que exhalación  te parecerá en 2011, pues a pesar de tus deseos de parar el tiempo y pese a los adelantos modernos con los que ni soñábamos en el lejano 2001, nada ha cambiado sobre la faz de la tierra ni bajo el velo azul celeste; todo sigue igual… o casi.

Nosotros – que en la "cuarentenaypiquena" nos creíamos casi invencibles- hemos llenado de canas el cabello y de arrugas el rostro; con profundos surcos el alma y achacosos los huesos, pero siempre animosos y sabiendo que jamás seremos más jóvenes que en este momento, porque un segundo después ya es historia y esa, ya la están comenzando a escribir nuestros nietos; los mismos que te han convertido en honorable bisabuelo. ¿Quién iba a pensarlo cuando nos conocimos? ¡Pues aquí está nuestra actualidad!

Querido Yayo, sólo me queda esperar tu carta de mañana para publicarla y desearte un Feliz, muy feliz 2012

Abrazos queridos lectores.

Marisa Pérez

NOCHEVIEJA

                                                         Valladolid, 31 de Diciembre de 2001

  Queridos hijos: La Noche Vieja ya está aquí, y yo me pregunto ¿en que se me ha ido el tiempo? ¿Cómo a podido precipitarse tan velozmente si bien parece que ayer mismo estábamos en plenas ferias?
Un año más, otra página que pasa, otro año más que acumular.¡Dios Santo! pero si parece ayer cuando yo era joven y veía el año 2000 en un tan lejano horizonte que parecía imposible que llegase y ya estamos celebrando con langostinos, lechazo y champán el final de 2001. O sea que estamos de nuevo cambiando de calendario.
Se me ocurre una utopía, arrojar por la ventana los relojes para que se estrelle el tiempo y cese de correr como caballo desbocado, convirtiendo a los bebés en niños, a los adolescentes en jóvenes y a los hombres en viejos.
Me gustaría hijos, que no envejecieseis, ni os vieseis arrugas ni ojeras al miraros al espejo. Sin embargo, y a pesar de mis buenos deseos, la tierra seguirá dando vueltas alrededor del Astro Rey, una y otra vez, por siempre.

        Pero bueno, voy a olvidarme de edades y del correr del tiempo y rogaré a San Silvestre, nos haga la merced de proporcionarnos una maravillosa Noche Vieja. Por cierto, cuando esta media noche nos estemos atragantando con las doce uvas, no estamos celebrando el cambio de  año en su momento justo. Vamos a ver, me explico: Como todo el mundo sabe, un año es el tiempo que tarda la tierra para dar su vuelta alrededor del sol. Y esta vuelta dura 365 días y 6 horas. La acumulación de estos restos de día durante cuatro años forman los años bisiestos, es decir, los años de 365 días justos. Osease, que los bisiestos son los únicos años que terminan a las doce de la noche. Como el 2000 lo fue. En este que estamos  el cambio de año tiene lugar a las seis de la mañana, el próximo a las 12 del día y el siguiente a las seis de la tarde del día siguiente. Evidente ¿no?

        Bueno hijos, la cosa no reviste importancia mayor, lo que verdaderamente interesa es que tengamos un dichoso final 2001 y feliz, brillante y próspero año capicúa 2002

Besos y abrazos

martes, 27 de diciembre de 2011

FESTÍN DE CINCO ESTRELLAS


FESTÍN DE CINCO ESTRELLAS   01-01-2010

            Queridos hijos: Se ha hecho tradición que en esta fecha Manolo y Pili nos agasajen por todo lo alto con una selecta, y refinada comida en cuyo estudiado menú de degustación con merecimiento de matricula de honor, disfrutamos de lo mejor que se puede paladear, donde nada falta para deleitar el olfato y el paladar.

            Sólo los simples y los enfermos no disfrutan en la mesa, no se enteran de que comer bien no es sólo obtener las energías que necesitamos y los nutrientes para mantener la salud y estar bien, si no que también se trata de convertir el acto de comer en un placer para los sentidos y para la inteligencia, constituyendo además la mejor manera que los hombres han encontrado para reunirse y confraternizar.

            Los anfitriones, por supuesto, no tienen por oficio el noble arte cocineril, pero bien pudieran serlo, porque gozan de sensibilidad gastronómica, cuentan además a su favor un buen detalle: saben gastar su dinero placentera y generosamente. El dinero, opinan, es redondo para que ruede y hay que hacerlo rodar.
            Es de ver a Manolo en su salsa actuando en el papel de protagonista ofreciendo las suculentas viandas y los excelentes vinos a manos llenas.

            En realidad, lo se por experiencia, la cocina es fácil y divertida, dado que preparar platos que reflejen sabiduría cocineril es únicamente darlo lo que pide: altas dosis de ingredientes insustituibles tales como cariño, tiempo e imaginación y productos de buena calidad.
            El uso generoso  de estos condimentos esenciales dan como resultado sublimes guisos con toques de distinción y exquisitez.
            Máximo, si como es su caso, le ponen verdadero entusiasmo y cuidan con esmero los detalles.

            Pues eso, que dado que la buena mesa predispone a la alegría del  cuerpo y del espíritu, en un festín de cinco estrellas ante el que hay que quitarse el sombrero. Los excelentes vinos, caros, y licores de renombre surten los efectos esperados, se levantan los ánimos, se desatan las lenguas disparándose las emociones más chispeantes y optimistas, y en tan excelente humor se alarga la sobremesa indefinidamente.

            Verdaderamente merecedores del máximo agradecimiento.

Beso y abrazos.

Félix

jueves, 22 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD 2011

            Queridos todos a los que el Yayo Félix quiere y le quieren y a todos cuantos leen con atención y cariño sus cartas.
            Quiero hacer extensiva su felicitación y desearos lo mejor para estas fiestas y para todo el año 2012.
            Que la estrella más brillante ilumine el camino de quienes –como yo- crean que desde ella nos miran y siguen amando las personas que se no han ido para siempre.
            Que no os falte el cariño de los vuestros, la amistad de quienes os rodean, la salud los 366 días del año, la comprensión de quienes os escucha y a quienes escucháis, el trabajo para el mundo en el que vivís, el amor de… el amor; y si fuera necesario, que no os falte el dinero.
            Querido Yayo: felicidades por seguir aquí y tener la suerte de rodearte de toda tu familia. Felicidades a  tu familia que tiene la suerte de poder rodearse de ti.
            Te quiero

Abrazos fortísimos para todos y gratitud por vuestra compañía acudiendo con asiduidad a este Blog e incluso dejando algún mensaje que tanto alegra a nuestro yayo.

Feliz Navidad y prospero año nuevo:

Marisa Pérez Muñoz
 

20 de diciembre de 2011 07:53    Navidad 2011                                                                     
 Navidad 2011  

Q
ueridos seres queridos y entrañables amigos:

Mis más cordiales deseos de que estas fiestas navideñas sean ideales, magníficas de verdad, llenas de emoción y alegría, teniendo muy en cuenta que hacer felices a los demás es hacernos felices a nosotros mismos. O sea, que es magnífico sentir simpatía por la felicidad ajena. Y, evidentemente, por la nuestra, porque nos pasa a todos, a mí el primero, que a veces no somos felices por estar demasiado ocupados buscando la felicidad.

Somos humanos y todos tenemos iras, culpas y resentimiento reprimidos que debemos saber perdonar, pues ¡Arriba los corazones! Cuándo mejor que ahora, días de paz, de amor y amistad, de buenos pensamientos y sentimientos, cuando la alegría es obligada y haciéndonos el propósito de no entristecernos por nada ni enfadarnos con nadie entregarnos al gozoso placer de vivir en plenitud.

Jesús, el Niño cuyo nacimiento celebramos, vino al mundo a poner de moda el amor al prójimo, y no debemos olvidar que el prójimo somos todos y entonces no es por ensombrecer ni dramatizar las fiestas, pero, vamos a ver, no tenemos tanto derecho como creemos a disfrutar a manos llenas de tanto cuanto hay, y obramos insensata y egoístamente no dejando en estos días descansar el estómago, apartando de la memoria a los millones de personas, incluidos niños y ancianos, que claramente en la cola de todo han perdido la ilusión de vivir porque no tienen mesa, ni pan.

En fin, como la vida sigue igual, que el año que iniciamos se os hagan realidad palpable y visible vuestros anhelos e ilusiones y esté pleno de alegría y felicidad, ambas cosas, que parecen lo mismo pero no lo son, la alegría es una satisfacción de corta duración, la felicidad es más profunda, duradera y emocionante.

Pues eso queridos seres queridos y entrañables amigos, que la salud, la suerte y la dicha os acompañen siempre.

                                    Besos y abrazos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

LA MATANZA O "EL GOCHO DE MI ABUELA"

    Qué de buenos recuerdos me ha traído tu carta Yayo. Aun a riesgo de ser tildada de sanguinaria o inhumana, diré que el día de la matanza del cerdo, también en mi familia era motivo de fiesta; seguramente porque entonces ver matar al cerdo no hería sensibilidades, simplemente: él era criado con esmero durante muchos meses para servir de completo alimento a la familia, durante otros tantos,  y cada uno asumía su papel.
    Salvo en algunas denominaciones, mis recuerdos son parejos a los tuyos, y como bien dices, nuestro mejor juguete aquellos días era la “zambomba”: vejiga del cerdo hinchada a modo de globo.
Quizás alguien al leerlo pueda parecerle asqueroso, si es así son “pobre gente” que habrá tenido buenos juguetes para jugar o no ha tenido la dicha de disfrutar una fiesta tan sana y grata como era “el mondongo”.
   
    El cerdo de la foto a cuyos lomos mi querido padre montó a mi hermano, se llamaba “Lunariego” y pese a que en vida comió más que sus jóvenes dueños, una vez muerto les mató el hambre acumulada, e incluso me alimentó antes de nacer, porque de “Lunariego” eran los cocidos que mi madre cocinaba durante el embarazo que culminó en la preciosa criatura que nació de ella, es decir “Yo”.

    En Alaejos lo que se comía y se obsequiaba a amigos y vecinos, era “la probadura”, y que consistía en un pedazo de hígado, otro de tocino, una morcilla y quizás un choricito.
     En el “vocabulario de tu tierra” muchas palabras no tienen nada que ver con las que recuerdo, y en cambio echo de menos , la palabra “Pitarro”, que era como denominábamos allí a los chorizos pequeñitos que nos hacían a los niños, y  que para nuestra desolación, jamás comimos cuando quisimos, ni mucho menos fue para nosotros solitos.

Gracias como siempre por traerme estos gratísimos recuerdos.

Abrazos y Besos.

Marisa Pérez

LA MATANZA O "EL GOCHO DE MI ABUELA"     29-3-2001 Y 28-2-2002
   
La matanza familiar del cerdo es ya casi un recuerdo, pero antaño, hace apenas unas décadas,  ese rito constituía la fiesta por antonomasia  en la que se reunían familiares, amigos y vecinos.
    Con los primeros fríos invernales era tradición ancestral  dar comienzo el ritual anual de la matanza. Al pobre San Martín le han colgado el sambenito de nombrarle  santo Patrón, pero en sentido patético: antipatrón,  valedor de espaldas al mundo porcino, y resulta fecha trágica el día de su festividad, porque es entonces cuando se abre la veda del cerdo, o gocho, marrano, puerco, chon, cochino, gorrino... que con todos estos nombres, y algunos más se les conoce, todos ellos sinónimo de falta de limpieza.
Esta fama de sucios es falsa. Miente el refrán que asegura que "el cerdo no quiere rosas, sino aguas cenagosas".
 Si un cerdo es cochino y vive en una pocilga inmunda y asqueante es porque el dueño es un puerco. Así de claro.
Los revolcones en el fango no son en razón de marranería, obedecen a una necesidad desparasitária.
El gorrín es un animal de gratitud garantizada, y si quieres verle hacerse como la espuma y engordar mucho en poco tiempo, consiéntele como a la niña de tus ojos, llévalo en palmitas con duchas frecuentes, hazle cosquillas y carantoñas en el lomo mientras come bien y regálale el oído con nanas y piropos: "cochinito jamón", "tocinito de cielo"... y le verás dar claras muestras de noble gratitud y gruñirá feliz, y esponjándose se pondrá que parecerá que va diciendo "cómeme, cómeme".
    El cerdo es un animal perfecto, sin defectos ni desperdicios, aprovechable el cien por cien, hasta las pezuñas y los dientes son guardados como amuletos por los supersticiosos, que consideran mano de santo para atraer la buena suerte en partos difíciles y a la hora de buscar novio. Pero también sensible y tozudo como él solo, así que aunque sólo sea por temor a que a causa de sus exuberantes mantecas pueda ser víctima de un síndrome cardiaco hay que evitarle sustos, disgustos y sobresaltos. O sea que, la vida de estos animales, salvo la llegada terrible del trance de la inmolación, es de aurora boreal, mejor imposible.
    Envidiable existencia, en efecto, sin nervios, juguetón, curioso, feliz como nadie sin dar golpe, pues al no conocer la obligación del trabajo no es sometido a labores serviles, sin penas ni complejos, encantado de la vida duerme a pierna suelta lejos de todo quebradero de cabeza. Su única preocupación importante es esperar contento la hora alegre de la abundante comida.
    No resulta exagerado asegurar que no pocas veces y en muchas casas el gorrín era el mejor alimentado de la familia. Da gloría verle comer, masculla a boca llena, alegres los ojillos glotones, risueña la faz de extraterrestre, gruñendo de gozo; riza y desriza el rabito exteriorizando su satisfacción.
    ¿Convenenciero? Pues sí, y mucho. Primero yo, después yo, siempre yo, interesado siempre en su provecho, sólo comer y comer ambiciona, pero bien considerado es el suyo un egoísmo generoso, casi heroico, ya que su misión en la vida es ser feliz y contribuir a la felicidad de los demás alegrando los estómagos a la hora de dar buena cuenta de él. Así que lo mejor que puede hacer es ponerse hermosote para morir sabroso y nutritivo.
    Dada su maravillosa capacidad para ponerse opulento, mantecoso y saber bien, lo ideal es vivir a pleno capricho, y como no es alérgico a lo bueno, apiporrarse de lo mejor, porque cuantas más satisfacciones  acumule, mejores y mayores serán las exquisiteces que atesore en perniles, lomos, chorizos, morcillas y torreznos.
    Las cosas han cambiado mucho, para mejor.  Muy atrás  quedan los viejos tiempos de la guerra y la postguerra, épocas de penurias y tradición, cuando en los pueblos de nuestra pobre tierra se hacía todo a mano, y el cerdo, animal mítico - toten gastronómico - era considerado rey de los animales domésticos de la familia rural por su valor económico importantísimo,  significaba tener algo que llevarse a la boca durante el año, por ello la más vistosa decoración en los techos de las casas campesinas eran las colgaduras de jamones y sartas de chorizo. Pero hay que decirlo todo, aún así y a que los cerdos han salvado más vidas que la penicilina, en general, la muerte del cerdo, lo diré así, tenía visos de tratarse de un autentico martirio.
    Me explico: se les sometía a obediencia a rajatabla en un acto cruel y brutal, pasándole un terrible garfio por la nariz, a la vez que fuertemente sujeto por rabo, orejas y patas era arrastrado sin consideración hasta el tajo de sacrificio para que el dueño o un matachín sin la experiencia necesaria le clavase un cuchillón en el pescuezo,  sin acertar directamente en el corazón, con lo que la agonía del infeliz se prolongaba excesivamente, sufriendo lo indecible innecesariamente, y haciendo sufrir, porque el olor dulzón que flotaba en el aire a sangre y miedo,  unido a los desgarradores chillidos de la víctima rompían los nervios a los más sensibles.
    En realidad es más propio decir que los patéticos gruñidos por la muerte ignominiosa  del sacrificado sonaban en los oídos  como himno de alegría, ya que en los días  de matanza en los que todo olía a chorizo, morcilla, fritos, asados y quién sabe a qué más, había alegría en las casas, se gastaban bromas y cualquier excusa era buena para reír.
    Hoy parece que la ley exige un trato de mayor respeto y consideración con los animales, y a la hora de su sacrificio se le ha de suministrar un sedante o se le asesta un fortísimo calambrazo o mazazo en la cabeza  que le deja fulminante sin sentido para que la escena resulte tranquila, y exenta de tanta violencia.

    Aunque ha llovido, escampado, secado el barro y vuelto a llover; veo con los ojos de la imaginación, y en la memoria de la familia ocupa un lugar único Chonín y la peripecia de su vida.
   
    Fue este un cerdo, toda una belleza de animal, que se crió en casa de mi abuelo con mimo, alimentado a capricho basándose en cereales, verduras, chochos o altramuces a los que se les eliminaba el fuerte amargor colocándolos en sacos que se sumergían durante varios días en el río donde el agua formaba rápida corriente; y bellotas.
    La recogida de la bellota constituía un placentero día de fiesta organizada en plan familiar a la que acudían todos, gente menuda y adultos. Caminando en los carros de dos ruedas nos internábamos en lo espeso del monte hasta un lugar donde abundaban corpulentos robles belloteros. Bajo estos frondosos árboles, sobre el  musgo se extendía una gruesa alfombra de dicho fruto y resultaba divertido, fácil y cómodo llenar en poco tiempo cestas y más cesta y con ellas sendos costales, bastante y sobrado para el consumo del año. La encina es el árbol productor de bellotas por excelencia, las del roble son de menor calidad, ni tan finas ni tan dulces, pero resultaba importante pienso para el cerdo que las comía como rosquillas, ñam, ñam. Y un gorrino nutrido con tan selectos alimentos quedaba garantizado el desarrollo de carne prieta, fina y sabrosa para el consumo familiar.
   
    Como un recuerdo trae a otro, conservo de él la imagen mental del que fue el día de sus días, de éxito casi clamoroso. Por aquel entonces, coincidiendo con la festividad de san Antón, patrón de los animales y protector de la familia porcina en un plano muy diferente al de su colega san Martín, y en razón de que al glorioso santo se le representa siempre en compañía de un cochinillo, se celebraba en el pueblo un original concurso de cerdos: "Día del Gocho".
    Cuando le presentaron a la competición era un cerdo en flor, bien metido en carnes, ostentoso y exuberante, y a más de estos dones  naturales,  un familiar hábil en el manejo de brochas y pinceles le maquilló muy artísticamente, le decoró de arriba abajo, sin dejar un centímetro de su piel sin acicalar con brillantes colores, engalanado con cintos, lentejuelas y guirnaldas de flores. Henchido de orgullo y dando muestras de tener mucha confianza en sí mismo se presentó encantado al juego, y con desenvoltura paseó orgulloso su palmito, la riqueza de carnes y prestancia, hasta los andares gustaron, pues caminó con mucho bamboleo sobre sus patitas cortas; representando la alegría de vivir y luciendo vistoso como una caja de bombones de lujo, de más está decir que fue el protagonista de la fiesta, alzándose con el codiciado título.

    Siguen rodando los recuerdos y se detienen en la fecha imborrable de su sacrificio, que fue un día de duelo. Ya la víspera se notaba en los rostros de las damas de la familia un hálito de tristeza, comentando con voz transida de pena el buen cerdo que había sido. Y aún entre los hombres, bajo apariencia cordial, se notaba cierta congoja, y aún así, haciéndose los duros cumplieron con su deber. Era lo propio y natural que después de un año de cotidiana y amistosa convivencia se acabase con el encariñamiento mutuo, máxime con Chonín, un gorrino de carácter tan sociable que conocía las manos que le alimentaban y las profesaba un cariño especial; sentía por ellas un efecto sorprendente, tanto que, libre como el viento, y cual perrito faldero, las seguía por las calles del pueblo, donde iban ellas iba él.

    La noche, víspera del día del fatal desenlace, con el condenado en capilla privado de la cena, (era lo aconsejable para mantener limpios los intestinos), no protestaba únicamente de hambre, sino que como presintiendo el horror,  gruñía despavorido y, consecuentemente, las posibilidades de dormir a pierna suelta se habían evaporado, quien más, quien menos pasó la noche de claro en claro. Pese a que se durmió poco y mal, la noche fue corta, todo el mundo a primera hora, cuando las luces del día asomaban sobre los tejados se tiró de la cama con escozor en los ojos como con arenilla en ellos y encogido el estómago.

    Chonín, todo una belleza de animal, siempre de buen humor y absolutamente feliz, pero ¡ayayayay!, que en este mundo nunca ni para nadie la felicidad es completa ni eterna, había llegado el día, el día que siempre llega, que el sol salía para todos menos para él, había sonado la hora que marcaba el final de su existencia; inevitable, inapelablemente tenía que cumplir con su destino, que no era otro que contribuir a la alegría de los demás, de constituirse en el apaño del año familiar.

    Temblando como azogado y sobrecogido de miedo, avanzando entre gemidos enternecedores y miradas suplicantes que partían el alma hizo su aparición en escena la víctima, pero ¿qué se podía hacer por él? ¿Retrasar un día la ejecución? ¿Para qué?
    Por un momento protestó enérgicamente, pretendió revelarse, pero ¡ay Dios!, pobre Chonín,  rápidamente fue reducido a completa obediencia con el consabido gancho insertado en la nariz, y agarrado firmemente por el rabo, las orejas y las patas fue alzado al banco  del holocausto.
    ¡Cómo chillaba el pobrecillo!  Se sugirió la cooperación de las mujeres, pero ¡cielos, eso sí qué no! y huyeron asustadas hacia el rincón más recóndito de la casa, tapándose los oídos con las manos para no oír los lastimeros lamentos.
    Al cerdo, según la tradición, se le sacrificó cara al sol naciente y con la luna en menguante, chilló desesperadamente, pero por poco tiempo, cuando quiso darse cuenta ya había entrado en acción un matachín profesional de gran experiencia, un hombre con la  rara condición de matar, que rápidamente y sin vacilación clavó el largo cuchillo en el lugar exacto, bajo la papada, y de un solo golpe llegó directamente al centro de la vida. Al extraer el acero brotó un gran chorro de sangre humeante que fue recogida en un barreño y batida enérgicamente para mantenerla licuada, que es como se necesita para elaborar las morcillas. Pronto los estridentes gruñidos se apagaron en lánguidos gemidos, hasta extinguirse totalmente. El gorrino había pasado a mejor vida.
    Con el animal muerto se procedió a chamuscarlo con haces de paja en llamas. Entre tanto, el abuelo practicando su capacidad de persuasión hizo ver al elemento femenino que era perfectamente razonable entrasen en acción.
    Chonín -dijo- fue un cerdo con suerte, tuvo una vida fácil y feliz y una muerte rápida.
    Entre lagrimillas y sonrisas tristes se integraron  en el grupo de los hombres, cooperando  eficazmente en el aseo del difunto frotando con abundante agua caliente y jabón, raspando con cuchillas y trozos de teja la piel  del animal para eliminar cerdas y ampollas. Limpio y reluciente de cabo a rabo se le abrió en canal para extraer las vísceras, y entonces la familia en pleno se puso en marcha y la casa fue un hervidero de actividad: las mozas corrieron al río a realizar una faena bastante desagradable llamada desentrillizar o desvedijar, consistente en eliminar grasas, desenredar los metros de intestinos  vaciándolos de excrementos, frotando, ateridas de frío, por dentro y por fuera, hasta dejar relucientes las tripas, que ya inmaculadamente limpias se conservan en agua salada hasta el momento de ser utilizadas para embutir los chorizos.
    Otro grupo de mujeres se ocupa de elaborar el relleno de las morcillas, ese refinado manjar delicia de los paladares, remojando en sangre aún caliente los ingredientes: cebolla picada menuda, arroz, y según gustos, cominos, clavo... una pasta picosa, con poca sal, por aquello de que la morcilla sabrosa, picante y sosa. De la cocción de las mismas se obtiene el chichurro, delicioso reconstituyente, por lo que levanta el ánimo.
    La chiquillería grita, ríe, corre y salta jugando a la   pelota con la zambomba: la vejiga inflada del muerto. A todo esto el cerdo ya ha sido colgado por las patas traseras de una viga para que termine de sangrar y la carne quede estirada, y después ser despiezado: solomillos, lomos, jamones, costillas, cabeza...
    Para ayudar sin estorbar me sumo al grupo de los activos, dándole al manubrio de la picadora, porque el resto de la carne, bien picada, servía para preparar las jijas: picadillo adobado para elaborar los chorizos.
   
    Receta sencilla y tradicional para elaborar chorizos: Se pica bien la carne magra con un poco de grasa, majar ajos, añadir sal, pimentón dulce y picante, agregar un poco de agua y amasar en una artesa de madera hasta que mezcle perfectamente. Dejar reposar un par de días para que aromatice, removiendo la pasta una vez al día. Probar friendo en la sartén una pizca de las jijas, rectificar los condimentos  si fuera necesario y embutir en las tripas limpias, atando convenientemente para facilitar el corte. Colgar las ristras para que el aire del cierzo los cure, o  ahumar con leña de roble durante un par de semanas, girando durante el secado o ahumado. Después se pasan levemente por la sartén  y se guardan en ollas de barro con la grasa del cerdo, o aceite de oliva, y así se conservan durante todo el año.
    La matanza no se acaba cuando se ha embutido el último chorizo y colgado en varales, hay que cuidarse de los jamones: el bocado de lujo, la parte del cerdo más apetecible, todo un placer para el paladar y buenísimo para la salud. A grandes rasgos éste es el proceso a seguir: salarlos, embadurnarlos en una mezcla de aceite, vinagre, pimentón, pimienta molida y clavo machacado durante varios días, después han de ser prensados y secados.
¡¡ Qué afortunados se sentían en aquellos entonces viendo tanta "chicha"!!
     Después de que cada rincón del cuerpo del cerdo ha quedado transformado en exquisitos bocados - al cerdo, decía mi abuelo, hay que sacarle todo lo que tiene dentro, cuarenta sabores tiene y todos buenos - llegaba la hora de celebrar en honor de la víctima la cena matancera, que en mi tierra, en la montaña palentina, era tradición  probar de todo, una especie de picoteo, extraordinaria mezcla de olores y sabores: higadillos encebollados, güetaguillos, un guiso elaborado con el conjunto de pulmones, corazón, traquea, bofes, ajos fritos; morcilla, y chichurro, picatostes, oreja, morro, ponchisitas, pachacaras... Se trataba de probar de todo un poco, pero como eran muchos pocos, el personal se ponía morado.

    Ya queda dicho que la excelsa tradición del sacrificio del cerdo a la vieja usanza ha quedado atrás, pero aún se sostiene alguna matanza moderna, lo diré así, en la que las personas que por la desbandada de la emigración en su día abandonaron el pueblo, regresan a celebrar por todo lo alto la fiesta matancera. Se encarga a una granja la cría de un cochino y el día del sacrificio tiran la casa por la ventana. Sólo un pretexto para reunirse  y organizar una dispendiosa celebración en la que se derrocha más de lo que vale el cerdo.
    También se celebran sacrificios en la plaza pública como espectáculo. Hoy se compran los chorizos y jamones embutidos y curados, lo que sin duda señala un avance decidido, pero el recuerdo de aquella fiesta familiar por excelencia  remueve sentimientos melancólicos y conmovedores, pero todo ha cambiado… tampoco yo soy el mismo.

 Vocabulario de mi tierra:



Asadura, bofe, bondejo, botiello, bujarro, carrillera, ciringullón, chanfaina, chorizada, chichurro, desentrelizas o desvedijar, entresijos, güétagos, jijas, machucín, mermejo, mondongo, pacharacas, picatuestes, pijo, ponchitas, redaños, tripón, unto...