Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

jueves, 9 de octubre de 2014

ÁVILA, CIUDAD DE CANTOS Y SANTOS



ÁVILA, CIUDAD DE CANTOS Y SANTOS
VALLADOLID. OCTUBRE DE 2003
Queridos hijos: Por la tarde, si puedo evitarlo, no salgo de casa, pero no en plan sedentario, me muevo sin parar, lo que podía dar pie a que alguien que más aburrido que una mona camino de allá para acá como fiera enjaulada, pero en absoluto es eso. La razón es que quizá me he vuelto demasiado casero, me gusta la casa, me encuentro a gusto en ella.
Por supuesto, eso no significa  que si se presenta la oportunidad de darme un gusto y pirarme un día, la aprovecho, porque también pienso que  pocas verdades tan profundas hay que las que solemos soltar como cuando visitamos un tanatorio: "No somos nada". Así que para remediar en algo la certeza de que tenemos que palmarla, intento, cuando así se ofrece la ocasión, disfrutar de la vida en forma de comida, bebida, charloteo con los colegas y escapada hacia algún lugar interesante y lleno de sorpresas.
Hoy, la excursión ha sido a Ávila. Salimos temprano y a buena hora se nos apareció Ávila de los caballeros, Ávila de Santa Teresa, su muralla, una muralla de más de  dos kilómetros y medio, doce metros de alto, noventa torreones, miles de almenas y nueve puertas. Entramos por una con un dintel de piedra, como entrar en una casa.
Hace mil años Ávila ya era espejo de lo que es hoy, una pequeña ciudad apacible y sosegada, más bien fría, no en vano es la ciudad más elevada de todas las españolas.
Paseando por sus calles nos encontramos a cada paso con monumentos de gran interés, iglesias, conventos y palacios. La catedral, es única en su género, adosada a la muralla es a la vez catedral y castillo; la basílica de San Vicente, románica de transición ya casi gótica; San Martín, de estilo mudejar y Santa María de la Cabeza de estilo románico-morisco.
Ávila está unida a Santa Teresa de manera indiscutible, y toda la ciudad es testigo de ello. Sobre el solar paterno, en el lugar exacto  donde ella nació se levanta un convento, no muy distante, la iglesia donde fue bautizada; el convento donde residió durante treinta años, donde se educó, etc.
Antes de comer y hacerlo bien, callejeamos, chateando con el correspondiente picoteo. La tapa típica y muy gustadas del lugar son "las patatas meneadas" una especie de puré con pimentón y torreznos.
Finalmente, por la tarde, después de terminar de  recorrer la ruta de Santa Teresa, un paseo circundando la imponente muralla, maravillosamente conserva, no le falta ni una piedra, contentos y satisfechos con la interesante visita emprendemos el regreso sin que faltasen los alegres comentarios, chistes y cánticos, porque somos viejos, pero no nos dejamos invadir por la tristeza.
Besos y abrazos