ÁVILA, CIUDAD DE
CANTOS Y SANTOS
VALLADOLID. OCTUBRE DE 2003
Queridos hijos: Por la tarde, si
puedo evitarlo, no salgo de casa, pero no en plan sedentario, me muevo sin
parar, lo que podía dar pie a que alguien que más aburrido que una mona camino
de allá para acá como fiera enjaulada, pero en absoluto es eso. La razón es que
quizá me he vuelto demasiado casero, me gusta la casa, me encuentro a gusto en
ella.
Por supuesto, eso no
significa que si se presenta la
oportunidad de darme un gusto y pirarme un día, la aprovecho, porque también
pienso que pocas verdades tan profundas
hay que las que solemos soltar como cuando visitamos un tanatorio: "No
somos nada". Así que para remediar en algo la certeza de que tenemos que
palmarla, intento, cuando así se ofrece la ocasión, disfrutar de la vida en forma
de comida, bebida, charloteo con los colegas y escapada hacia algún lugar
interesante y lleno de sorpresas.
Hoy, la excursión ha sido a
Ávila. Salimos temprano y a buena hora se nos apareció Ávila de los caballeros,
Ávila de Santa Teresa, su muralla, una muralla de más de dos kilómetros y medio, doce metros de alto,
noventa torreones, miles de almenas y nueve puertas. Entramos por una con un
dintel de piedra, como entrar en una casa.
Hace mil años Ávila ya era espejo
de lo que es hoy, una pequeña ciudad apacible y sosegada, más bien fría, no en
vano es la ciudad más elevada de todas las españolas.
Paseando por sus calles nos
encontramos a cada paso con monumentos de gran interés, iglesias, conventos y
palacios. La catedral, es única en su género, adosada a la muralla es a la vez
catedral y castillo; la basílica de San Vicente, románica de transición ya casi
gótica; San Martín, de estilo mudejar y Santa María de la Cabeza de estilo
románico-morisco.
Ávila está unida a Santa Teresa
de manera indiscutible, y toda la ciudad es testigo de ello. Sobre el solar
paterno, en el lugar exacto donde ella
nació se levanta un convento, no muy distante, la iglesia donde fue bautizada;
el convento donde residió durante treinta años, donde se educó, etc.
Antes de comer y hacerlo bien,
callejeamos, chateando con el correspondiente picoteo. La tapa típica y muy
gustadas del lugar son "las patatas meneadas" una especie de puré con
pimentón y torreznos.
Finalmente, por la tarde, después
de terminar de recorrer la ruta de Santa
Teresa, un paseo circundando la imponente muralla, maravillosamente conserva,
no le falta ni una piedra, contentos y satisfechos con la interesante visita
emprendemos el regreso sin que faltasen los alegres comentarios, chistes y
cánticos, porque somos viejos, pero no nos dejamos invadir por la tristeza.
Besos y abrazos