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domingo, 13 de abril de 2014

REBECA MEDITACIÓN



REBECA MEDITACIÓN
 Valladolid, 25 de Abril de 2009
 Rebeca, queridisísima nieta: Supongo ha llegado a tus oídos que la meditación, con sobrada razón, está de moda debido a que es una terapia barata, fácil de practicar, combatiendo con eficacia el estrés y la ansiedad, lo que induce a un estado de relajación que afloja los músculos y elimina tensiones, redundando en beneficio de la salud tanto física como mental.

No consiste la meditación, como se suele creer, en dejar la mente en blanco, muy al contrario, exige estar atentos en un ejercicio concreto con el que lograr la paz interior y desarrollar la mente a fin de ordenarla, consiguiendo serenidad, quietud y lucidez para ver la vida con mayor armonía, paz y energía. Dicho todo de una vez: reavivar la alegría de vivir.

No tengo la más leve duda de que si consultas a tu médico te confirmará que, efectivamente, practicar la meditación tiene efectos tan beneficiosos para la salud como la disminución de la presión sanguínea y la reducción del ritmo cardiaco, o que significa prevenir ataques al corazón.

La meditación parece sencilla, ¡y lo es! Bueno, no lo es tanto, requiere capacidad de concentración profunda y entrenamiento sin que los resultados sean inmediatos, pero todo es cuestión de buen ánimo, que poder es querer. Aunque vamos a ver, Rebeca de mi corazón, nuestro yo consciente a veces no es plenamente consciente de la existencia de nuestro inconsciente “otro yo”, ese personajillo que con frecuencia se comporta como diablillo travieso que envía mensajes descontroladotes que tanto nos perjudican. No logro explicarme con mayor claridad, pero estoy seguro entenderás lo que pretendo decir con el ejemplo del fumador que perfectamente enterado de que el tabaco es bueno para toser, desea abandonarlo, pero el inconsciente diablejo se lo pone difícil, incitándolo a seguir nicotinándose peligrosamente. Algo similar nos ocurre a todos que dejándonos tripular la voluntad nos privamos de hacer muchas cosas estupendas, pero ¡ojo! tú no le escuches, no te dejes  pisar ese terreno y ponte a practicar meditación de inmediato y entusiasticamente, para ello cierra los ojos y concéntrate en la respiración.
Dado que respirar es vivir, respiremos. Hay diversas maneras de hacerlo, pero yo es así como lo practico, en dos zonas: abdominal y torácica; en tres etapas: inspiración, entrada de aire; retención y espiración, la salida. Arranco con una inspiración abdominal profunda, pero sin exceso, sin forzar los pulmones. Durante diez segundos respiro por la nariz, con la boca cerrada, suave, silenciosa, rítmicamente, llenando al máximo el abdomen de aire atmosférico rico en oxígeno. Durante un par de segundos más de lo que ha durado la inspiración retengo el aire para dar lugar al intercambio gaseoso, la sangre se carga de oxígeno que los glóbulos rojos distribuyen por todas las células del organismo, a la vez que desecha el ácido carbónico.

La espiración es la clave para una respiración adecuada, aún más, el arte de respirar consiste en vaciar bien los pulmones, consiguientemente, se ha de espirar largo, lenta y en profundidad, alargando el tiempo lo más posible para expulsar hasta el último resto de gas carbónico. Resulta evidente que cuanto más aire viciado pongamos de patitas en la calle mayor será el espacio libre que queda para la entrada de aire puro.

Ahora toca repetir exactamente lo mismo con la caja torácica y repetir 15 ó 20 veces el ejercicio. Por supuesto, se puede respirar en cualquier lugar y momento.

A fin de que te sirva de orientación te indico mi modo y manera de practicar la meditación. Cada día, a última hora de la tarde, en silencio, cómodamente recostado, por completo relajado, y dado que la música es la chispa de la vida, en el MP-3 la más de mi agrado, echo a volar la imaginación y fantaseo, por ejemplo: con la sangre bien oxigenada, cada célula, relajada y rejuvenecida, es una partícula de luz radiante con energía capaz de curar, y como somos lo que pensamos, si lo que pensamos es que estamos sanos, en virtud de que el poder de la mente es grande, en alguna medida lo estamos, o al menos alivia el problema.

A ti, cara guapa, con cierta tendencia a la agitación del aliento y a los acelerones del corazón, te sugiero una idea, entre las mil y una que te puedes inventar, imaginativamente cuélate en tu corazón y hecha uno con él, susúrrale: “¿a qué viene tanta presura? ¿a dónde quieres ir? Calma, calma, que las prisas no son buenas para nada...” O bien, el arco iris, penetra dentro de él, salta de color en color, mézclalos, trénzalos, trepa alto para luego deslizarte a modo de tobogán, feliz, lleno de suma tranquilidad, diciéndote a ti misma, plenamente convencida,  “estoy totalmente relajada”.

Querida Rebeca, anímate, piensa que ¡mientras haya fulminante, fuego y adelante!

Besos y abrazos de tu yayo,

Félix