Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

sábado, 4 de junio de 2011

DON DE COMICIDAD INTELIGENTE Y SALUDABLE

¡Bueno! Pues aquí tenemos una nueva entrega de viejos recuerdos; en este caso recién salidos de la tecla.
Has hecho buen caso a nuestras recomendaciones y has vuelto a tirar del hilo de la prodigiosa memoria que a tu edad conservas intacta y tan llena, que sería un “crimen perfecto” no compartirla como lo haces.

Feliz finde

Marisa Pérez

DON DE COMICIDAD INTELIGENTE Y SALUDABLE   
Viernes 03/06/2011 11:40

Valladolid, 3 de junio de 2011


Queridos seres queridos:           

De aquellos primeros compañeros de trabajo y grandes amigos, me falta recordar a Camarena, tipo excepcional que nació gracioso; ya su figura quijotesca -alto y delgado de apenas proyectar sombra- resultaba no únicamente graciosa, si no que destacaba como singular cómico que gozaba del don de la comicidad ingeniosa y saludable que en ocasiones he oído calificar de “burbuja espumosa de la inteligencia”, y no se espere de mí que niegue que el humorismo sea una demostración evidente de imaginación y talento

Además de divertido, poseía la notable cualidad de mostrarse siempre de buen talante, por lo que en su compañía la jovialidad y la animación estaban garantizadas. Tenía un repertorio de chistes inacabable, la mayoría de su propia cosecha; de un mal chascarrillo hacía otro lleno de ingenio y gracia.

Le gustaba reír y hacer reír, pero nunca a costa de nadie; se reía de sí mismo. Evitaba recurrir a lo fácil, al lamentable vicio de mofarse de los más débiles e insignificantes; tampoco de su boca salían expresiones soeces. Buena parte de los graciosos de la tele no cuentan con otro recurso que la ramplonería, lo burdo, la burla vil, la cruel humillación de los más desafortunados, hacer víctimas de sus chascarrillos a tartamudos, gangosos, homosexuales, cojos, calvos, gordos… humor chabacano, burlas que debieran hacer gracia únicamente a los cerebros más simples, pero que en general son muy celebrados y provocan carcajadas.

En todo momento educado y correcto, entre las damas gozaba de gran simpatía por sus chistes limpios, nunca subidos de color ni con palabras malsonantes. Su presencia invitaba a la alegría y a la risa, y como la alegría y la risa sanan, son salud, para quienes nos hacen reír alegremente, todo nuestro afecto y consideración.

Otra de sus habilidades era el dominio del arte del regateo. Como en ciertos mercados de México el regateo es una obligación, gozaba practicándolo. Verlo en acción resultaba un espectáculo delicioso. Empezaba mostrándose tan respetuoso y correcto como ingenioso, convincente y pícaro. Elegido el objeto deseado, no demostraba demasiado interés, señalaba los defectos y se asombraba de lo elevado del precio. Resultaba divertido como, sin mostrarse agresivo, discutía, se hacía el preocupado, el triste, el pensativo, se encogía de hombros, fingía abandonar el establecimiento y no volver… Si con paciencia y arte negociador lograba salirse con la suya obteniendo un buen precio, su contento era verdaderamente admirable.

Pese a sus excelentes cualidades, como nadie es perfecto, tenía un lunar que era manantial de no pocas desazones: era ludópata, se jugaba hasta las pestañas a todo lo apostable: caballos, galgos, frontón… Exitoso relaciones públicas de la empresa y bien remunerado, siempre estaba con los bolsillos vacíos.

Recuerdo una anécdota: uno de tantos días, falto de dinero, me pidió como favor personal le comprase la mitad del billete de lotería que llevaba en la cartera. Yo, alérgico a todo tipo de juegos, me ofrecí a un préstamo; no aceptó, prefirió la venta. Al siguiente día, confundido vino a felicitarme por mi buena suerte, me había tocado la lotería.

-         Nos ha tocado, dije.

Pues no; él había terminado por vender la otra mitad. Por cierto, el monto del premio ascendía a veinte mil pesetas, que en aquellos tiempos era una cantidad significativa.

Con tristeza recuerdo que aquellos tres entrañables amigos tuvieron un final de sus vidas trágico. El débil corazón de “Maifrién” acabó con su vida súbitamente; tenía sólo treinta y dos años. Tiempo después, ya no éramos compañeros de trabajo, pero, por supuesto, sí unidos por estrecha amistad, Camarena, con la imaginación por las nubes, dando vueltas en la cabeza a alguna de sus ocurrencias, distraídamente cruzó la calle y le arrolló un autobús, con resultado trágico. A Salazar le detectaron un cáncer y no pudo o no quiso pasar por el doloroso trance y se quitó la vida; planeó su suicidio enviando a la familia al cine, encerrándose en casa, desconectado el timbre y el teléfono, se acurrucó en un sillón y se descerrajó un tiro en la sien; aún me duele su lamentable decisión.


Besos y abrazos.

Félix