Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

lunes, 23 de junio de 2014

RARA DIABLURA---- OMNIPOTENTE MAGO



RARA DIABLURA---- OMNIPOTENTE MAGO


Melilla 23 de Junio de 2001

Doña Pilarica: ¿Tú nunca te has divertido jugando a imaginar que un omnipotente mago hubiera realizado la imposible y rara diablura de evitar que en el mundo hubiera, por ejemplo, espejos, ni cosa otra alguna que reflejase nuestra  imagen?  Prueba, resulta divertido indagar sobre qué habría pasado. Lo que hubiera sucedido, entre otras cosas, es que de nosotros no conoceríamos más que el tronco, las extremidades y la oscura silueta de nuestro cuerpo reflejada en una pared.

Finge ignorar que conoces tu cara y trata de imaginarla y veras que rara y que profunda sensación de desconcierto. O sea, que tendríamos que confiar en lo que los demás nos dijesen, que dependiendo de caerle mal o bien, de que nos quisieran o no, sería la opinión. Si yo indagando sobre mi nariz pidiese parecer, cierto estoy que la repuesta de más de  uno y más de cuatro sería: “mira, como orientación, como la de Pinocho, pero al revés y a lo exagerado”.

Atacados por el lógico deseo de conocer la orografía de nuestra faz, al no ver, palpar, y actuando en plan invidente pasar la yema de los dedos por todos los recovecos del careto y haciendo ejercicios de imaginación tratar de  inventar un rostro, porque sin él, la cara no sería el espejo del alma, ni de  nada, y nuestra pequeñez sería aún más acentuada. Y, pese a ello, dependeríamos de los ojos de los demás, con lo que sería más verdad que nunca aquello de Machado de que “los ojos no son ojos porque  tú los ves, sino porque te ven”.

Sin el pentagrama del rostro no sabríamos expresar nuestras emociones y sentimientos, y como digamos que la clave de nuestra identidad está en el espejo, decididamente insoportable, porque sin ellos no seríamos nada ni nadie, y aunque es mejor ser que parecer, ¿qué somos y qué parecemos?

El tiempo también resultaría algo extraño, porque como sin pasar, nada nos diría  de arrugas, ojeras ni carnes flácidas. O sea, que los feos y las guapas lo serian con naturalidad, aunque, verdaderamente, lo que  más vale en este mundo no es una cara guapa, sino un buen corazón y el talento.

Creo, igual me equivoco, que a todo el mundo les encanta contemplarse en el espejo, pero ya digo, puede que esté errado y para los feos de solemnidad, no me encuentro entre ellos, la falta de espejos fuese un gran alivio. ¿Quién sabe?  O sea, que eso...
Abrazos de tu padre