Historias de toda una vida

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jueves, 30 de octubre de 2014

TRASPLANTE DE LENGUA



TRASPLANTE DE LENGUA
Valladolid Octubre de 2001
Queridos hijos: Al ritmo que avanza la cirugía pronto se dirá del cadáver de un hombre lo que se dice del  cerdo, que no tiene desperdicio. Viene esto a que ya parece posible hasta lo más difícil todavía: el trasplante de lengua a quien por la circunstancia que sea haya perdido la suya.

La desconcertante hazaña me trae a la memoria una vieja película de la que no recuerdo el título, pero sí que el argumento  narraba la peripecia de un joven pianista que perdió las manos en un accidente  y le fueron implantadas las de un difunto que en vida había sido caco, más bien un cleptómano con tendencia impulsiva a apoderarse de lo ajeno. Lo peor no era eso, la cosa iba más allá de lo peor, de lo pésimo, porque las manos intrusas cosidas a sus muñecas cobraron vida propia, negándose a aceptar servidumbre alguna, rehusando estar todo el rato aporreando teclas y se lanzaron a cometer todo tipo de fechorías, abochornando  de tal modo al nuevo dueño que a la postre se vió obligado a regresar al quirófano para que le amputaran el espinoso incordio adosado a sus muñones, clamando que, por favor, le dejasen como estaba.
Por supuesto, para un deslenguado que recupera el órgano de la palabra lo ha de considerar como un auténtico milagro de la medicina, y lo es, efectivamente, suponiendo que todo salga a la perfección, dependiendo del miembro parlante que le toque en suerte, porque uno, puesto en lo peor, piensa que cabe y puede ser que surjan dificultades, quiero decir efectos secundarios, tales como que corresponda una lengua rebelde que se insurreccione reclamando el derecho a su vida anterior, o, simplemente, que le resulte insoportable verse presa en boca  ajena; incluso es posible que no le vaya el nuevo destino por ser obligada a expresarse en un lenguaje que no es el suyo, o a decir cosas que no van con su modo y manera de ser, y en señal de desacato se lanza a proferir a gritos  y a diestro y siniestro blasfemias, palabrotas impronunciables y cuentos verdes, ¿qué pasará entonces?
En fin, hijos, por si acaso, porque nunca se sabe, vosotros educad vuestras lenguas, enseñándolas a hablar bajito y con fundamento, que eso siempre queda bien.
Besos y abrazos