SOY ESCLAVO DE BRUNO
Melilla 11 de Mayo de 2001
Querida hija ¿Tú eres esclava de
alguien? Lo pregunto porque la palabra esclavitud será todo lo anacrónica que
se quiera y estará semidesaparecida del diccionario, pero que desempolvarla y
ponerla en circulación en razón de que en esta casa está en plena actualidad vivir
sometidos unos a la voluntad de otros; es un círculo que se cierra de la
siguiente manera: María es mi esclava, yo soy esclavo de Rocío y ella lo es a
su vez de María. Bueno, esta no es una
verdad estricta; es un parecer interesado.
Mira, verás: María es una niña de
pelo en pecho, maniáticamente me lleva la contraria en todo; cuanto digo lo
discute, basta que abra la boca para que me corrija la plana. Contrariamente,
ella siempre tiene razón, jamás se ha equivocado ni lo piensa hacer, ese es el motivo por el que si tengo
la osadía de hacer la menor sugerencia, pone cara de mártir y arrugando el
morro, lo suelta con todo el desparpajo: “Yayo, déjame en paz que no soy tu
esclava”.
Rocío efectivamente es esclava de
María y yo -frivolizando la palabra esclavitud- encantado lo soy de Rocío, en tanto en cuanto
que al llegar a casa tiene la comida lista y la mesa ya servida. Aunque eso,
con ser tanto, no lo es todo, ni mucho menos.
¡Soy esclavo de Bruno! Sí, tal
como suena. Lo saco a pasear sujeto a una correa, pero el verdaderamente
amarrado a la correa soy yo; por la otra
punta. Lo aclaro como un ejemplo.
Hoy sin ir más lejos, lo saco y,
lógicamente, se le antoja hacer pipí en la esquina. Concretamente en el paseo
de hoy se le ha antojado cambiar de agua a las aceitunas nada más y nada menos
que trece veces ¡meón el chucho! Espero pacientemente que finja que hace pis
–porque son apenas dos gotas- y seguimos; yo digo que a la esquina de enfrente
y él que ni hablar, tiene que ser la contraria y pone en ello una voluntad
descomunal.
Afortunadamente soy más grande y
más bruto; de no ser así ¡pobre de mí! Sería arrastrado por todas las esquinas
de Melilla.
O séase, que lo cierto, evidente y
real, es que aquí no hay más que un esclavo: tu pobrecito Apá.
Félix