Historias de toda una vida

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domingo, 11 de mayo de 2014

SOY ESCLAVO DE BRUNO



SOY ESCLAVO DE BRUNO
 Melilla 11 de Mayo de 2001
 Querida hija ¿Tú eres esclava de alguien? Lo pregunto porque la palabra esclavitud será todo lo anacrónica que se quiera y estará semidesaparecida del diccionario, pero que desempolvarla y ponerla en circulación en razón de que en esta casa está en plena actualidad vivir sometidos unos a la voluntad de otros; es un círculo que se cierra de la siguiente manera: María es mi esclava, yo soy esclavo de Rocío y ella lo es a su vez de María. Bueno, esta no es una  verdad estricta; es un parecer interesado.
Mira, verás: María es una niña de pelo en pecho, maniáticamente me lleva la contraria en todo; cuanto digo lo discute, basta que abra la boca para que me corrija la plana. Contrariamente, ella siempre tiene razón, jamás se ha equivocado ni lo piensa  hacer, ese es el motivo por el que si tengo la osadía de hacer la menor sugerencia, pone cara de mártir y arrugando el morro, lo suelta con todo el desparpajo: “Yayo, déjame en paz que no soy tu esclava”.
Rocío efectivamente es esclava de María y yo -frivolizando la palabra esclavitud-  encantado lo soy de Rocío, en tanto en cuanto que al llegar a casa tiene la comida lista y la mesa ya servida. Aunque eso, con ser tanto, no lo es todo, ni mucho menos.
¡Soy esclavo de Bruno! Sí, tal como suena. Lo saco a pasear sujeto a una correa, pero el verdaderamente amarrado a la correa soy  yo; por la otra punta. Lo aclaro como un ejemplo.
Hoy sin ir más lejos, lo saco y, lógicamente, se le antoja hacer pipí en la esquina. Concretamente en el paseo de hoy se le ha antojado cambiar de agua a las aceitunas nada más y nada menos que trece veces ¡meón el chucho! Espero pacientemente que finja que hace pis –porque son apenas dos gotas- y seguimos; yo digo que a la esquina de enfrente y él que ni hablar, tiene que ser la contraria y pone en ello una voluntad descomunal.
Afortunadamente soy más grande y más bruto; de no ser así ¡pobre de mí! Sería arrastrado por todas las esquinas de Melilla.

O séase, que lo cierto, evidente y real, es que aquí no hay más que un esclavo: tu pobrecito Apá.

Félix