Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

jueves, 3 de abril de 2014

INDÍGENA HUACHICHILA



INDÍGENA HUACHICHILA
Valladolid 2007
Queridísima indígena huachichila: Tal como lo siento lo digo, eres un caso excepcional de mujer con carácter tierno, mimoso y zalamero que con la sensibilidad a flor de piel te hace tan vulnerable que el mínimo roce te hiere penosamente y en razón de ello vives cargada de tensión emocional y el corazón lastimado; lo que mina tu salud.

Sería bonito, más que bonito estupendo, que te pusieras a luchar denodadamente por hacerte más dura, más resistente a tu hipersensibilidad para que llenándote de entusiasmo, amor, humor, alegría paz y armonía, las cosas, sin duda alguna, te irán a toda eme.
Piénsalo. Porque has de admitir que no todos nacen con un temperamento querindongo y zagaratero, les habemos bruscotes e insultativos.  ¡Qué se le va a hacer!
Indita patitarajada, chica lista, que vales mucho, pero tal vez ignores que la mujer es el animal más bello del redondo mundo, pero endemoniadamente complicada, contradictoria y compleja; pero sí sabes que el hombre, hecho de barro como los botijos, y una mezcla de elementos dispares, instintos, razón, sensibilidad, fantasía, temperamento, voluntad, y, escucha bien lo que digo, material suficiente para hacer de cada hombre un santo... si se manipula correctamente. Por sabido se olvida que el hombre es lo que su mujer quiere que sea.
Silvia, carita aindiada color de miel, estoy imaginando volar mágicamente a México lindo al encuentro de tus deliciosas manos curapiés para que con tus expertos cuidados dejes las patotas elefantiosas de tu insultativo suegro como nuevas. ¿Vale?  A cambio, mi otra hija más, porque te quiero    mucho, muchísimo, te voy a sugerir que practiques el mejor de los ejercicios: reír. Ríe mucho, a más no poder, porque, quiero que lo sepas que la risa es poco menos que la madre de todas las ciencias, por ello hace milagros curativos, tanto físicos como mentales.
Encantadora nuera, mira, tú, insisto, no me importa ser reiterativo, llena tu corazón de lo dicho: entusiasmo, amor, humor, alegría, paz    y armonía y verás logrado el milagro portentoso de hacer de tu marido un santo.
Adiós, dos besitos, uno en cada carrillo de esa carita de color canela y miel.
Abrazos,