Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

jueves, 13 de diciembre de 2012

LOS ANCIANOS NECESITAMOS POCO PARA VIVIR



Querido yayo Félix:
Con el desánimo que caracteriza a los ancianos cuando aun tienen fuerzas de jovenzuelos pero temen el futuro incierto; escribiste esta carta hace 11 añazos.
Años en los que –salvo los últimos meses- has vivido tan autónomamente como deseaste, porque fuiste un privilegiado que tuviste fuerzas físicas y mentales para ello.
Ahora estás en ese temido momento en que te encuentras con menos fuerzas físicas, aunque sin perder la lucidez de tu mente ni por un momento, por eso estarás feliz viendo a todos tus hijos tan pendientes de ti; de cualquier cosa que necesites. Ya ves que tus antiguos temores han sido del todo infundados. Rocío y Jose que tan lejos viven de ti han viajado para estar a tu lado dispensándote cuanta atención precisas. Diana viaja sin pereza para esa misma tarea, mientras Eva, Maricruz y Pili les falta el tiempo para atender cualquier cosita que necesites.
Has sido un padre ejemplar con hijos tan ejemplares como mereces, por eso no dejan de estar a tu cabecera y nada podrás reprocharles cuando estés mejorcito…
 ***
Hasta ahí pude escribir y en ello estaba cuando tu querida hija Pili me telefoneó y sin apenas poder pronunciar palabra me dijo: “Se acabó, mi papá se ha ido”.
        Desde ese momento todo transcurrió demasiado deprisa y nadie mejor que tú –protagonista a tu pesar- sabe lo que ocurrió después.

Ahora nos miras desde el cielo y con esa confianza; con la ilusión de que continuarás visitando tu Blog, voy a seguir con la tarea que tanto te hizo feliz, de ver publicadas tus cartas.
        ¿Sabes? El día de tu partida batió record de visitas ¡¡¡558!!! Seguro que te alegraste al verlo.

        Te envío unos enormes y fuertes apapachos sabiendo que la fuerza de mis abrazos ya no podrán dañarte.

        Marisa Pérez Muñoz

LOS ANCIANOS NECESITAMOS POCO PARA VIVIR

Valladolid 2-Diciembre de 2001

Queridos hijos: No lo digo yo, lo dice el refrán: “Como trates a tus padres te trataran tus hijos”. Ojalá mis hijos me otorguen el trato que nosotros, mis hermanos y yo, dispensamos hasta el último día de su vida a mi madre. (Mi padre murió joven). Nos cabe la satisfacción de que a la autora de mis días, -un cielo de madre- siempre la consideramos como la reina de la casa, en todo momento fue asistida con el respeto y el cuidado debido, jamás oyó de nuestros labios una palabra irrespetuosa, permanentemente atendida con generosidad y cariño, de la misma manera que ellos hicieron con nosotros cuando éramos niños. Yo le prestaba la ayuda económica, mi hermano misionero, alegrías y emociones, mi hermana, monja de la caridad, un auténtico ángel custodio, asumió la responsabilidad de los cuidados personales, constituyéndose en un manantial de bondad, cariño y benevolencia hasta el final de su existencia no exenta de penas y trabajos a causa del alzheimer.

        No me quejo de mis hijos, no tengo motivos, pero de momento me rasco con mis propias uñas, o sea, que nos necesitamos y ayudamos mutuamente, la cuestión se plantea cuando llega lo peor, en la época en que los ancianos necesitamos poco para vivir, pero eso poco lo necesitamos mucho; y con excesiva frecuencia se conocen casos de padres olvidados, despreciados, abandonados por sus hijos, corazones filiales cargados de desamor y egoísmo, cuando les escasean las fuerzas, con lagunas en la memoria les reprochan ser viejos inservibles cargados de achaques y chocheces les echan de casa de la peor manera. Imposible adoptar actitud más deleznable.

        Bueno, lo que sea sonará. De momento la edad no constituye obstáculo para sentirme ilusionado, activo, valeroso para los demás, y moderadamente feliz. Me basta tener un porqué, una motivación para sentirme de algún modo en plenitud y darme cuenta de que el atardecer de la vida es provechoso y ya que se puede seguir siendo una persona necesaria, alegre y divertida que no da importancia a cosas que no la tienen.

                                                  Besos y abrazos