EL ÁRBOL MARAVILLOSOS
AMIGO DEL HOMBRE
Valladolid
2004
Queridos hijos: Como amigo entrañable del Campo
Grande, sonrisa y pulmón de Valladolid, le paseo mucho, en todas direcciones y
en todo tiempo. En primavera, pintado de todos los colores; en verano cuando la
luz lo inunda todo y predomina el verde oscuro, en otoño teñido de rojo y oro,
ahora en pleno invierno de tono cobrizo. Cuando el tiempo es propicio me
resulta placentero sentar frente al lago y rodeado de cisnes, patos, palomas,
gorriones y pavos reales ponerme a fantasear. Por poner un ejemplo, en aquella
España de cuando entonces, de la que se dice, y creo que se dice bien, era un
país mitad selva virgen y el resto jardín botánico. Pero ¿Quién quema el
bosque? Dendrófogos y piromaniacos son los culpables de haber reducido aquella
Iberia a la que una ardilla podía cruzarla en cruz sin pisar tierra, esto es,
desde la desembocadura del Duero a la del Jucar, del Peñón hasta Roncesvalles,
en la actual Piel de Toro, lo que conlleva tantos perjuicios. Hoy se tiene más
conciencia de la influencia del árbol en todos los terrenos, pero aún así en
absoluto faltan enemigos acérrimos del monte.
Rebeca
con apenas ocho añitos era la admiración de los jardineros del parque-jardín
por conocer por su nombre todos los árboles que le pueblan, ello porque siempre
he puesto el máximo interés el inculcar en los nietos amor y respeto hacia las
plantas y los animales, haciéndoles ver que el árbol es un maravilloso amigo
del hombre, porque son, entre otras cosas, muchas otras cosas, la base del
equilibrio atmosférico, y por ser manantial de oxígeno nos resuelve la cuestión
respiratoria, etc., etc. Pero, pese a ello, existen dos tipos de personas, las
que consideran como misión en su vida “escribir un libro, plantar un árbol y
tener un hijo”, y los otros cortar árboles, quemar libros y evitar hijos. Por
supuesto, entre estos no faltan quienes acusan directamente al árbol de ser
culpable de las alegrías, no entienden que es una falsa acusación, porque
resulta más que evidente que el polen no provoca nada, es sólo un avisador del
deterioro ambiental y las tales alergias no se curan talando, ni quemando el
monte, sino eliminando la contaminación.
Hijos,
bien conocéis mi ilusión por plantar en el campo grande un árbol para señalar
muy significativamente algún acontecimiento notable familiar: la primera
comunión de Rebeca un roble americano; de Cris, un sauce piramidal; Raquel,
tilo; Jorge, sauce llorón; Javi, secuoya; Raúl y Rodrigo dos alisos; Bautizos
de María y Marina, dos abedules.
Aún
hay más, catalpas, alianthus, árbol del amor, sabino….
Besos
y abrazos