Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

domingo, 30 de diciembre de 2012

CREER EN DIOS AYUDA A VIVIR Y A MORIR



Este año no ha sido fácil. Ya termina y dará paso a otro con idénticas luchas, temores y esperanzas. Siempre es así y tú lo has comprobado durante casi, casi 91. Ahora el cronómetro de tu vida no ha hecho más que empezar. Me gustaría saber si fue como esperabas; como te preguntabas en esta preciosa carta que hoy publico.
2011 siempre lo recordaré como el año que se fue mi padre.  2012 No te quepa duda que será "El año que nos dejaste".

Besos y abrazos. Dulces sueños.

Marisa Pérez Muñoz

CREER EN DIOS AYUDA A VIVIR Y A MORIR

Valladolid,  30 de Diciembre  de 2001

Queridos hijos Mañana muere el año. Todo y todos morimos; nacer y morir son los límites del camino de la vida, los topes entre los que cada uno de nosotros transita durante más o menos tiempo y de manera diferente, por supuesto sin el menor resquicio de duda de que tenemos fecha de caducidad y por consiguiente todos un día u otro hincaremos el pico. No obstante esta certeza con frecuencia la olvidamos y vivimos de espaldas a esta realidad, confiando en que al cronómetro de nuestra vida aún le faltan muchas horas por marcar, sin tomar en consideración que está dentro de lo posible que cualquier día en un chico rato un tijeretazo puede cortar el hilo de nuestra existencia.

Lógicamente esta actitud resulta mas propia de la gente joven; cuando la vida se va saturando de años se tiene más presente el tema de la muerte, aunque ello no debe significar que la vida haya de tener un  sabor amargo, más bien, lo contrario, ya que al tener más clara conciencia de que estamos aquí de paso y por tiempo limitado ha de servir de acicate para gozar en plenitud de lo que aún ofrece la vida, sin olvidar, claro está, que tenemos una cita a la que no podemos faltar y que lo razonable es prepararse para el encuentro.
Encuentro que de algún modo es encontrarse uno consigo mismo y con la propia realidad, lo que produce cambios significativos en el modo de ver y entender las cosas. Por ejemplo, ante los momentos tan decisivos de la vida, próximos a abandonar territorio conocido para aventurarse en lo más desconocido que existe, es justo y razonable sentir especial mieditis; o también preguntarse uno que si en  proceso de morir hará falta hacer algo.
 Seguramente no hará falta hacer nada, dejarse llevar por el momento, soltar las riendas del control a las que estamos tan aferrados y desprendernos de lo que ya no necesitamos, o sea, decir adiós a todo , incluso a nuestras huellas de identidad: el cuerpo y la sensación de individualidad.

En la experiencia de la muerte existirá tal vez alguna diferencia entre ser cada uno todo lo ateo que le apetezca y pensar que llegar a la última es zambullirse en la nada para convertirse en excelente abono mineral o tener conciencia religiosa dando a la muerte el significado de tránsito hacia otra realidad. Sin duda creer en Dios ayuda a vivir y a morir, al menos ocurrió en el caso de mi madre, mujer de fe maravillosa que morir fue quedarse dulcemente dormida en el regazo de Dios.

Yo, con la gran carga de años a la espalda, empiezo a preguntarme lo más sinceramente posible que si me muriese hoy, o el día que me muera, ¿Me sentiré satisfecho de mi vida? No lo sé, me hubiera gustado ser un padre a toda madre, pero nací cornito y cornito moriré. Dicho de otro modo, que soy más bruto que una granizada, y no digo más. Vosotros sois lo único meritorio que dejo tras de mí, no me dejéis en mal lugar.

Hijos, que Dios no os suelte de su mano.

Besos y abrazos,