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domingo, 18 de mayo de 2014

EXCURSIÓN PINARES DE ROSTROGORDO



EXCURSIÓN PINARES DE ROSTROGORDO
Melilla  18 Mayo 2001

Mi muy querida hija: He dicho, y no me cansaré de repetirlo, que me encanta Melilla, una ciudad con una personalidad cautivadora, llena de luz, color y paseos bordeados de palmeras de fábula, para soñar a doble fantasía, algo que te hacer notarte como embriagado de entusiasmo, de sentir que te hayas en un lugar distinto y especial, pero cuando intimas más y conoces sus interioridades sufres una baja en el entusiasmo, “acongojona” bastante el que no falten las emociones negativas, dado que vayas donde vayas, las calles, el puerto, la playa, los pinos...  en un alarde de sinceridad has de exclamar: mecagüen en el agujero de la O, que espectáculo tan denigrante ver acumulada tanta basura: bolsas de plástico, latas de conserva, envases desechables, manchas de grasa, excrementos de perro, las cáscaras de pipas son inundación. Además, y para colmo, si te asomas al pretil del río y dejas deslizarse la vista por el cauce seco, forzoso es decir entonces: - Disculpar, pero tengo que ir a vomitar.

Hoy, precisamente, el colegio ha organizado una excursión a los pinares de Rostrogordo, el pulmón de Melilla, y llama poderosamente  la atención que  esta única zona verde de la ciudad que debiera ser mimada como a un jardín, va camino de convertirse en páramo. Hay sobre sus superficies  más leña muerta que verdes ramas sobre los pinos.

Triste es decirlo, pero así están las cosas. Pues eso, que Valladolid brilla como una patena. Y es que, colega, el mundo es así, y en tanto cambia o no cambia, recibe un millón de besos paternales.