Querido yayo Félix: Para esta preciosa carta te presto fotos de mi fugaz viaje a Asturias el pasado 2012. Pienso como tú que es una tierra maravillosa digna de visitar y que por respirar su aire y embriagarse de sus paisajes, bien merece el dolor de posaderas por el viaje más largo que corto hasta llegar a ella.
Recibir mi padre y tú, todo mi amor. Dulces sueños.
Marisa Pérez Muñoz
CAMBIO DE PAISAJE
Valladolid Marzo de 2002
Queridos hijos Otra excursión más,
ésta ha sido algo especial, más bien diría insólita: ida y vuelta a Gijón en
sólo 16 horas. Salimos temprano y bien entrada la mañana recolábamos
directamente en la zona turística llamada “Costa Verde”, en la magnífica playa
de San Lorenzo, en las inmediaciones de la ciudad. Agradables paseos por la
arena próximos al agua para que las olas nos laman los pies, a la vez que
aspiramos unas buenas bocanadas de aire fresco, perfumado y marinero. Rápido
vistazo al activísimo puerto del Museo. Estamos en el país de las manzanas y se
la visita a alguna que otra sidrería. Igualmente resulta obligado dar buena
cuenta de una suculenta fabada.
La tarde la dedicamos a dar garbeos por el centro de la activa, alegre y
atractiva ciudad, perdiéndonos un poco por calles y plazas. Tras merecido
descanso en los cuidados jardines de la Reina, otra vez de trotacalles,
terminando sentados en la terraza de un bar a la espera de la hora de emprender
el regreso.
No soy en absoluto partidario de estos viajes relámpago en los que se
emplea aproximadamente el mismo espacio de tiempo en el recorrido del trayecto
que en visitar el lugar, pero he tomado parte por el placer que supone cambiar
radicalmente de paisaje, así sólo sea por unas horas.
Es grande el contraste que se establece entre la verde Asturias y
nuestra Castilla ancha, plana, seca, desnuda, solitaria, amarilla y roja, sin
verdor vegetal, aunque de cuando en cuando se ven chopos altos, esbeltos en
torno a los manantiales y acompañando a los ríos; así como de pronto, cuando
menos lo esperas, en lugar siempre estratégico aparecen los pueblos, uno en un
valle, otro en una loma, todos como ruinosos y deshabitados, sin fallar nunca
la iglesia en el medio, con la silueta de la torre recortando el firmamento.
Para nuestros ojos castellanos que hechos a volar a través de una
atmósfera limpia y vacía, sin encontrar obstáculo alguno llega hasta el
infinito, al encontrarnos en lo alto del puerto de Pajares, si miramos para
Asturias lo primero que vemos es que no vemos nada, o casi nada, una niebla
algodonosa nos cierra el paso, y si no es la niebla, los ojos chocan de frente
y muy próximos con montañas redondas y apretadas unas a otras cuyas laderas las
cubren castaños, robles, sauces, laureles, manzanos… Por las escarpadas
pendientes reptan aquí y allá caseríos y los típicos hórreos sostenidos por
cuatro espigones. También abundan vacas rubias y pías que pastan y mugen en las
praderas de verde opulento.
Es decir, que estamos en el mejor escenario para caer en la cuenta de
que no todo es Castilla, que la tierra es grande, rica y variada, que el mundo
es de muchas maneras, pero aún hay más, percibir que desde las llanuras sin fin
se ven las cosas mejor y más claras que en ninguna otra parte, y en razón de
ello son legión los que consideran que nuestro terruño es uno de los lugares
bonitos e interesantes del universo.
Besos y abrazos