Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

domingo, 26 de enero de 2014

DESDE MELILLA



Quiero imaginarte disfrutando al máximo de esa paz y tranquilidad que describes al final de esta carta: un día magnífico, escribiendo desde el parque, “Campo Grande de Melilla”, bajo un sol alegre, un cielo azul, con brisa marinera suave y acariciadora, rodeado de palomas, gorriones, mariposas y flores. Poniendo en tus ojos un poco de alegría e ilusión,  esos pájaros, mariposas y flores que describes como criaturas maravillosas concebidas y creadas como joyas…

Te quiero. Dulces sueños.


Melilla  22 de Abril de 2004


Inefable y adorada amiga Marisa:

 Estoy emocionado, me siento como tocado por la varita mágica de la suerte por el alto concepto que de mi persona  tiene formado una mujer  singularmente buena, guapa, lista, alegre, graciosa y rica (en amor, ilusiones y entusiasmo); gritoncita (como las golondrinas en verano que volando en torno a la torre de la iglesia de mi pueblo gritan locas de alegría) Pues muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido por ser considerado con tal excepcional amabilidad, pero fíjate, Marisa, lo bonito que sería que el Félix que ves  en mí fuese real, no una ilusión, pues tengo la leve sospecha de que tu Félix y el auténtico se parecen como los ojos a las orejas. Lo digo porque los que bien me conocen me pintan más malo que Picio, y Picio era malísimo. En fin, Pues eso, que mejor dejar las cosas como están, porque también es cierto que haberlo hailos quienes me juzgan un abuelote alegre, pacífico y de corazón fácil. ¿Qué Félix soy en realidad?
    
                Me place y me complace que la lectura de las cartas haya sido el hilo, el sutil impulso que puso en marcha el dispositivo que activa la memoria llevándote a rememorar acontecimientos y anécdotas emocionantes de infancia y juventud. De algún modo ha sido como dar vuelta a la rueda del tiempo, que girando en sentido de retroceso te ha vuelto a la época de la gozosa fiesta de la siega y la trilla.

Otro efecto producido ha sido desatar tu confidente piquito de oro y cuentas mil cosas, entre ellas la odisea de los euros ganados peseta a peseta con sudor y dolor, durmiendo, a veces, no poco, sino nada en absoluto, pero vacunada contra el desaliento has sufrido para al fin chorreando satisfacción  por el deber cumplido, ser feliz. Comprendo perfectamente que estés llena de merecido orgullo y de alegría por dar a los tuyos lo mejor de ti misma, cuidándote de todo para que los demás no se cuiden de nada. Estas y otras muchas razones justifican con creces tu meritorio paso por el mundo.
                 Por cómo te explicas resulta evidente que estás enamorada de Alaejos “¡Bendita tierra!” y de su gente “gritona de verdad”, griterío que a ti te suena a música celestial y a mí que, efectivamente, soy de oreja sensible, a poco menos que terrorismo del ruido. Lo voy a decir alto y claro: tu modo, y el de mis hijas, de hablar a voces que tiritan los cristales de las ventanas es contaminación sonora. No os percatáis de que el ruido es un sonido molesto que daña el oído. España, después de Japón, es el país  más ruidoso del mundo. Resumiendo: vuestras entrañables voces lo serán aún mucho más  si frenáis un poco al hablar, bajando  el tono de voz de modo y manera que suenen  tan suave y agradable que produzcan placer.

 En fin, que amablemente me invitas a gozar de un agradable y divertido día de siega. Considerando que prometes  “hablar bajito” acepto encantado y muy, muy, muy agradecido por brindarme un motivo de alegría, amistad y risa, puesto que, como bien sabes, todo lo que ayuda a vivir es positivo al resultar una magnífica forma de cargar las baterías vitales.

                En tocante al complejo tema religioso no te sientas “una pobre incrédula desilusionada”, porque eso nos pasa a todos, a mí el primero, pero mira, verás: vamos a ponernos en una situación límite: que Dios no exista. Pues hay que inventar uno, porque sin Él que lo justifique y de sentido a las cosa el Universo es una insensatez inaudita. Por poner un ejemplo, ese titipulchal  inconcebible de astros, ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué? Y qué decir de la consabida y peliaguda preguntita ¿De dónde venimos, qué hacemos aquí y dónde vamos? Tengo muchos años acumulados y eso supone perder, pierdes ideales e ilusiones, pierdes pelo y dientes, pierdes memoria, por lo que se dice, con razón, que las recordaderas de viejos son como un calcetín agujereado, pierdes juventud y vida, o sea, que todo se pierde, sólo en una cosa se gana: en experiencia. Es por ello que si algo sé, es por viejo más que por ninguna otra razón, y creo saber que creer en algo sobrenatural enseña a sentir y a querer al prójimo, el prójimo somos todos, y ayuda a vivir.
Es más, pienso, cada vez con mayor intensidad  que donde hay fe, verdadera fe, que es creer lo que no se ve, lo que no tiene sentido, lo que no tiene explicación, hay amor; donde hay amor, hay paz, y donde hay paz no falta nada, porque está Dios. El Dios-Dios auténtico, no católico, ni protestante, ni judío, ni mahometano, ni budista…, Dios a secas, limpio de fanatismos. Es la razón por la que yo hago ojos ciegos y oídos sordos a todo lo que suena a negativo. Mi consejo, queridísima  Marisa, que en esto soy optimista, me sigas queriendo, además, por supuesto, de marcarte una meta: ser feliz y generar alegría en tu entorno, lo demás es lo de menos.

                Ardo en deseos de releer tu “Marcapáginas” después de que hicieras desaparecer algunos diálogos para hacerla más fluida. También ansío leer la segunda novela de la que me hablas, pero no des excesivo valor  a mi “acertada crítica” porque para mi memoria  hecha fosforina el libro ideal sería en el que apareciera un solo personaje para que los lectores no tuvieran que ir recordando nombres de memoria.

                Siguiendo tu consejo de disfrutar al máximo de paz y tranquilidad, hoy, un día magnífico, te escribo desde el parque, pequeño Campo Grande de Melilla, bajo un sol alegre, un cielo azul, con brisa marinera suave y acariciadora, rodeado de palomas, gorriones, mariposas y flores. Poniendo en los ojos un poco de alegría e ilusión,  pájaros, mariposas y flores son criaturas maravillosas concebidas y creadas como joyas.

                Madre de mi nieta Laura, por consiguiente “algo hija mía”, como todo buen padre deseo que tanto tú como tu santo marido y tus floridas hijas os sintáis divinamente, porque todo os funcione de maravilla, esto es, que os vaya tan bonito que se hagan realidad vuestros sueños más felices.               

                                                                           Mil besos y abrazos