Querido tío
Paulino: Llamas maldades a lo que a mi modo de ver son simples travesuras de
niño muy pequeño que no tenía otra cosa con la que entretenerse que no fuera
todo lo que le rodeaba; que siendo mucho, no era la inmensidad que rodea a un
crío de nuestra época (y me refiero sobre todo a los niños que como, los de
esta España nuestra, viven en la opulencia material e inmaterial.
Por mucho que
te empeñes, no logro imaginarte como un niño “pecadoso” ni siquiera
venialmente.
Si de todas
formas, lo fuiste –pese a que yo no te lo vea- has resarcido con creces la
penitencia que hubieras merecido por tus “maldades infantiles”.
Te mando una
montonera de besos y abrazos que habrás de repartir en forma de oraciones para
todos aquellos que nos esperan con los brazos abiertos hasta que nos llegue el
momento de reunirnos con ellos.
Para nuestros
queridos Yayos Félix y Antonio todo mi
amor y el deseo de dulces y maravillosos sueños
PECADOS DE
LA NIÑEZ 03-12-2013
( 3 )
Querida Familia: Siguiendo mis primeros recuerdos de
la niñez me vienen a la mente algunas de mis maldades:
La primera
tenía yo unos dos años y no la recuerdo; me la contaba mi madre con lujo de
detalles: yo tenía una calentura de 40 grados y mi madre me tapaba con varias
mantas porque si me enfriaba, decía que me moría.
La casa tenía dos pisos: el de abajo era para las
vacas, la habitación de arriba para la familia, el piso (suelo) era de tablas; tenía
un nudo que se había caído y por el agujerito se veían las vacas, teníamos dos
vacas y nuestros padres nos las habían dado (asignado)
a mi hermano y a mí para que las cuidáramos mejor y con cariño, una a cada uno,
la de Félix era grandota y parda y se llamaba “La Chata",
la mía pequeña, blanca y negra como suiza y daba más leche se llamaba “La Lista".
Un día en que me dejó mi madre solo un ratito en que
se fue a la cocina, yo aproveché para bajarme de la cama y estaba en el
agujerito, al entrar mi madre se asustó y me gritó ¡hijo te vas a morir! yo le
contesté: " estoy meando a la vaca de Filix para que no crezca”… Seguro yo
tenía envidia porque era más grande que la mía.
Otra maldad que bien recuerdo: tenía yo 4 años me
enfrenté a mi padre, cerré los puños y me puse en actitud de pelea, bien
recuerdo que me dijo: "sólo eso le faltaba a este mocoso si esto haces
ahora, que harás de mayor" y fue él, el que me pegó a mí, creo fue la
única vez que me pegó.
Otro recuerdo que no me olvido, tenía yo 6 o 7
años, estábamos varios chavales de la misma edad y uno " Manolo
" tal vez más espabilao que yo, me dijo algo que me enfureció, se me subió
la sangre a la cabeza, cerré los puños y le di un puñetazo con toda mi alma y
precisamente en el ojo, que se le puso todo morado. Rápido su madre se fue a
llevar la queja a la mía, para que me diera una paliza con un palo, pues cuando
me pegaba con la mano, le dolía más a ella. Mi madre cogió un buen palo y a buscarme. Yo
me había escondido debajo de la leña que amontonaban delante de mi casa para el
invierno, como no me podía encontrar le dijo a Félix: “busca a Paulino que no
le encontramos”. Yo estaba agachadito como una rata, pero ése rápido me vio
y mi madre con el palo en alto para sacudirme
me dice:
-“¿Por qué le pegaste?
- Es que me insultó
- ¿Pues qué te dijo?
Ante la presión tuve que confesar: -
- Es que me dijo que usted me "había parido".
Bajó el palo y se fue pensativa, ni me regañó, yo creo
se sintió algo culpable de no explicarnos nada, pero aprendí, cuando me decían
eso, yo les contestaba: “y a ti la tuya".
Con ese muchacho seguimos amigos, gracias a Dios como
dicen: " no llegó la sangre al rio"
Otro pecado frustrado: a mí como a todos los chavales
de mi época, me gustaba robar peras había cerca del cementerio antiguo de
Guardo, un cerco lleno de perales cargados de perucos que de sólo verles se
hacía la boca agua.
Un día que no había guarda ni nadie me veía, observé
bien la tapia que era alta; agarrándome por los huecos de las piedras, logré
subirme y agarrarme de una piedra de arriba, pero con tan mala suerte que
estaba despegada y se vino conmigo al suelo y no tuvo otro lugar mejor para
caer que mi delicada cabeza. Sangraba bastante y me fui llorando a casa; sólo
estaban Félix y Evangelina; Félix sin hacer caso de la escasez de azúcar,
me puso bastante que se me caía por los ojos y yo aprovechaba para
chuparla. Se me quitó la sangre y el dolor y Evangelina la “aprovechada”, también se
endulzaba los labios.
Como podemos ver, Félix tenía
vocación de enfermero. Cuando vino mi madre creo que ni se dio
cuenta.
De los muchos que tengo contaré la última de mis
malas aventuras:
Por aquellos años anteriores de la guerra del 36, todo
el mundo sólo hablaba de guerras que iban a venir y claro los chavales vivíamos
con intensidad el deseo de hacernos la guerra.
En Guardo había dos barrios: el barrio Barruelo
situado en la parte arriba del pueblo, donde nosotros vivíamos cerca del monte,
y el barrio La Fuente, toda la parte de abajo. Allí hay una
fuente de 4 caños que todavía existe.
Pues bien, los chavales preadolescentes de ambos
barrios se juntaron y planearon una guerra, barrio contra barrio, pusieron
condiciones muy duras, señalaron día y hora en que comenzaba la
guerra; a los chavalinos no nos admitían, pues era cosa de tirarse piedras a
matar. Esto sucedía cada 8 días
A mí me fascinaba la guerra y cada día que había
guerra era pleito con mi hermano que corría por una y otra calle hasta que lo
perdía y yo me quedaba llorando con los mocos fuera.
La ocasión fue cuando un día que había cine y le
tocaba a él cuidar los jatos, me pidió que yo los cuidara por él, pero yo le
puse la condición que me llevara a la guerra.
Poco duró mi batalla, pronto salí herido, venía
"una bala" (una piedra) yo la veía venir con la boca abierta y en vez
de capearla, me quedé viéndola y ¡"PLAS"! me dio en la frente.
Como sangraba bastante y la casa estaba cerca, me
llevó y mi madre nos dio una buena regañada. Él se escapó otra vez a la guerra
y enojado contra el enemigo por lo que me había pasado a mí.
Cuando mi hermano llegó dentro del monte, cogieron a un enemigo
y acostumbraban a amarrarle hasta que lo encontraran los suyos pues no se
podían ir a casa si faltaba alguno, pero en esta ocasión, entre Félix y otros
dos, lo llevaron monte a dentro como una hora y en un árbol junto a un barranco
profundo lo amarraron bien para que no se pudiera soltar porque se caía al
barranco y se mataba. Le taparon bien la boca con trapos para que no pudiera
gritar y se fueron; los compañeros de él al ver que faltaba y como no se podían
ir sin él, hasta que con pena se tuvieron que ir.
Casi a media noche los padres ya preocupados y con
miedo que algún lobo se encargara de él, -pues allí abundan- fueron por las casas a buscar a Félix y al resto de sus
compañeros.
Félix que ya estaba bien dormido, pues arriba y
casi a la una de la mañana todos a busca al “prisionero” pero le habían
amarrado en un monte tan intrincado que ya ni ellos sabían dónde.
Gracias a que había buena luna, por fin ya casi de
madrugada dieron con él sano salvo y llorando. Como podemos comprender, los
padres enojadísimos…
Y hasta aquí se acabó la guerra. Pronto empezaría otra
verdaderamente más terrible.
Vuestro tío el burrete que las
quiere mucho.
Paulino