Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

domingo, 18 de noviembre de 2012

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO



Querido yayo Félix. En esta época en que parece que finalmente matamos a la gallina de los huevos de oro que tú describes; seguimos pagando a precios fuera de órbita por todo ¡¡Y lo que te rondaré morena!!
Al final desgranas el hipotético precio de un par de zapatos; añadido a todo ese desglose ahora se nos cobra por respirar frente al escaparate donde se exhiben y al final, sólo nos podemos llevar a casa el recuerdo de lo que nos hubiera gustado comprarnos ese par de zapatos, pero nos consolamos pensando: “Mejor, así no me apretarán”.
   
 Besazos guapísimo y que sigas tan “resilientemente” animoso… ¡¡o más!!

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

Valladolid 8  Noviembre de 2001

Queridos hijos: Hace unos días oí distraídamente en un programa radiofónico,  un comentario sobre lo pasmosamente caros que resultan los banquetes de boda. De momento no le di mayor importancia al tema, pero posteriormente quedé reflexionando sobre el asunto, y con el menú de un restaurante de moda en la mano, y como aficionado a las artes del paladar que acude a diario a la plaza, cuento con bastante y sobrada información para asegurar que al menú que sirven le inflan con el escandalosa 1000 o 1500%, si no es que más. O sea que a la hora de abonar la factura no es precisamente un momento para sentir un estremecimiento de regocijo, ni para tirar cohetes.
Para los dueños del restaurante estas comilitonas nupciales son auténticas gallinas de oro, mismamente como si hubieran descubierto un tesoro a los pies del arco iris. Que explique quien pueda el hecho incomprensible de pagar precios en grado sumo exagerados sin decir ni pío.
     A otros que también les acompaña el éxito y se están forrando son los hoteleros. Quienes en los meses de Julio y Agosto corren felices a gozar la satisfacción que producen los días de descanso chamuscándose al sol, re sol y más sol, regresan de sus vacaciones con un regusto amargo en la boca y la bolsa vacía, pues con los precios por las nubes es como quemar el dinero, que se va como el humo. Las habitaciones las alquilan a precio de oro, pero no, con ser lo que es, sin embargo, no es lo peor, lo peor es que desde que el cliente pisa la recepción del establecimiento le exprimen al máximo cobrando como extra por todo lo que hace: por el desayuno, por la caja fuerte, por usar el aparcamiento del hotel, un café aguado a precio inmoderado, por mirar el mar, por una sombrilla y la hamaca; si usan el teléfono de la habitación te dan un sablazo de no te menees, si abres el minibar, piénsalo antes si quieres evitar un sablazo; lavar o planchar una camisa es más caro que comprarla nueva, y si te cortas el pelo resulta más gravoso que traer a tu peluquero de siempre a gastos pagados...
     Comentaban en chufla los tertulianos de la radio que no imaginaban cómo sería el mundo si aplicaran los demás negocios la  formula tan curiosa y arbitraria  que  tiene la hostelería  de cobrar por todo, porque por esa regla de tres comprarse unos zapatos supondría pagar más caro en temporada alta y además soltar la tela por ellos y por sentarse para probarlos, por usar el calzador, por conseguir que el dependiente los saque de la trastienda, por pisar la alfombra, por usar el espejo, por la caja de cartón, por el palito que llevan dentro, por la bolsa y por el papel que separa los zapatos. Una ruina a la que habría que añadir los cordones, que serian extra. 

Besos y abrazos. Félix