Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

jueves, 18 de diciembre de 2014

NADERÍAS VOCIFERADAS



NADERÍAS VOCIFERADAS
Valladolid Diciembre-2001

Queridos hijos: Me canso de la tele, la gran fuente de la ramplonería; salgo a dar un garbeo y apenas piso la calle me encuentro con otro enemigo: el ruido. El ruido de los coches, bocinazos, frenazos, acelerones, radio a todo volumen, y peor aun, las motos ruidosas como tracas.

Y qué decir de estas fechas navideñas, de la música, villancicos hasta en la sopa. Un villancico alegra y hasta emociona, pero villancicos a todo lo que da el altavoz y todas las horas es demasié. Y para acabar de saturar el ambiente está la otra música, la del “Bumbum”, la del “Tamtan” estridente con feroces letras.
La música, no el ruido ensordecedor, a quién no le gusta si es hasta capaz de amansar a las fieras; ese tipo de música para vivir, para soñar, para pensar, para enamorarse, para olvidar, hasta para llorar; música que escuchada en silencio y con el volumen que le corresponde, halaga los sentidos y alegra el alma.

Existe otro ruido que se las trae, el ruido de la gente hablando a voces, la gritona de los bares dando a conocer vidas ajenas. Parece difícil, tal vez imposible, que el español llegue a dominar el arte de saber escuchar  antes de lanzarse hablar, hablar y hablar sin freno, se trate de lo que se trate, se sepa o no lo que se dice; se conozca o no de qué va la cosa.
Esto último nunca se da, puesto que en el bar “el que menos es ingeniero”. O sea, que importa todo menos guardar silencio. A, y no trates de hacerlo entender porque se te echan todos encima. ¿Qué tendrá el silencio que resulta insoportable para la gente del país de la piel de toro?

Hijos, por favor hablar bajito, con voz de amistad. De cariño. De prudencia, de respeto.

Besos y abrazos:
Félix