Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

viernes, 11 de julio de 2014

HOY EL CIELO Y LA TIERRA ME SONRÍEN



HOY EL CIELO Y LA TIERRA ME SONRÍEN
Valladolid  27 de Julio de 2009

Hoy, María, como diría Bécquer, el cielo y la tierra me sonríen, porque habéis venido, porque has llegado y no hay mejor motivo para la alegría, de esa alegría que es la mayor satisfacción que puede darnos la vida, y como quien tiene alegría lo tiene todo, no me falta nada. Es más, como estoy contento, placenteramente, quiero destacar los más entrañables rasgos de tu personalidad que redescubro al echarte la vista encima: muchachita graciosa de cara, de actitud y de movimientos, amable carácter, voz de caramelo, lista, con una inteligencia que sabe reír y es capaz de sentir simpatía por la alegría de los demás. Y por añadidura, a tu lado, con el tesoro de tu juventud aún intacto, aunque viejito, noto que todavía gozo de cierto espíritu juvenil.

Pero, jovencita, ¡ojo! Que no soy de los que quieren ser los mejores amigos de sus hijos y nietos, yo que pretendo ser un abuelo cual corresponde, he de ser un poco cargante y pesado con mis consejos. Por ejemplo, exhortándote a que tengas confianza en ti misma, en tu inteligencia que te hará aún mejor de lo que eres, en tu capacidad de querer con lo que lograrás buenas amistades. Un buen amigo es un auténtico tesoro.

Einstein  decía que dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana. Por supuesto, existen diversas clases de imbéciles, pero del que yo quiero hablarte es del moralmente imbécil, del que no tiene la conciencia limpia, del que sólo piensa de sí mismo y salvo que obtenga algún beneficio, a los demás que los pille el toro.

Me atrevería a decir que existen dos clases de egoísmos, éste del que hablo, al que pertenecen  los que no se hartan de todo aquello que sienta mal: odio, envidia, ambición desmedida, caprichos, injusticias…por lo que no despierta cariño ni amistad; los que gustan de hacer a los demás lo que detestan que les hagan a ellos y ni se enteran de que el mal que hacen a los otros se lo hacen también a ellos. Para decirlo todo de una vez: los que quieren ser egoístas pero no saben, creen quererse mucho, pero lo hacen tal mal que se estropean voluntariamente y terminan portándose como si fueran su peor enemigo.

María de mi corazón, ¡por nada del mundo seas una de ellos! Inscríbete en el grupo de los de comportamiento limpio y recto, los que se distinguen por lo exquisito de su conciencia ética. En realidad, egoísta, el auténtico egoísta  es quien de verdad sabe lo que le conviene para vivir bien y se esfuerza por conseguirlo. Quiere lo mejor para él, vivir maravillosamente, pero con pura generosidad, deseando para los otros igual, exactamente lo mismo, teniendo muy presente que todo lo que haga a favor de los demás le favorece igualmente también a él. Bien sabido es que el premio de toda buena obra es haberla realizado.

Cada día que amanece es el primero  para algunos, para otros el último, y para la mayoría un día más sin dejar huellas. Tú, María, no lo desperdicies, aprovéchalo para ser feliz y hacer dichosos a los demás.

Queridísima nieta, ten muy presente que todo lo que conduce a la alegría tiene justificación y lo que lo aleja  es camino equivocado.

Te beso, abrazo y deseo para mí, para ti y absolutamente para todos, una vida intensamente grata.

El abuelo

RAYOS Y TRUENOS



RAYOS Y TRUENOS
Valladolid 31 de Julio 2001

Queridos hijos: Si cuando Dios hizo el mundo me hubiera llamado a mí para decirme: "Haz tú las nubes", no es que hubiera enmendado la plana al Creador, que eso no, porque cómo superar el portentoso espectáculo de un rebaño de nubes ampulosas y cambiantes adornando el cielo y, por añadidura, amiguísimas del hombre, nos traen el vital beneficio de la lluvia, pero en lo que sí hubiera osado meter mano, borrándolas del firmamento, es a  esos furiosos nubarrones negros responsables de huracanes y gotas frías que tan gravísimos disgustos causan por doquier.
Otro fenómeno atmosférico del que también hubiera hecho borrón y cuenta nueva es de los electro meteoros, peligrosos como ninguna otra cosa, primero por la frecuencia con que se producen, puesto que son cincuenta mil las tormentas que diariamente se desatan, produciendo nada más y más nada menos  que ocho millones  de descargas de rayos y centellas, lo que significa que cien relámpagos por segundo  golpean algún lugar del mundo.
Todos sabemos, más o menos, que los rayos son chispas eléctricas que saltan de una nube a otra, o de una nube a la tierra. Los rayos no nacen en cualquier nubecilla inocente, sino en un tipo muy concreto denominado cumulonimbo y los asustadizos rayos en el interior de estos locos celestes,  convirtiéndoles en una pila con el polo positivo en la parte alta y el negativo en la base.
Bueno, el caso es que el rayo es un salto de millones de electrones, o sea, para entendernos, de cargas negativas que brincaran la tierra atraídas por la carga positiva de ésta. Los estrepitosos truenos que les acompañan es el sonido generado por la explosión del aire en razón del terrible calor del rayo, cuya potencia es variable, pero que en ocasiones supera los cien millones de volteos, ¡qué burrada!

El fragor y el fulgor, la fiesta pirotécnica que frecuentemente se organizan estas noches con tormentas veraniegas son tan espectaculares como peligrosas, porque morir partido por un rayo es una fatalidad más frecuente que lo que se piensa, dado que cada año se llevan por delante a no menos de un par de docena de españolitos.
Sin embargo los rayos no siempre fulminan a quienes le caen encima, se dan casos insólitos de existir "repetidores" que han sobrevivido, no a un chispazo, sino a dos y a más. Se cuenta de un guardabosque americano que ostenta el nada agradable récord de haber superado el golpe de siete calambrazos. Eso es aguante.
Bien, hijos, ante tal realidad, ¿hubiera hecho bien, mal o regular eliminando los cumulonimbos, esos diablos del cielo?
Besos y abrazos

TURISMO RURAL



TURISMO RURAL
Valladolid 26 de Julio de 2007

Queridos hijos: Calificaría al fin de semana de chupén requetebién; no es para menos, pues no sólo hemos disfrutado de un ambiente agradable y divertido, si no que ha sido más, mucho más, hemos gozado de una alegría, para decirlo todo de una vez, completa, sana, sencilla y natural. Faltó únicamente poder disfrutar del azul y radiante cielo propio de la tierra, porque majestuosos nubarrones cerraron el paso a la vista para contemplar el firmamento asombrosamente estrellado, estrellas que son como joyas brotadas del abismo más profundo y negro del universo. Referido a mi terruño natal, como dice la canción: “Aquel cielo tan hermoso que vieron mis ojos al nacer”.
Digo, con el alma henchida de emoción; Cornón, ¡ooh la lá! Aquel exiguo poblachín que ya apenas existía con su treintena de casas semiderruidas, cual Fénix, la fabulosa ave, ha renacido de sus cenizas por obra y gracia de personal foráneo con sensibilidad, yo diría que exquisita, que han sabido descubrir el secreto encanto del lugar, transformándolo por todo lo alto, de modo y manera que de nuevo puedo decir que mi patria chica es muy grande, y con sobrados motivos pecar de la inmodestia de proclamar, con la frente muy alta, con los ojos más altos que la frente y con la nariz más alta que los ojos y la frente, que soy cornito, y a quien no le gusta que se compre un pirulí.
Correteando por esos pueblos notablemente renovados se aprecia con meridiana claridad que en igual medida que enriquecen, entristecen. Las calles asfaltadas, limpias y floridas, pero silenciosas y solitarias. A los habitantes en sus casas llenas de lujo y comodidad no les va echarse a la calle. Lo que más se echa de menos son los niños correteando por el pueblo.
Cuando los años nos atropellan, recordar es vivir, y yo retengo en la memoria con la nitidez de haber ocurrido los hechos ayer mismo por la tarde sucesos, personajes y escenarios de aquellos días felices de mi niñez. Recuerdos emocionantes que enfoco, por ejemplo, hacia mi madre en uno de aquellos días inolvidables en que a los críos no se nos caía el techo de la casa encima, porque libres como el viento, la calle era nuestra.
La autora de mis días, si en alguna ocasión, por casualidad, nada fácil, lograba cazarme al vuelo -cuando en bandada con toda la chiquillería del barrio corría como potrillo desbocado por calles, callejas y callejones- y conseguía retenerme un momento, mientras me regañaba dulcemente por lo desastrado, sucio y despeinado, con la punta del delantal humedecido con mi propia saliva trataba de asearme la cara churritosa y desenmarañarme las greñas haciendo peine con los dedos, todo con mis protestas, que no deseaba otra cosa que salir de estampida tras la panda.
El paseo por las praderas de la montaña de Guardo me trae el imborrable recuerdo de los emocionantes paseos por el monte en compañía de mi progenitor en busca de frutos silvestres: moras, endrinas, arándanos, garamochos -por mal nombre “tapaculos”-, y majoletas. Con un buen conocedor del monte, como mi padre, resultaba fácil localizar manzanos bravíos, cuyas manzanas de acidez suma, sabor tan agrio, áspero y desabrido que con el primer mordisco se inflamaban las encías, eran mi locura. Y, dicho sea de paso, chupetear a lenguarazos el encalado de las paredes constituía para mi la más deliciosa golosina.
En el viaje turístico rural, personalmente, he tenido dos sentimientos encontrados. El primero, sentirme embargado por gran emoción al ver la casa que me vio nacer, tan precipitadamente que me caí de cabeza, como bien sabéis; aunque ya no pertenece a la familia, magníficamente restaurada luce espléndida. La otra, sentir un estremecimiento de desconsuelo ver la casa en que pasé mi infancia y adolescencia, en lamentable estado de ruina, a punto de ser reducida a escombros.
Besos y abrazos

VINCULO MISTOSO



VINCULO MISTOSO
Valladolid 28 de julio de 2001
Queridos hijos: Es temprano, la mañana tibia y luminosa invita a pasear y lo hago ascendiendo por la cuesta del psiquiátrico, que como bien conocéis ofrece amplio y singular paisaje. Pues bien, entre alegres colores y el denso olor a hierbas silvestres me he sentido un poco naturaleza, como metido en ella gozando de la belleza de que está llena.
Pondré como ejemplo dos prodigios menores, pero que ciertamente constituyen, así me lo parece, obras maestras de la madre Naturaleza: una rosa y una mariposa, dos pequeñas y frágiles existencias que tanto por separado como formando conjunto poseen una belleza y un encanto que asombra y emociona. Y no es lo más maravilloso, con serlo tanto, esa sencilla y primorosa belleza, sino el portento de que existan, que el mundo esté lleno de ellas.

Llego a lo más alto jadeando y me siento al pie de un rosal y a la altura de los ojos me queda una de sus rosas de encendido color rojo. Contemplándola con detenimiento  me admiro de lo portentosamente que está planeado todo en ella, color, olor, estructura: las capas de pétalos, sépalos, estambres, pistilo...Pero, pienso para mí, ¿la encantadora flor desarrolla el color y el olor para recreo de nuestros ojos y olfato?  La respuesta está a la vista, la rosa luce su mejor sonrisa, sus mejores galas, impregna el aire con delicado aroma  para seducir a una mariposa aventurera que ataviada con tan desbordante policromía que parece llegada del arco iris y flotando veleidosa, sinuosa, excéntrica, avanza a la deriva en vuelo quebradiza, aparentemente caprichoso, pero que no lo es absoluto, porque estremecida por el rutilante color y el excitante olor de la embaucadora flor cae en el vistoso y oloroso señuelo y con alas temblorosas se posa sobre ella.

Encantado, y hasta con cierta sensación de prodigio he asistido al jugueteo jubiloso que protagonizan las dos estrellas del espectáculo. La flor con su llamativo color e intenso aroma  hace ineludible la visita de la mariposa. Ambas encuentran rentable el encuentro. Entre la  rosa y el insecto se desarrolla un estrecho y productivo vínculo amistoso, una asociación de la que entre ambas sacan sustancial provecho. La flor interesada con fines reproductivos, asegura la permanencia de la especie, despliega ante la fantasiosa mariposa todos sus refinados dones, a la par que ésta, al libar el abundante y suculento néctar trasiega el polen fecundador. Así de sencillo y portentoso resulta la entrañable amistad entre flores y mariposas.

Felicísimos días, hijos, llenos de supremo regocijo os desea vuestro padre

LO DIGO CON GRATITUD Y ORGULLO



LO DIGO CON GRATITUD Y ORGULLO
Valladolid 26 de Julio de 2001
Querida hija: Siento gratitud y orgullo hacia Eva que con relativa frecuencia me invita a merendar y me trata obsequiosamente; tú también, pero lo diré fácil, rápida y tajante, menos, me sometes a accesos de emoción con promesas de sublimes deleites que mimarían mi paladar con exquisiteces tales como el tan ponderado arroz con liebre, tostaditas calientes embarradas con foi auténtico, jamón del mejoncito o la suprema morcilla de Villada, pero ¿lo haces realidad? No, qué va, qué va, ni mucho menos, ¿por qué?

Vamos a ver, se sincera, ante todo sinceridad que es un sentimiento de valor excelso que merece honor y gloria y admite que eludes el compromiso por orgullo mal entendido al no aceptar yo, no puedo, que las sopas de ajo elaboradas por ti son superiores a las que yo preparo, que son, quiero que se sepa,  el no  va más en sopas, todo un poema, al grado de llegar a producir hasta placer olfativo, porque huelen que alimentan.
¿Tú sabes admirar? Hija, no te avergüences de saber admirar porque es otro sentimiento dichoso y noble  que depura el corazón del hombre y reconoce con leal franqueza que donde estén mis sopas las tuyas tienen que apartarse y descubrirse.      
Hija, si eres agradecida creo que harías bien invitándome con trato  opíparo, así sólo sea por el estupendo detalle de ser algo así como el autor de tus días, pues al menos admitirás que de no ser por mí a buenas horas ibas a estar tú en este mundo tan oronda y satisfecha.
Bueno, lo que quería decir, y es a lo que iba, que no te seré muy gravoso, puesto que por vivir aunque pobre satisfecho me tildáis de tío miserias, y en cierta medida, en gran medida es correcto, por dos fundamentales razones; primera, por que cada día admiro más a san Francisco, que necesitaba poco para vivir, y eso poco lo necesitaba muy poco, "segundamente" porque cuando logro reunir alguna pesetilla se me escapa de las manos para ir a parar a las de los nietos que la necesitan más que yo.
Querida hija, bien sabes que no puedes dar  excesiva importancia ni enfadarte al leer estas cosas que acabo de relatar con irónico sentido del humor cornito al fin y al cabo y únicamente para “chincharte”, dando la vuelta a la verdad, porque ya sabes cuánto me complacen los domingos sentado a tu mesa, sobre todo si por sorpresa me obsequias con esas sopas hervidas mejor imposible….
Besos y abrazos