LA
PLAYA DE LAS MORERAS
Valladolid 25 de
Julio de 2001
Queridos hijos: Ha
amanecido un día cual corresponde a la fecha veraniega, resplandeciente, cielo
muy azul y sol alegre y risueño, y como pasear es placer y salud, en compañía
de un amigo hemos dado una vuelta por
entre las flores y los frondosos árboles de las Moreras, acercándonos después hasta la playa bastante
concurrida, proliferando los top-lees, o como se llame esa nueva realidad de
llevar las féminas a la intemperie las vergüenzas de arriba.
Algunos
bañistas, más bien escasos, mojan los pies en las poco transparentes aguas del
Pisuerga. Pero en esos apenas nos fijamos, nos interesan más, poniendo en todo
un punto de humor, merodear por la playa en plan jocoso y dar un alegrón a los
ojos, dedicándolos al deporte de contemplar lo mucho que hay que ver; porque
maduros sí somos, pero no tan caducos
como para haber perdido toda curiosidad e interés por las muevas cosas y modos
en uso.
Aún
podemos sorprendernos y alegrarnos cuando hace falta, y pasear entre tanta "dominga" a cielo abierto, es
un modo de pasar un placentero y relajado rato.
Lo
primero en que se fijan nuestros eufóricos ojos es una treintañera jamona,
rubia y reluciente que se mueve muy ufana bamboleando con ostentación sus
explosivas grandezas frontales, tan hermosamente desarrolladas que pedir más
sería cosa desmesurada. A ojo de buen cubero calculamos un tamaño trasdoble o
cuádruple que las de dos mocitas de buen ver que debidamente liberadas de
corsés y sujetadores doran al dios del
sol sus bustos de medidas clásicas.
En
discordante contraste una abuelita flacucha y algo decrépita festeja el
día exhibiendo con desparpajo sus
tetitas, ayer excelso fruto, hoy
colgantes y marchitos cual deshilachado harapo.
En
otro orden de cosas, una pareja de novios arrebatadoramente enamorisqueados a
juzgar por el hociquearse con
mordeduras avasalladoras, muestran
descocadamente su amartelamiento en
medio de la gente. Y eso no es todo. Desbordados, se lían las cosas y los
arrumacos van más lejos. Sin ocultarse ni disimular, sin reparar en nada ni en
nadie, menos aún en algunas miradas de desaprobación, aprovechándose al máximo
inicia el fogoso romeo un toquiteo a la hermosa. O sea, se conoce, es lo más
probable, que no satisfecho con la percepción visual y atacado de una imperiosa
necesidad de tocar, pasó a la acción táctil, modelando a dos manos las teides pectorales de la moza, como dando
cuerda a los rosados pezones. "Será -comentó alguien- para ponerle en
hora". Acudió a todo esto un policía que reconvino al tenorio por su
exhibicionismo:
-Tete,
pulpo, las manos quietas.
Se
engalló el joven y sin consideración cual ninguna inició a voces una discusión
con la autoridad, y en su belicosa actitud llegó a agredir verbalmente al
uniformado, gritando que estaba en un país libre y democrático y que
bla,bla,bla... El poli, se conoce era un
hombre afable y carente de agresividad, recogió velas, dando por resultado que
la operación policial vino a parar en nada y el deslenguado tocón se fue de
rositas. Los tiempos son muy otros, no acierto a saber si para bien o para mal
han cambiado, pues ocurre que lo ayer mismo estaba estrictamente prohibido y castigado, hoy resulta natural y empieza a
no sorprender a nadie, o a casi nadie.
Besos y abrazos de
vuestro padre
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