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viernes, 11 de julio de 2014

CAMBIO DE PAISAJE



CAMBIO DE PAISAJE

Valladolid 25 de Julio de 2008
Queridos hijos: Otra excursión más, ésta ha sido algo especial, más bien insólita: ida y vuelta a Gijón en sólo dieciséis horas.
Salimos temprano y bien entrada la mañana recalamos directamente en la zona turística, llamada Costa Verde, en la magnífica playa de San Lorenzo, en las inmediaciones de la ciudad. Agradables paseos por las arenas próximas al agua para que las olas nos laman los pies, a la vez que aspiramos unas buenas bocanadas de aire fresco, perfumado y marinero.
Rápido vistazo al activísimo puerto del Musel. Estamos en el país de las manzanas y se impone la visita a alguna que otra sidrería. Igualmente resulta obligado dar buena cuenta de una fabada.
La tarde la dedicamos a dar garbeos por el centro de la activa, alegre y atractiva ciudad, perdiéndonos un poco por las calles y plazas. Tras merecido descanso en los cuidados jardines de la Reina, otra vez de trotacalles, terminando sentados en la terraza de un bar a la espera de la hora de emprender el regreso.

No soy en absoluto partidario de estos viajes relámpago, en los que se emplea aproximadamente el mismo espacio de tiempo en el recorrido del trayecto que en visitar el lugar, pero he tomado parte por el placer que supone cambiar radicalmente de paisaje, así sólo sea por unas horas.

Es grande el contraste que se establece entre la verde Asturias, llena de montes, descensos y subidas, y nuestra Castilla, ancha, plana, seca, desnuda, solitaria, amarilla y roja, sin verdor vegetal, aunque de vez en cuando se ven chopos altos, esbeltos, en torno a los manantiales y acompañando a los ríos; de pronto, cuando menos lo esperas, en lugar siempre estratégico, aparecen los pueblos: uno en un valle, otro en una loma, todos como ruinosos y despoblados, sin fallar nunca la iglesia en medio, con la silueta de la torre recortando el firmamento.

Para nuestros ojos castellanos, hechos a volar a través de una atmósfera limpia y vacía, sin encontrar obstáculo alguno llega hasta el infinito, al encontrarnos en el alto del Puerto de Pajares, si miramos para Asturias lo primero que vemos es que no vemos nada, o casi nada, una niebla algodonosa nos cierra el paso, y si no es la niebla, los ojos chocan de frente y muy próximos con montañas redondas y apretadas unas a otras, cuyas laderas las cubren castaños, robles, sauces, laureles, manzanos… Por las escarpadas pendientes raptan aquí y allá caseríos y los típicos hórreos sostenidos por cuatro espigones. También abundan vacas rubias y pías que pastan y mugen en las praderas pintadas de verde opulento.

Es decir, que estamos en el mejor escenario para caer en la cuenta de que no todo es Castilla, que la tierra es grande, rica y variada, que el mundo es de muchas maneras; pero aún hay más, percibir que desde la llanura sin fin se ven las cosas mejor y más claras que en ninguna otra parte, y en razón de ello son legión los que consideran que nuestro terruño es uno de los lugares más bonitos e interesantes del universo.

Besos y abrazos

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