LA
TELE Y YO
Valladolid
23 de Julio de 2001
Queridos hijos: La tele y yo,
ni yo para ella ni ella para mí, pero si alguna vez me paro un momento para
mirarla, enseguida salgo haciendo fu,
pensando que lo mejor hubiera sido no haberme parado con lo sorprendido
que quedo con la cantidad de sucesos que cuenta el chismarraco y la minuciosa
atención que dedica a cada uno de ellos, con especial preferencia a los que
derraman sangre por un tubo, demostrando el mal gusto de la gente y la poca
imaginación de los meros gallos que la programan.
Pulsas el botón de encendido y empieza el baile, con el consabido
estilo catastrófico te inundan de gotas
frías, desbordamientos, ciclones desbastadores, corrimientos de tierra,
temblores...y además de tanto fenómeno dañino cuenta que entre gitanos y payos
se organiza la gran camorra con el resultado de el suelo empapado de glóbulos rojos; en otro lugar cualquiera un
individuo cose a puñaladas a su compañera y a la madre de ésta, suicidándose
después en presencia de sus hijos; un
abuelete muere achicharrado en su casa donde vivía solo; una madre
abandona a su hijo recién nacido en un contenedor de basura; un niño de tres
años cae al Manzanares sin apenas consecuencias porque el famoso río no lleva
agua ni para ahogar a un pajarito; a una quinceañera la asesina por la espalda
un desconocido sin razón ni motivo... y todo esto lo repiten desde todos los
planos y distintos puntos de vista, interrogando a la portera, a una vecina, a un señor que
fue el primero que lo vió y se explica sólo regular porque tartamudea enseñando
un único diente.
Ciertamente son cosas de interés general, interesan únicamente a los
parientes y al corro de curiosos, pero claro, se trata de excitar el morbo de
la gente y de llenar las pantallas de telebasura.
¿Es que no hay en el mundo cosa de mayor deleite y entretenimiento?
¡Jo, qué tropa!
Paternales besos y abrazos
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