JACULATORIAS JOCOSAS
Valladolid 20 de Julio de 2001
Querida hija: No sé como es
Dios, pues para saberlo tenía que ser Dios, porque el concepto puro de la
divinidad resulta inaccesible al entendimiento humano, sin embargo me permito
imaginar su cara sonriendo
caritativamente si llegasen a sus oídos jaculatorias jocosas,
jaculatorias-chiste.
Resultará, posiblemente, más
de su agrado escuchar rezos con el pensamiento, poniendo en ellos toda nuestra
imaginación que recitar como papagayo una retahíla aprendida de memorieta.
Soy un completo desmañado que
careciendo del talento humorístico bastante y suficiente para discurrir una
invocación chirigotera, graciosa como para que la Divina Majestad se
caiga del trono rodando por el suelo de risa, me conformo con menos. Sin
pretender resistir ni alterar el orden instituido por el Cielo me permito mi
propio padrenuestro, escasamente modificado, lo suficiente para que suene diferente a los oídos de Dios
y no se pierda entre la oleada de oraciones idénticas.
Padre nuestro, de todos, sea cual sea la edad, el color
y el lugar en que se haya nacido, que estás en el cielo, en la tierra, en cada
hombre, especialmente en el corazón de los humildes y de los que sufren.
Bendito y santificado sea tu nombre en todo lugar y momento a voces solemnes y
con susurros en los corazones emocionados. Venga a nosotros tu reino, el de la
paz, del amor, la solidaridad y la amistad para que nos enlace a todos. Aleja
de nosotros en lo posible el reino de las envidias, el murmullo, la tristeza, el
dolor y el egoísmo. Hágase tu voluntad siempre y donde quiera, que tus deseos
no sean obstaculizados por los poderosos, esa caterva de traviesos que plantean
pleito a tu voluntad divina. Haz que luzca cada día un buen sol, ese que todo
lo germina y madura, agua dulce, copiosa y oportuna, porque esa agua será pan,
un pan que menudo milagro será para los tantísimos afectados de pleno por el
hambre que muy frecuentemente no tienen nada que llevarse a la boca, y dáselo,
dánoslo, hoy, porque mañana puede ser tarde. A la vez que nos alejas del pan de
la cizaña que siembra envidias y división. Perdónanos, no como perdonamos
nosotros, porque con nuestro inhumano comportamiento nos saben a gloria las
desdichas ajenas, sino como lo haces Tú, sin dar lugar a odios ni rencores. No
nos dejes caer en tentaciones ramplonas, menos aún en la de almacenar lo que no
nos diste, ni acumular lo que necesitan otros. Líbranos igualmente de mirar con
recelo a los demás.
Líbranos, finalmente, de los
peligros que nos acechan, que con tanta guerra terrorista no son pocos, y somos
muchos los que deseamos vivir en paz. Amén, amén, amén.
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