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jueves, 23 de octubre de 2014

GORGIAS, O DE LA RETÓRICA



GORGIAS, O DE LA RETÓRICA
Valladolid Octubre de 2001.

Queridos hijos: Continúo divertido e interesado con los Diálogos, ahora Gorgias, o de la Retórica, en el que mantienen un coloquio Sócrates y Gorgias sobre lo que es y lo que debe ser la Retórica. ¿Cuál es el objeto de la Retórica? Enseñar las reglas del buen decir, explicar los principios que gobiernan y dominan la persuasión. Pero ¿qué clase de persuasión?, porque todas las ciencias quieren persuadir de algo. La Retórica de lo que persuade es de lo justo y de lo injusto. Pero saber eso, replica, Sócrates, no es saber bastante, es necesario más: cómo y de qué persuade y si es para bien o para mal. La pregunta no rinde a Gorgias que aclara que la Retórica es por excelencia el arte de persuadir en el sentido que da los medios de hacer prevalecer su opinión en todo y contra todo. Puede usarse para bien o para mal, pero quien haga mal uso de ella, no es la Retórica a la que hay que culpar, sino a él.
Platón, hablando por boca de Sócrates, sigue poniendo objeciones, señalando como punto decisivo no escoger la extraña Retórica, la sofistería, que se limita a hacer a la gente lo que es bueno o malo, justo o injusto, guapo o feo según la necesidad del momento, que sería un arte pérfido e inmoral, no verdadera Retórica que se inspira en la verdad, la propaga y persuade con ella.
En su turno Gorgias puntualiza que el retórico que ejerza su arte con profunda moral le resultará imposible hacer mal empleo de ella, si conoce la justicia y la verdad será incapaz de persuadir a nadie de la injusticia y de la falsedad, porque en el mundo sólo es auténticamente feliz el hombre honrado, y el más desgraciado el que comete  impunemente injusticia, puesto que es peor y más denigrante cometer injusticia que ser víctima de ella.
Las ingeniosas preguntas de Sócrates van aclarando las cosas, pero Chairefo manifiesta que la fuerza de la Retórica radica en lograr hacer lo que se quiera. Más, ¿qué es hacer lo que se quiera? Es querer lo aparentemente ventajoso, porque no hay nadie que no prefiera su conveniencia a todo lo demás. Bien, para un hombre despojado del sentido de discernir el bien el mal, no supone mucho hacer lo que le venga en ganas, pero si está dotado del buen sentido no es seguro que haga siempre lo que quiere haciendo lo que ordinariamente hace, que no es lo que quiere, sino aquello en vista de lo cual hace lo que hace, es decir, que somos nosotros y nuestra circunstancias, y pone el ejemplo del enfermo que toma una poción amarga, no porque la quiera tomar, sino porque quiere curarse. Si alguien quiere su bien  haciendo lo que hace todos los días , hace lo que quiere, si no, no.
En fin, como en el cruce y entrecruce de preguntas y respuestas se tocan todos los pitos referidos al tema, y como el arte de la palabra tiene su oponente en sofismas y galimatías, oscuras y confusas artimañas  para hacer sentir indiferencia  hacia la verdad, falsos razonamientos para inducir al error, Sócrates hace objeciones jocosas, pero cargadas de razón cuando se asegura que una cosa es mejor cuando procura más placer satisfacerla, es decir,  que la felicidad consiste en la satisfacción  de los deseos, cuanto más y mayores sean estos más feliz se será, de lo que se deduce que la dicha mayor de la vida es estar permanentemente con hambre, sed y picazón para poder estar comiendo, bebiendo y rascándose a todas las horas. Por supuesto, nada más falso.
Hijos, no sé si mi desordenado y poco retórico resumen os animará a pasar un buen rato con unos razonamientos capaces de satisfacer la inteligencias más exigentes; yo, por si acaso, pongo a vuestra disposición los famosísimos diálogos platónicos.
Besos y abrazos