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domingo, 23 de noviembre de 2014

ANTE DIOS TODOS SOMOS IGUALES



ANTE DIOS TODOS SOMOS IGUALES

Valladolid 23 de Noviembre de 2001
Queridos hijos: Admira las formas tan opuestas con que los hombres conciben a Dios según la doctrina religiosa que practican. Los católicos, aunque a veces lo olvidemos, gozamos de las mejor de las suertes con nuestro Dios, todo bondad y justicia. Nos concede el libre albedrío, la conciencia es libre de hacer el bien, pero cuando caemos en la tentación, el pecado no es considerado como acto imperdonable, sino una debilidad para la cual debe tenerse compasión y respeto. Más aún, mostrando arrepentimiento todo se nos es perdonado. Y por si todo esto no fuese suficiente maravillosidad, existe el tesoro de las indulgencias, antes incluso se compraban, con las que nos liberamos  del castigo temporal sin pasar por el purgatorio, esa cámara de tortura que Dios mandó construir para pagar deudas contraídas como sustituto del castigo eterno en el infierno.
Mejor, imposible. Pero aún hay más: a los ojos de nuestro Dios todos los hombres somos iguales, hermanos en razón de descender  de la pizpireta Eva y el ingenuo Adán, y haber sido hecho a su imagen y semejanza.
Algo diferente es el Dios de luteranos y calvinistas, un tanto déspota, con escaso amor divino y poco justiciero ya que es capaz de condenar , antes de nacer,  a una parte de la humanidad a la dicha eterna y a otra a eterna condenación sin motivo ni razón, por puro y duro capricho: "éste al cielo, éste al infierno", sin que nadie goce de la mínima posibilidad de cambiar el predestinado destino, lo que origina tremenda desigualdad básica entre los hombres, dado que existen dos clases de personas, los buenos y los malos. ¿Cabe manera más injusta y arbitraria de negar la igualdad entre los seres humanos? Tan profundamente desiguales, los malos son merecedores del mayor desprecio por parte de los afortunados.
O sea, veréis, un predestinado al cielo, por malísima persona que sea, su puesto en el Paraíso no se lo quita nadie y es destinado al infierno, así sea un santo, tiene bien asegurado su sitio en el averno. La salvación o la condenación no es resultado del bien o mal obrar  del hombre durante su vida, es inútil todo esfuerzo para librarse de su destino, circunstancia  que invita a vivir en plan golfería, pero existe un problema, y de bulto,  la duda de si eres de los unos o de los otros. Triunfar en lo terrenal es buena señal,  así que hay que desarrollar  actividad frenética, la tendencia  impulsiva a hacer algo buscando el triunfo en la vida, pues lograrlo es señal evidente de hallarse entre los afortunados. Bien, son ideas que no comparto, pero hay que respetar el parecer de los demás.
Hijos, para que reine la paz hay que considerar a todos los hombres iguales, con los mismos derechos.
Besos y abrazos