DISCUTIR NO ES PELEAR
Valladolid 26 de Marzo de 2002
Estimado amigo: Hoy no
escribo a mi hija, lo que hago cotidianamente, te escribo a ti, testigo
presencial del desrazonado rifirrafe de ayer, y mira, verás, al grano: los
hombres por naturaleza tenemos propensión a la discusión, y en ello empleamos
bastante de nuestro tiempo y pasión, discutimos donde quiera que estamos: en
casa, con los hijos, con los amigos, en el bar... lo que no está mal, porque en
realidad la discusión forma parte de nuestra vida cotidiana, y en razón de ello
saber discutir bien y con sensatez, además de contribuir a aclarar la verdad,
da ocasión para demostrar y ejercer nuestra madurez mental y psíquica, y algo
aún más fundamental: aprender a respetar a los demás, aunque piensen de forma
diferente.
Ahora me estoy
preguntando a mí mismo si sé discutir bien, con sensatez, tratando de buscar la
verdad, escuchando las razones del contrario, en definitiva, si tengo algún
"taliento en el celebro". Al menos, me respondo: pretendo hacerlo de
un modo aceptable. Pero, vamos a ver, ¿qué es discutir? Pues, sencillamente,
examinar entre varios una cuestión y opinar,
tratando de llegar entre todos a aproximarnos lo más posible a la verdad,
sin que nadie se crea en posesión de la
verdad absoluta y, por consiguiente, autoconsiderarse vencedor indiscutible,
cuando en realidad no tiene las más zorra idea del tema que se discute. De
sabios es escuchar y seguir el consejo de Machado que dice: "¿La verdad?
Ni la tuya ni la mía, vamos juntos a buscarla".
O sea, que en las
discusiones, como en todo, la actitud marca la diferencia, y en una disputa
sensata, respetuosa e inteligente, hay que tener muy presente que nadie tiene
TODA la razón, sino SU verdad, que bien
puede no serlo, por lo que lo correcto es escuchar y respetar a los demás, más
que tener la razón.
Saber escuchar y
discutir sin agresividad es una gran virtud, y no digamos la importancia máxima
que tiene saber distinguir entre las personas
y sus opiniones.
Amigo, tú bien sabes
que se da frecuentemente que alguien suelte verdaderos despropósitos y que en
consecuencia tomemos por estupidez lo que dice, pero ¡ojo! Porque será estúpido
lo que dice, pero las personas no son estúpidas, sino respetables y dignas de
consideración. Y aún hay más, es de persona inteligente admitir que es fácil
equivocarse, y si se ha tenido un fallo admitirlo con sinceridad.
En toda discusión es
de caballeros terminar amigablemente, ahora bien, si el discutidor no le
interesa razonar, sólo polemizar sin fundamento, para qué perder el tiempo, y
lo más razonable es decir lo que en tales ocasiones decía el sabio Salomón:
"para qué tomar en cuenta las emanaciones que brotan de cerebros cretinos" que es exactamente lo que hago
yo con quien al comentar algo perfectamente razonable, con superlativa mala
educación, descaradamente te tacha de un mentiroso a quien no cree nada.
¿Quién fue él para
insultar calificándote de embustero nada más porque le da la gana? A qué viene la hostilidad irracional y ese
pasarse por debajo del sobaco las opiniones de los demás, porque cree no existe
más razón y realidad que la
suya. Porque veamos, si yo hubiese contado que he subido a la
luna y bajado uno de sus cuernos, estaba en su derecho de no creerme, pero si
simplemente cuento que he invitado a mis nietos a comer y de postre les he dado
una propina, no veo por ninguna parte la
razón de la
incredulidad. En fin, amigo, lo dicho, "para qué tomar
en cuenta..."
Un abrazo