Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

miércoles, 26 de marzo de 2014

DISCUTIR NO ES PELEAR



DISCUTIR NO ES PELEAR
Valladolid 26 de Marzo de 2002

Estimado amigo: Hoy no escribo a mi hija, lo que hago cotidianamente, te escribo a ti, testigo presencial del desrazonado rifirrafe de ayer, y mira, verás, al grano: los hombres por naturaleza tenemos propensión a la discusión, y en ello empleamos bastante de nuestro tiempo y pasión, discutimos donde quiera que estamos: en casa, con los hijos, con los amigos, en el bar... lo que no está mal, porque en realidad la discusión forma parte de nuestra vida cotidiana, y en razón de ello saber discutir bien y con sensatez, además de contribuir a aclarar la verdad, da ocasión para demostrar y ejercer nuestra madurez mental y psíquica, y algo aún más fundamental: aprender a respetar a los demás, aunque piensen de forma diferente.

Ahora me estoy preguntando a mí mismo si sé discutir bien, con sensatez, tratando de buscar la verdad, escuchando las razones del contrario, en definitiva, si tengo algún "taliento en el celebro". Al menos, me respondo: pretendo hacerlo de un modo aceptable. Pero, vamos a ver, ¿qué es discutir? Pues, sencillamente, examinar entre varios una cuestión y opinar,  tratando de llegar entre todos a aproximarnos lo más posible a la verdad, sin que nadie  se crea en posesión de la verdad absoluta y, por consiguiente, autoconsiderarse vencedor indiscutible, cuando en realidad no tiene las más zorra idea del tema que se discute. De sabios es escuchar y seguir el consejo de Machado que dice: "¿La verdad? Ni la tuya ni la mía, vamos juntos a buscarla".
O sea, que en las discusiones, como en todo, la actitud marca la diferencia, y en una disputa sensata, respetuosa e inteligente, hay que tener muy presente que nadie tiene TODA la razón, sino SU verdad,  que bien puede no serlo, por lo que lo correcto es escuchar y respetar a los demás, más que tener la razón.

Saber escuchar y discutir sin agresividad es una gran virtud, y no digamos la importancia máxima que tiene saber distinguir entre las personas  y sus opiniones.
Amigo, tú bien sabes que se da frecuentemente que alguien suelte verdaderos despropósitos y que en consecuencia tomemos por estupidez lo que dice, pero ¡ojo! Porque será estúpido lo que dice, pero las personas no son estúpidas, sino respetables y dignas de consideración. Y aún hay más, es de persona inteligente admitir que es fácil equivocarse, y si se ha tenido un fallo admitirlo con sinceridad.

En toda discusión es de caballeros terminar amigablemente, ahora bien, si el discutidor no le interesa razonar, sólo polemizar sin fundamento, para qué perder el tiempo, y lo más razonable es decir lo que en tales ocasiones decía el sabio Salomón: "para qué tomar en cuenta las emanaciones que brotan de cerebros  cretinos" que es exactamente lo que hago yo con quien al comentar algo perfectamente razonable, con superlativa mala educación, descaradamente te tacha de un mentiroso a quien no cree nada.
¿Quién fue él para insultar calificándote de embustero nada más porque le da la gana?  A qué viene la hostilidad irracional y ese pasarse por debajo del sobaco las opiniones de los demás, porque cree no existe más razón y realidad que la suya. Porque veamos, si yo hubiese contado que he subido a la luna y bajado uno de sus cuernos, estaba en su derecho de no creerme, pero si simplemente cuento que he invitado a mis nietos a comer y de postre les he dado una propina, no veo  por ninguna parte la razón de la incredulidad. En fin, amigo, lo dicho, "para qué tomar en cuenta..."


Un abrazo