FÉLIX
A SER FELIZ
Melilla 30 de Abril de 2001
Estimado amigo Licerio: Son las siete y cuarto de la mañana
y mira, verás: Después de una noche tibia y callada como las de Veracruz y un crepúsculo algo más corto que los de
Valladolid, la línea del horizonte, donde se besan el mar y el cielo se tiñe de
un vistoso color anaranjado que se va intensificando en un punto determinado,
exactamente frente a mí, y cuando ese tono naranja se torna casi sangre,
aparece el primer resquicio del disco solar. Rápidamente va mostrando por
completo su carota dorada y sonriente, semejando totalmente un gran medallón de
oro pulido y cuyos primeros rayos incendian el mar y el agua centellea bajo la
luz de ese sol recién nacido. No deja de tener su grado de emoción ver nacer un
nuevo día, se experimenta una grata sensación de bienestar.
Pero
eso no es todo, aún hay más, algo que no lo digo en tono alabancioso ni para
provocar envidiejas, pero mi hija vive en una casa situada en un lugar de
aurora boreal, mejor imposible: en la playa mismamente, el agua la alcanzamos,
como quien dice, con la
mano. Tanto cuanto barco grande o pequeño que entre o salga
de Melilla ha de pasar impepinablemente delante de nuestras narices. Me encanta
mirar y mirar. El mar, justo hasta el rompeolas, es de un azul verdoso, allí
cambia bruscamente a un azulón añil que se mantiene hasta el horizonte, donde
se abraza con un cielo de un azulillo suave que va ascendiendo pasando
gradualmente por una gama de azules hasta alcanzar el cenit que se intensifica al
máximo, llegando a asemejarse al espléndido
color del firmamento vallisoletano de los buenos días.
¿Piensas
que ya lo he dicho todo? Pues no, aún
queda más, lo mejor, mi hija es una mujer, apacible y alegre que todo lo hace
con buen grado y simpatía, por lo que vivir a su lado es cosa grata, es gozar
de paz y tranquilidad. O séase, que estoy pasando unas vacaciones contentorro,
lleno el cuerpo de buenas vibraciones y la boca de risas, lo que es estupendo,
porque no conviene olvidar que la risa es al hombre lo que el sol a las flores.
Hace
años, no muchos, cuando mi espalda era otra,
Melilla era para mí un pañuelo que recorría cómodamente a pie, ahora ya
no tanto, pero con mi hija, automovilísticamente callejeamos que es un primor
por una ciudad transformada hasta casi convertirse en una bella desconocida. La
vida aquí según en qué y cómo, esta más barata. Por poner un ejemplo: la
gasolina sin plomo, 90 pelas, la super, veinte duritos. El pescado, ayer compre
salmonetes y gambas, ambos a mil pesetas el kilo. Por cierto, como estoy de
vacaciones, y bien sabes que tengo mucho taliento en el celebro y tengo que
usarlo para que no se me evapore, he decidido que he de tratarme como si fuera mi mejor amigo. Al fin
y al cabo, así debe de ser, voy a alegrar el estómago con unas gambitas al
ajillo de chupe lere, porque si el
estómago está contento, alto está el ánimo. Te llevaría un par de kilos, pero amor con amor se paga,
tú de las bodas nada me trajiste.
Voy
a hablar con franqueza y confianza, tú, Licerio, listo no eres, te gano al mus,
te gano al billar, te gano a comer y beber...pero la verdad, y todo y solo la verdad, tontito del todo
tampoco, así que echa a volar la imaginación y contémplame tal cual estoy
tumbadote en la terraza ante una vista espléndida, a la derecha, ahí mismo, quinientos metros,
el puerto marroquí de Beni-enzar, aquí mismo, a la izquierda, el de Melilla,
debajo la playa bulliciosa y frente por frente la bahía animada con motoras
rápidas, algunos pequeños veleros y, casualmente ahora parte el Ferry con
destino a Málaga; en el cielo luciendo un sol espléndido que a mí me llega
tibio y acariciador porque tengo funcionando
el aire acondicionado, es decir, que sopla una brisita marina que es el
mejor ventilador disipador de calores excesivos. Pues bien, así como me ves, me
digo a mí mismo: Félix, a ser feliz.
Y como lo soy, dentro de lo que cabe, echo también mano a la varita mágica de
la imaginación y ensimismado, metido en hondas ensoñaciones fantaseo con una
idea levemente irreal, toda una utopía. Verás lo que ha pasado por mi cabezota.
Pienso que la vida, bien considerado, no es vegetar, que debiera ser saltarse a
la torera la realidad e intentar hacer posible lo imposible. Me explico, si
puedo: si ahora mismo se me hiciera visible un portentoso mago (Dios, Alá,
Jehová...), y se ofreciese a concederme un deseo, lo que iba a pedir sería que
de pronto a los seres humanos nos brotasen alas en el corazón para volar hacia
los demás, esto es, capacidad para mirar al prójimo con ojos alegres, benevolentes,
hasta con cariño y de este modo ser todos perfectamente felices. Será difícil,
por no considerarlo imposible, pero ¿a que sería bonito se hiciera realidad el
prodigio tal como lo he imaginado?
Licerio,
sé que me tienes envidia porque soy más guapo que tú, pese a ello y para
patentizar que tengo un corazón de oro que rebosa sentimientos amistosos, te
envío un abrazote que deje claro para siempre que te estimo al máximo. Otro,
con todo el respeto del mundo, para tu santa esposa, que ella si es buena, y no
tú. Ah, que no se me olvide, saludos a
los amigos.
Salud y felicidad,
Félix
P.D. Licerio esta carta te llagará no sé cuando y no sé desde donde, quizás la
recibas desde el mismo Valladolid, aunque yo esté aun aquí en Melilla. Se la
envío a una nieta que vive allí, por medio del correo electrónico.