Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

lunes, 28 de abril de 2014

OLORES Y SABORES



OLORES Y SABORES
Melilla 28 de Abril de 2001

Querida Pilonchi: Cada día paseo por la orilla del mar sosegadamente y desestresado llevando por  buen y entretenido compañero a Bruno, cuyos ojillos semiocultos, todo lo escudriñan y su hociquillo curioso y sensible no deja nada sin olisquear. Dicen personas que lo más probable es que alguna vez fueron perros,  y en razón de ello  saben que estos animales pueden percibir miles se aromas diferentes. Si ellos lo dicen, verdad será, porque lo que resulta innegable es que el sistema olfatorio en los canes tiene enorme importancia. La pasión de los perros son dos: marcar territorio, en el caso de Bruno con dos gotitas de pis en cada lugar a propósito que halla a  su paso, y olisquearlo todo, cada rincón, esquina, y no digamos si encuentra un congénere, no pasa sin oler y reoler minuciosamente.
Yo he gozado, o padecido, un olfato similar al de estos buenos amigos del hombre. Mi vocación frustrada ha sido la de oledor de perfumes. Tenía  cualidades para destacar, hubiera llegado lejos. Siempre he percibido los olores de forma más intensa que el resto de la gente, y el sentido del olfato me ha producido un flujo constante de información, cualquiera molécula odorífica que flotase en el aire llegaban a mis orificios nasales cargados de detalles  informativos que me han servido tanto de defensa como para apreciar datos gratos o como causa de irritación: el olor a raposa de las bisagras sudadas  de personas poco aseadas, la ropa de los fumadores, un escape de gas, el exquisito aroma de  los alimentos...
El sentido del gusto sólo recoge cuatro sabores, el ácido, el salado, el amargo y el dulce, las demás sensaciones que creemos gustativas dependen del olfato. El olfato, muy relacionado con el gusto, evoca muchos recuerdos, la capacidad de percibir los  olores llevan al fondo de los recuerdos, y, por supuesto, envía datos  a la zona del cerebro que  controla las emociones.
Con los años  he visto mermada notoriamente mi capacidad  para apreciar  los olores, y la perdida del olfato lleva aparejada la pérdida del gusto. En esto, como en tantas otras cosas, no soy en absoluto quien era. Las neuronas encargadas de recoger las sensaciones olfativas ya no rulan como lo hacían, y es que las pobrecitas, la que no está  coja está manca, qué pena.
Este  correo tan largo me está empezando a oler a chamusquina, así que corto el rollo y mañana será otro día.
Adiosito del bueno de tu apá.