Historias de toda una vida

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miércoles, 19 de noviembre de 2014

SUBLIME ESPERANZA



SUBLIME ESPERANZA

Valladolid 19 Noviembre de 2001
Queridos hijos: Si me veis como me veo me llamareis iluso por vivir de ilusiones vanas a sabiendas de que lo son. Mas claro: mi vivir es en realidad nada, casi nada, apenas tratar de enlentecer algo el tránsito del tiempo con trucos de ociosidad con escaso éxito, porque los días caen, caen los años de prisa, de prisa, y la fecha de caducidad de mi vida está cada día más próxima, y como dijo mi paisano Jorge Manrique:
Cómo se pasa la vida,
Cómo se llega la muerte,
Tan callando.
Pero, ojo, os lo voy a decir despacito para que entendáis: esto no significa que me asuste la perspectiva de la muerte, es decir, no me asusta demasiado, pero, claro, por eso de que si uno se muere lo hace del todo y para el más para siempre de los para siempre, me hace apegarme a la vida, a la alegría de vivir. La muerte sería mejor que la vida si uno tuviera la absoluta seguridad de que el alma es enteramente inmortal y que después  del tránsito de este al otro mundo encontrásemos algo mejor.
Tengo el alma un tanto destemplada, pero voy a templarla  asfixiando al gusano de la duda que me mordisquea el cerebro con la martingala de que cuando el alma se separa del cuerpo  se desvanece como el vapor y deja de ser. Lucho porque nada ni nadie me amargue la dulce esperanza, la firme seguridad de que al partir de esta vida terrenal  hacia el Más Allá nos espera  una existencia eterna y bienaventurada envueltos en la refulgente luz de Dios.
Hijos, a ser felices gozando de la alegría de ser jóvenes.
Besos Y abrazos,