03-07-2015
Querida
Cuata: Corto pero intenso podría definirse tu tiempo de estancia en esta casa.
Hemos aprovechado cada minuto de ese tiempo en el que hicimos de todo excepto aburrirnos… o llorar si no era de risa.
No faltó el
guacamole, el fresco gazpacho, choricito del pueblo y “pelusas”, tan sólo nos
sobró calor de esta intensa ola que atravesamos y que parece no tener fin.
Sin que
mediara aparato tecnológico alguno, recordamos frente a frente añoranzas, confidencias.
Rescatamos la vieja vajilla de nuestros respectivos ajuares; desempolvamos los
juegos de “Escoba”, “Trivial”, “Hundir la flota” o el tan querido “Revoleto”,
que tantas horas sobrantes llenaron antañonas mañanas y tardes con los siete
niños que entre las dos juntamos; a buen recaudo en la escuela… o bien cerquita
de nuestras faldas enfrascados en sus juegos para poder ahora compartir sus
mejores recuerdos de infancia.
Las casas
limpias, comidas y compra a punto ¿Recuerdas? Nos daba tiempo para todo y
muchos días nos sobraba para echar una partidita.
¡¡Qué tiempos!! Sin achaques, sin más problema
que llegar a fin de mes, atender perfectamente casa y marido y encargarnos de
la educación y crianza de los siete diablillos más maravillosos que la vida nos
regaló. Esa vida que nos devuelve con creces el amor de los nuestros y la dicha
de ser abuelas gracias a Cristina y Cecilia (de momento).
Somos
afortunadas cuata; achacosas, pero afortunadas de no importarnos tanto los
malditos dolores como seguir al pie del cañón por y para ellos. Afortunadas de tenernos y ser
desde hace más de treinta años amigas en letras de oro. Cuatas del más preciado
valor inmaterial.
¿Qué puede
ocurrir en mi vida que tú no sepas? ¿Qué
podría suceder en la tuya sin ser yo la primera en recibir de tu mano la
noticia? Incluso estamos de acuerdo en que nuestros nietos son a la par los más
bonitos del mundo.
¡Tantos años!
Toda una vida discutiendo sin reñir jamás. Cualquier tema es bueno; ninguno se
nos resiste pero… desde que cambiaste el nido, tan lejos del mío, y por nuestra
“pereza”; por no encontrar nunca el momento idóneo para quedar a tomar algo
fuera del refugio que son nuestras casas, siempre platicamos vía telefónica o
deslizando los artríticos dedos tecleando whatsapp. Nunca pudo ser tan frente a
frente como estos pocos días que pudiste tomar de desconexión y viniste “al
pueblo” a descansar, y a fe que lo logramos ambas, disfrutando como aquellas
veinteañeras que fuimos.
Hemos
exprimido al máximo las horas de esos pocos días y ahora has quedado en volver,
pero eso… eso ya no lo veo yo tan claro.