INTERPRETACIÓN
DE LOS SUEÑOS
Valladolid 7 de Julio de 2001
Queridos
hijos: Soy dormilón y no poco soñador, sin que falten las pesadillas: me
persigue un toro, me arrolla un tren, me precipito por un abismo... en fin, os
hablaré de sueños, los que no hace tanto
se les consideraba cosa de poca importancia porque no decían verdad ni nada
significaban, pero Freud ha venido a demostrar que de eso nada, todo sueño
manifiesta un deseo reprimido, y la labor del sueño es satisfacer ese deseo
insatisfecho. Por disparatados, embrollados y confusos, por más que carecen de
sentido, todo sueño encierra siempre un significado oculto.
En los ingenuos sueños de los
niños resulta fácil descubrir sus deseos más íntimos porque coinciden el
contenido latente con el manifiesto.
Recuerdo que Jorge siendo crío, un
día en la piscina que no le permití bañarse porque tosía, según me contó después entusiasmado había pasado la
noche nada que te nada. En otra ocasión que no había participado de la tarta
que se sirvió por haber vomitado, soñó que le habían servido una tarta entera
para él solo.
Pero en los adultos el
inconsciente, que es quien gestiona los sueños, es vivales, malicioso y astuto
y comete todo tipo de fechorías delictivas bajo apariencia de acciones
inofensivas. Si soñamos algo en apariencia inocente, sin malicia, casto y puro
es porque una conciencia noble y bien nacida se avergonzaría de vilezas y
bellaquerías, porque honrados sentimientos están lejos de participar en las
canalladas, pero el inconsciente, el muy truhan, refugiado muy en el fondo de
nosotros y maestro en actuar bajo los más extraños disfraces, de pronto se
manifiesta con representaciones simbólicas tan llenas de malicia, pero con tal
apariencia de actos ingenuos y honrados que llegan a ser verdaderas obras de
arte. Sirva de ejemplo el señor que se mantuvo todo un día preocupado por la
dificultad que le suponía saldar una deuda, y la preocupación del día continuo
en la noche, lo que le orilló a soñar que una adivina le secreteaba el número
que saldría favorecido con el premio gordo de la lotería y le llovía encima dinero a mogollón. Hasta
aquí todo normal, pero desenmarañado el embrollo por el psicoanalista, es
decir, aclarado no lo que aparentemente decía, sino lo que de verdad "decía", perplejo descubrió que su
deseo intimo era que un tío rico y solterón que le dejaba en posesión todos sus
bienes, había muerto repentinamente atropellado por un automóvil cuyo conductor
se había dado a la fuga, que quién quita fuera él mismo. Pero lo bueno viene
ahora, después de la granujada el pícaro inconsciente se lava las manos,
olvidándolo todo rápidamente. ¡Qué bonito!
Pero vamos a ver, bien
consideradas las cosas el inconsciente, en el tema de los sueños, no pasa de
ser un súper yo bonachón donde los haya, porque aunque capaz de tramar las mayores barrabasadas para
satisfacer deseos reprimidos, se limita a soñarlo, que es el sustituto de la
acción, sin dar un paso más, suficiente, sin embargo, para que al llegar la
mañana el cuerpo se sienta satisfecho y el alma serena al verse libre de su
tensión interna.
Hijos, tenéis que reconocer que
este juego de los deseos secretos es para rodar por el suelo de risa, de no ser
perfectamente exacto.
Besos y abrazos de
vuestro padre