MÁGICA
INFLUENCIA
Valladolid
l de Julio de 2001
Queridos hijos: He pasado cien días con Rocío y de su alma de maestra
escribo con el corazón, con las puertas abiertas de par en par de mi cariño y
admiración, por lo que pudiera parecer que exagero si digo que enseñando las
primeras letras a sus jovencísimos alumnos con tanto amor, entusiasmo y
simpatía que, al menos a mí, me parece que su labor de magisterio tiene algo de
prodigioso.
A veces no nos percatamos de lo oscuro y tenaz que resulta el trabajo
de maestro porque para llevar a cabo su aparentemente humilde y sencilla labor no hacen falta
conocimientos extraordinarios, pero sí mucha ternura y entusiasmo latiendo en
su corazón y un noble espíritu cuyo
anhelo es moldear jóvenes caracteres y despertar en ellos el primer amor y
gusto por el estudio.
Me emocionaba verla rodeada del nutrido grupo de tiernos infantes
sobre quienes ejercía una especie de mágica influencia, no sólo por lo que
dice, sino por el modo de decirlo, el gesto, el tono de voz con que lo
pronuncia y la suave pero eficaz autoridad. Toma muy en serio su trabajo, hasta
las bromas y los juegos los toma en serio, con noble seriedad, es decir, con
dulce humorismo, gracia y simpatía.
La labor de Rocío, educar silenciosa, paciente y sacrificada resulta
también muy gratificante por lo que tiene de conmovedor y emotivo vivir con los niños sus primeras
emociones y pequeños problemillas de su vida.
Hijos, que Dios os conceda la salud y la alegría de vivir que vuestro
padre os desea.
Besos
y abrazos
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