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lunes, 7 de julio de 2014

MARABUNTA AUTOMOVILÍSTICA



MARABUNTA  AUTOMOVILÍSTICA

Valladolid  2 de Julio de 2001



Queridos hijos: Estalló la marabunta  automovilística vacacional, los días de excitación en que un torrente de coches arrancan a toda mecha en todas las direcciones, escapando  del fastidioso vivir cotidiano para, entrando de lleno en la vorágine de la que se sale con estrés extremo por los atascos kilométricos en los que a veces se avanza a la velocidad de la carreta que pilotaban en el pueblo antes de la estampida migratoria, pero quién dijo miedo, histéricos al máximo, aprovechando el menor resquicio escapan por la tangente hacia la playa abarrotada hasta la bandera de la misma caterva de gente de que se huye, masa de devoradores que lo consumen todo en comederos y bebederos abusivamente caros, achicharrarse las carnes bajo un solazo áspero y abrasador, soportando ruidos y apretujones que no dejan descansar ni dormir, presenciando inverosímiles visiones, abueletes en calzoncillos y abuelillas a la intemperie sus secas y colgantes tetitas, a más de andar con sumo ojo para rehuir a las medusas que no dan abasto a picar a tanto bañista.

Este masoquismo masivo y voluntario que parece tanto no es todo, falta lo peor, el regreso con tanto drama. ¡Demasiados muertos! Y es que no puede ser, hay quienes no se enteran que la vida no retoña y se la juegan absurdamente. El colmo del desatino es salir de casa llenos de alegría y de vida y volver metamorfoseados en cadáver.

La velocidad es sagrada y no se puede jugar con ella, pisar el acelerador tiene su límite y quienes se dejan embriagar por la loca emoción que produce pisar a fondo viajan sobre un polvorín con la mecha encendida, y si aún más, intervienen la imprudencia y la irresponsabilidad y en vez de una copa de menos es media botella de más, las consecuencias llegan demasiado lejos, como queda palpablemente demostrado semanalmente con medio centenar de dramáticas muertes.

No se puede sentar uno al volante sintiéndose desbocadamente optimista, cayendo en la credulidad boba de considerarse más listo que nadie y arrancar a todo gas, ¡¡rooooer!! Porque, claro, el más leve descuido y en la primera curva lo que queda del vehículo es un amasijo de hierros retorcidos en medio de una columna de humo negro.

Permanecer estoicamente en la ciudad vacía, tampoco significa estar exento de molestias y peligros, ahí están impidiéndolo el festín de ruidos de las escavadoras  con su permanente estrépito, y las grúas, que no es la primera que se precipita sobre algún viandante, enviando su alma a fundirse con Dios.

Hijos, vosotros a ser felices y a estar tranquilos.
Besos

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