NUESTRO
FAMOSO RÍO
Valladolid 6 de Julio de 2001
Queridos hijos: Dado que la mañana es
alegre y agradable apetece un paseo y aprovechando que el Pisuerga pasa por
Valladolid, ¿por dónde mejor que por sus orillas? Pero ocurre que paseo también
los ojos y veo el río de desperdicios de sus riberas. Sorprende la cochambre
que arrastra, aunque en realidad no sorprende tanto, pero sí entristece
comprobar la manera irracional con que se trata nuestro famoso río,
convirtiéndole en auténtico vertedero de
basura, arrojando en él increíble cantidad de desperdicios. Cabrea, da dentera
observar como se contamina todo sin ser
conscientes de nada. Lo que no sirve,
¡hala! a volar de cabeza al río: botellas, zapatos, cajas de leche,
plásticos, sillas, neumáticos, hasta camas, colchones, frigoríficos, animales
muertos y lo peor de todo, los desagües, que con los calorones reinantes, al aproximarte al espumoso recodo
despierta violentamente el olfato. ¡Qué pésima impresión!
Pero
en realidad, hasta aquí nada nuevo. No es nuevo ver cometer la barrabasada de
contaminar el río y lo que no es río. Bien, lo que sí es novedad es que ahora
resulta que no. Resulta que como está de moda calificarlo todo de ecológico, se
trata de transformar cuanto se nos ponga por delante, lo estoy leyendo en la
prensa, y es una cosa que ya digo, lo que nos faltaba.
Los
responsables organizadores del turismo, para atraer ese tipo de visitantes que
lo inundan todo sin valorar nada, pero dejan pasta, los increíbles geniecillos
queriendo enmendar la plana a Dios y a su hija la madre Naturaleza proponen un
plan genial, se trata de sustituir el bello color verde de la arboleda que
bordea el río por otra artificial de mil colores a base de pinturas químicas.
Lo que hay que ver, pensarán, quizá, que harán felices a los pájaros construyendo sus nidos en árboles tan
decorativos, y hasta puede que se animen a poner ellos mismos los huevos de
colores, a las ardillas acudirán en tropel
a trepar jubilosas por los árboles de colorines. Lo que no se les ocurra
a ellos no se le ocurre ni al diablo.
Besos,
besos y más besos de nuestro padre
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