Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

jueves, 6 de marzo de 2014

HIMNO DE CORNÓN



HIMNO DE CORNÓN
Valladolid 6 de Marzo de 2007



Querido hermano corniguardeño: Bien venida sea nuestra correspondencia electrónica, aunque por lo que observo, en mi último e-mail  me expliqué tan torpemente que no logré hacerte ver que todas mis cartas están escritas en clave de humor y, por consiguiente, de ningunísima de las maneras se trataba de acusaciones de traición y deslealtad al terruño, sino de una regañina jocosa para soliviantarte un tantito por tu ufanarte de ser de  Guardo, como si los mozos de pan pringao guardeños  lo fuesen más que mis paisanos, razonamiento que  a nadie admite de buen grado éste que orgulloso y que para evidenciar que no es atacado por complejo  de sentirme cornito, ahorita mismo, debieras oírme, estoy vociferando emocionado el himno de Cornón: “Ya se murió el burro, que acarreaba la vinagre...”     

Bueno, ahora hablando en serio, a mí, al igual que te ocurre a ti, de Cornón no guardo el menor recuerdo infantil. Mis visitas a la aldea natal no tuvieron lugar hasta mi regreso de México. O sea, lo que sé de Cornón y de sus gentes es por boca de nuestra progenitora, para quien, por cierto, los cornitos no eran santos de su devoción. Y nada me extraña, porque con su dulce corazón medre era mucha madre, pero el pueblo cornito la consideró siempre como una intrusa de escasísima valía, su apariencia frágil y delicada, nada apta para realizar las ruda faenas agrícolas que las mujeres cornitas estaban obligadas a realizar codo con codo con los hombres, eran motivo de escarnio y mofa.

“Ésta no es la otra”, decían en referencia a la primera esposa de  padre que gozaba de merecida fama de resistencia sobrenatural para esas duras trabajeras. Esta señora, Eugenia Loma, contrajo matrimonio el día 2 de Febrero de 1910 con nuestro progenitor,  formaron, por la información que tengo, una pareja perfectamente conjuntada y a quien todos señalaban como los futuros ricos del pueblo por su enorme capacidad de trabajo de ambos.

Bien, regresando a madre, para su mayor desvalorización leía y escribía cuando apenas algunos hombres eran capaces de desentrañar el misterio de la lectura. Mujeres cornitas absolutamente ninguna, hecho que para una  aldehuela tan  pobretona, incomunicada, aburrida, triste, cerril, analfabeta y de pocas luces era tomado como un baldón, un gran descrédito para el poblacho.

Pues eso, que quiero  dejar meridianamente claro que a mí ni fu ni fa los cornitos que cometieron la cornitada, la cornitariez de maltratar a madre y un pueblo en que nací chiripudamente, puesto que la ilusión de la autora de nuestros días era que viera la primera luz en Villalba, pero una gran nevada, de las de antaño, vino a echar por tierra el viaje en burro, lógicamente. Esa es la razón y motivo por la que aterrice en Cornón, como sabes de muy mala manera: me le caí a madre al suelo de tierra de la cocina.