HIMNO DE CORNÓN
Valladolid 6 de Marzo de 2007
Querido hermano
corniguardeño: Bien venida sea nuestra correspondencia electrónica, aunque por
lo que observo, en mi último e-mail me
expliqué tan torpemente que no logré hacerte ver que todas mis cartas están
escritas en clave de humor y, por consiguiente, de ningunísima de las maneras
se trataba de acusaciones de traición y deslealtad al terruño, sino de una
regañina jocosa para soliviantarte un tantito por tu ufanarte de ser de Guardo, como si los mozos de pan pringao guardeños lo fuesen más que mis paisanos, razonamiento
que a nadie admite de buen grado éste
que orgulloso y que para evidenciar que no es atacado por complejo de sentirme cornito, ahorita mismo, debieras
oírme, estoy vociferando emocionado el himno de Cornón: “Ya se murió el burro,
que acarreaba la vinagre...”
Bueno, ahora
hablando en serio, a mí, al igual que te ocurre a ti, de Cornón no guardo el
menor recuerdo infantil. Mis visitas a la aldea natal no tuvieron lugar hasta
mi regreso de México. O sea, lo que sé de Cornón y de sus gentes es por boca de
nuestra progenitora, para quien, por cierto, los cornitos no eran santos de su
devoción. Y nada me extraña, porque con su dulce corazón medre era mucha madre,
pero el pueblo cornito la consideró siempre como una intrusa de escasísima
valía, su apariencia frágil y delicada, nada apta para realizar las ruda faenas
agrícolas que las mujeres cornitas estaban obligadas a realizar codo con codo
con los hombres, eran motivo de escarnio y mofa.
“Ésta no es la
otra”, decían en referencia a la primera esposa de padre que gozaba de merecida fama de
resistencia sobrenatural para esas duras trabajeras. Esta señora, Eugenia Loma,
contrajo matrimonio el día 2 de Febrero de 1910 con nuestro progenitor, formaron, por la información que tengo, una
pareja perfectamente conjuntada y a quien todos señalaban como los futuros
ricos del pueblo por su enorme capacidad de trabajo de ambos.
Bien, regresando
a madre, para su mayor desvalorización leía y escribía cuando apenas algunos
hombres eran capaces de desentrañar el misterio de la lectura. Mujeres cornitas
absolutamente ninguna, hecho que para una
aldehuela tan pobretona,
incomunicada, aburrida, triste, cerril, analfabeta y de pocas luces era tomado
como un baldón, un gran descrédito para el poblacho.
Pues eso, que
quiero dejar meridianamente claro que a
mí ni fu ni fa los cornitos que cometieron la cornitada, la cornitariez de
maltratar a madre y un pueblo en que nací chiripudamente, puesto que la ilusión
de la autora de nuestros días era que viera la primera luz en Villalba, pero
una gran nevada, de las de antaño, vino a echar por tierra el viaje en burro,
lógicamente. Esa es la razón y motivo por la que aterrice en Cornón, como sabes
de muy mala manera: me le caí a madre al suelo de tierra de la cocina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se tan educado en tus comentarios como quieres que lo sean contigo