Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

martes, 6 de mayo de 2014

TENGO TRES AÑOS



TENGO TRES AÑOS
 Melilla 5 de Mayo de 2001

 Querida hija: Ver a los chavalines acudir alegres y presurosos al colé me ha picado la memoria y hecho renacer un viejo recuerdo del grandullón de tu hijo Jorge, simple aprendiz de fontanero que con apenas aún cuatro nociones de la función de las cañerías de desagüe ya se cree el coche de los bomberos, algo que en absoluto me extraña, se veía venir, desde muy chiquirritín dio claras muestras del tipo "tirao p'adelante que llegaría a ser. Pero el recuerdo que hoy me ha resucitado son las mil escarbas que presentó cierto día para no asistir al colegio.

Siempre galleando, con tres dedos tiesos, que ya era grande, que tenía tres años, pero el día en cuestión, que no, que ni hablar, no iba al colé porque era pequeñín, sólo tenia dos años, y enseñaba dos dedos.

-    Venga, Jorge, no me quieras engañar -le decía yo- Tienes tres.

-       Sí -admitió- pero no quiero ir al colegio porque me duele mucho la garganta. Y se apretaba la barriguita.

-    Muy natural -dije- a mí me pasaría lo mismo si me doliese la garganta, pero la garganta no está en la tripa.

No, ni pensarlo, no iba al colé porque llovería y se iba a mojar.

-    Vamos a ver, Jorge, ¿cómo va a llover con ese sol que luce?

Al fin dio su brazo a torcer, pero lograrlo fue obra de chinos, eran inacabables la ristra de disculpas que le obligaban a negarse en redondo a acudir al cole, pero como se hacía tarde espabiló y nos fuimos. En el camino le pregunté:

-    ¿Qué te pasa, chaval? Porque a ti te pasa algo.

Y entonces me aclaró la razón de su actitud negativa. Se trataba de un serio altercado con otro niño:

-    Este colé es mío -aseguraba Jorge.

-    No, que es mío -dijo el otro.



La cuestión quedó sin resolver por la llagada de las respectivas madres, pero la cosa representaba mucho para él que era especialmente sensible en el tema en cuestión; le había desilusionado, era una espina clavada dentro, no le gustaba la copropiedad porque a su manera entendía que lo que es de muchos es de pocos, y no había vuelta de hoja, lo tenia claro, el colegio era suyo, incompartible.



Las cosas han cambiado, yo entonces significaba mucho para él, y él, por supuesto para mí, pero ha crecido, y desarrollado musculotes de acero, y ahora su mayor diversión consiste en despeinarme. Pero, bien, todo lo doy por bueno en recuerdo de la ternura que despertaban en mí oír sus razonamientos, y sobre todo sus risas inocentes y felices. ¡Qué buenos tiempos!



Abrazos de tu padre