Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

viernes, 5 de octubre de 2012

CASUALIDADES DE LA VIDA



Con tu permiso querido tío Paulino voy a publicar esta “casualidad de la vida”. Creo que es una buena forma de completar la historia que nos contaba el Yayo.
Tú dices "que en Paz descanse". Yo digo "Que Dios le de tanta Paz como descanso dejó" y que "Le tenga donde mereciera".

Un fuerte abrazo a mis Alonso Lobato preferidos.

Marisa Pérez Muñoz

CASUALIDADES DE LA VIDA
Hola mí querido hermano FILIX:
Eres tremendo para recordar cosas, pero te voy aclarar un detalle que no es del todo exacto, el tal niño no lo era tanto. Te contaré lo que me sucedió con tal tipo: no se por qué nos tenían a los  Padres -o al menos a mí- mala voluntad y como de él era la tienda que estaba abajo de nuestra casa, a querer o no querer nos veíamos constantemente, el tal niño era un adolescente de unos 12 años que trabajaba con él en la   tienda y “el gordo” siempre le estaba hablando mal de nosotros así que el chamaquito a mì cada rato me insultaba y jamás me bajaba de gachupin; pero con toda la mala idea de insultar (comprendo que repetía lo que oía a su  patrón).
Un día que pasaba yo repitió su insulto, me dio rabia, entré a la tienda a pegarle y él se metió corriendo al fondo; encontré un palito y como no podía meterme dentro del mostrador se lo tiré, con tan mala suerte que con la punta del palo le di debajo del ojo y se le puso morado.
Nada me dijeron, pero al día siguiente al ir a subirme a la "pulguita" ¿recuerdas aquel carrito primero que tuvimos? Pues me di cuenta que tenía delante de cada llanta un clavo de 4 pulgadas (10 cent.) les cogí y se les enseñé, pero me dio una insultada padre: " gachupín que usted váyase a España que lo único que hace aquí es comernos el pan a los mexicanos… lo único que le contesté fue: "sí, trabajaré aquí y me iré a comer a España".
 Desde ese momento, con su pistolón y amenazándome, no había vez que me viera que no me insultara para que yo le contestara algo que le diera motivo de darme un tiro, al grado que yo salía de casa antes de que él abriera su tienda y cuando venía dejaba lejos el carrito y entraba con gran cuidado que no me viera.
Ya estaba yo muy preocupado con él cuando llegó el domingo y se oía el susurro, que el gordo en los indios verdes en la fiesta de los charros se peleó y otro se adelantó y le mató.
Pasada la primera impresión, me dio una paz y tranquilidad tremenda se me acabó el peligro para siempre, no volví a ver al chamaco y la tienda desapareció. Lo que no tenía ni idea -o se me había olvidado- que tú habías presenciado lo sucedido con aquel mentado gordo geniudo. Pobrecito Q.E.P.D.

Bueno sigue escribiendo cosas del siglo antepasado, yo las disfruto.

Tu hermano Pollino.