EL EURO
Melilla 10 de Junio de 2001
Querida hija: Poca tele veo, pero hay en
la televisión andaluza una locutora, el nombre se me va, pero no el rostro, uno
de los más bonitos de la pantalla, y por añadidura una señora estupenda, y como
comunicadora, que es lo suyo, hila muy fino, por ejemplo tratando de explicar
lo sumamente fácil que va a ser vivir con el Euro. Con su piquito de oro hace
esta exposición: ¿Quiere usted saber cuánto vale una ración de pescaditos
fritos y una cerveza? Nada más fácil, basta dividir el importe de la
consumición por 166.386. La guapa locutora tiene toda la razón del mundo,
dividir cualquier cantidad por 166.386 no resulta excesivo, es sólo cuestión,
en mi caso, de repasar la tabla de multiplicar que la tengo algo olvidada, lo demás,
coser y cantar.
Por otro lado estoy de acuerdo que el
Euro nos va a hacer más europeos, pero no deja de ser evidente que, puestos a
escoger el valor de la pobre y minúscula pesetilla bien podían haber optado por
otro sistema de equivalencia más “descomplicado”. Los alemanes lo tienen
chupado, porque el Euro vale dos marcos; para los italianos dos mil liras en
números redondos; los portugueses doscientos escudos, los franchutis tampoco lo
tienen mal, seis francos y medio. Para nosotros más obstruso y embrollado
imposible: ciento sesenta y seis con trescientas ochenta y seis. Vaya cifra más
inverosímil, ¿a poco no?
Pero bueno, merece la pena tal incordio
así sólo sea por ver y escuchar a la heroica locutora dar sonriente la
explicación de lo sumamente sencillo que va a ser vivir con el Euro. Todo se
reduce a una operación aritmética.
Para ti hija de mi corazón, si cuentas
con tantas calculadoras como con teléfonos móviles, ¿Complicaciones? Cual
ninguna.
Mil abrazos, y besos, muchos besos, que no quiero ser
señalado como poco besucón.