Historias de toda una vida

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miércoles, 9 de julio de 2014

ATALAYA PRIVILEGIADA



ATALAYA PRIVILEGIADA
Valladolid 9 de Julio de 2001
Queridos hijos: Pues eso. Que estamos en pleno verano y en las tardes largas y luminosas que la hora oficial alarga más allá de los límites del día, los asientos del paseo de Zorrilla se convierten en una atalaya privilegiada para sentir la grata sensación de que ves pasar la vida. Situado en el estratégico observatorio al acecho del desfile de todo lo que pasa por delante, que es mucho, ya que desde la “Academia al Corte Inglés” transita toda una estupenda colección de personajes, todas las facetas de la condición humana, lo que da motivo para que a veces sientas admiración, otras mueve a risas, otras causan pena, y otras te sientes solidario y cercano, porque desfilan la vanidad, la juventud, la decadencia, el amor, la soledad, la miseria, la locura...
Lo primero que se hace notar es el elevado número de personas mayores que toman el fresco sosegada y moderadamente felices. Un joven matrimonio pasea con orgullo paternal su par de hijos gemelos en un original carricoches doble.
Pasean la calle un par de gitanas,  repeinadas sus espesas y negras cabelleras, arrogantemente guapas, pero sin despertar tanto la atención como una tercera, no gitana, una señora espectacular, tremenda, con andares de top model, clic, clac, un golpe de cadera  a la derecha, golpe de cadera a la izquierda. Es ahora un ciudadano cincuentón grueso y bajito  a quien se le nota la satisfacción de sí mismos, que un tanto estrafalario pasea arriba y abajo con camisa floreada, pantalón corto y sandalia  luciendo ufano sus pilosas piernas.
Estira las suyas un joven gordo con camiseta de Jurassic Park y otro delgado con téjanos, camisa a cuadros y un peine en el bolso del pantalón. Tras ellos pasa un corazón solitario conversando animadamente con sus propios fantasmas. No faltan los movilmaniáticos que con el cacharrito pegado a la oreja van largando en voz alta su bla, bla, bla.
Se acerca un  mendigo que con cara anodina y sonrisa menesterosa pide para comer. La música, dicen que  decía Platón, hace mejores a las personas, pero el saxofonista  que en la esquina desafina como un descosido tocando machaconamente la cancioncilla "cada vez que te miro...", más bien cabrea un poco.
En el banco contiguo han tomado asiento un matrimonio mayor con un jovencísimo nieto, un querubín rubio, muy guapo, incansable juguetón con hablares llenos de gracia, extraordinaria gracia, andares cómicos, torpes, pero tan vivaracho que son continuas sus travesuras para preocupación de la abuela y orgullo del abuelo.
Desfilan como conquistando la luz y la alegría un nutrido grupo de jóvenes supernenas con microfaldas que enseñan las braguitas, esto unas, otras con faldas que ocultan los tobillos. Pasan también unas veinteañeras guapas naturales, arrogantes mozallonas que con aire de superioridad y aureola de triunfo pisan fuerte, como si no fuesen a envejecer nunca.
Es grande ser y estar lleno de vida, pero sin olvidar que la juventud no es eterna y también los jóvenes terminarán en viejos fósiles no pasando mucho tiempo. Cruzan meteóricamente entre la gente varios muchachos haciendo temerarias virguerías con los patines. Pero el mejor de la serie es un fulano inofensivo, pero  raro  y desconcertante, por mejor decir, un loco, o sea, uno que está majareta perdido, pues ya sesentón y con medios económicos suficientes para pasarla regular, pero ve tú a saber qué problema personal le afecta para que lleve una vida por entero anormal, pasando los días arrastrando trabajosamente por las calles sus pertenencias guardadas en cajas de cartón que protege amarrándolas con cuerdas de árbol en árbol, y las noches, sea invierno o verano, haga el clima que haga, durmiendo en el quicio de cualquier puerta. Es que, como se suele decir, quien no puede ser otra cosa, es lo que es.   
Ya lo veis, colegas,  me faltan ojos para ver tanta gente que pasa, parece que todos persiguiendo lo mismo, pero cada uno va a lo suyo, pero eso sí, aprovechando los días más largos del año y la hora de mayor apogeo, la calle se llena de vida y de gente que desea disfrutarla.

Que os vaya bonito y seáis felices