Querido Yayo Félix: A dos días para 11 años que escribiste esta
carta, he elegido que sea la de hoy porque en ella mencionas a tu padre y hoy
como sabrás, es precisamente cuando se celebra tan extraña fiesta.
No me malinterpretes, digo extraña, porque antes era festivo en
toda España la celebración del día de San José y por ende, el día del padre;
ahora, las cosas han cambiado y no es festivo más que donde se les pone entre
los concejales y alcaldes.
Tu familia (festivo o no) echarán de menos verte (o escucharte)
recibiendo las felicitaciones por ser para ellos el mejor de los padres y
abuelo… No les quitaré razón, aunque para mí, el mejor padre es ese viejito
travieso con el que ríes ultimamente.
Se que estarás muy contento de tener cerca a tu hermana Evangelina.
Seguro que no paráis de hablar todo el rato, porque como bien dices en tu
carta, ahora formáis parte de lo más hermoso de la naturaleza
A los tres envío todo un cargamento de mis más grandes besos y
abrazos; y festivo o no, desearos el mejor día del padre.
Dulces sueños.
Marisa Pérez Muñoz
TOMANDO CONTACTO CON LA NATURALEZA
Valladolid,
21 de Marzo del 2002
Queridos
hijos: Hoy es el equinocio de primavera que con el de septiembre son los dos
únicos días del año en que las horas de luz son las mismas que las nocturnas. A
partir de hoy, hasta el 21 de junio los minutos de luz irán imponiendo a la
oscuridad, los días se irán alargando, ganando terreno a la noche, dando lugar
a que todo lo vivo se renueve: las semillas empiezan a germinar, salen los
brotes de los árboles, resurge la hierba, nacen nuevas flores y la naturaleza
se muestra más alegre y bonita que nunca. El paso del invierno a la primavera
es un cambio que también notan los cuerpos, los pulmones respirando
profundamente ponen al corazón a latir gozoso, el sistema circulatorio mueve
sangre nueva y los sentidos como si despertando descubren nuevos olores,
colores y paisajes que logran que la vida resulte animada y alegre.
Recuerdo con añoranza la llegada de la
primavera de mi infancia allá en la montaña, cuando salía con mi padre al campo
y después de días de clima de Alaska, la nieve empezaba a derretirse y la
tierra despertaba llenando el monte y las praderas de verdor y de florcillas
silvestres, campanillas, margaritas, narcisos… y todo se llenaba de alegría y
esperanza, provocando júbilo y todo el mundo se mostraba contento.
Con el aire claro de la montaña y la
cálida atmósfera, con un sol que brillando esplendoroso baña todo de luz, color
y calor he subido al cerro del psiquiátrico y acomodado en un lugar silencioso,
relajado y sin pensar en otra cosa, sintiendo que tomo contacto con la
naturaleza, porque a poco que uno cavile cae en la cuenta que los humanos
también tomamos parte del contorno, ya que estamos compuestos por los mismos
elementos y movidos por las mismas energías. O sea que en alguna medida, de
algún modo formo parte del mundo de los pájaros, las mariposas, las flores…
criaturas concebidas y creadas como joyas de la naturaleza.
Besos y abrazos,