Historias de toda una vida

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jueves, 16 de octubre de 2014

NO TE RÍAS QUE ES PEOR



NO TE RÍAS QUE ES PEOR
Valladolid Octubre de 2001

Queridos hijos: Mi amigo Exuperancio es un hombre que nació gracioso, gracioso de verdad, tiene gracia en todo momento. Dios le concedió uno de sus más preciados dones, un maravilloso sentido del humor.
Su nombre, su cara de circunstancia y su físico colaboran. Es decir, su figura en sí misma es un chiste: todo carne, las orejas de abanico, doble papada y una barriga en forma de alforja que rebasa el cinturón... su mérito radica en que aunque siempre habla en broma, bromas ingeniosas, en sus ocurrencias jamás recurre al  fácil y lamentable vicio de mofarse de los desgraciados, los insignificantes, los débiles. Le gusta comer, beber, reír y hacer reír, pero de su boca nunca sale una chufla ofensiva  para nadie, si alguna vez se ríe de alguien es de sí mismo.
Contrariamente hay humoristas  profesionales que se empeñan en tener gracia practicando esa variante del humor tal español consistente en mofarse de los defectos físicos ajenos, en lanzar dardos contra los deformes, en hacer escarnio de los más débiles.
La tele, en el programa "No te rías, que es peor" perece haber autorizado a los "graciosos" a emprenderla contra los prescritos, a las chanzas que se recrean en las taras del prójimo, porque eso es lo que constituyen la mayoría de sus chabacanos e insultantes chistes. ¿Es que no resulta desagradable esa jocosidad que toma como objeto de burla a quienes presentan anomalías físicas y psíquicas?
El humor deja de serlo cuando los que lo practican no encuentran otro recurso que el ensañamiento contra los débiles. Hay un abismo que separa el "reírse de los otros" del "reírse con los otros".
Para distinguirlo sólo hay una fórmula eficaz, empezar por reírse de sí mismo. Pero eso requiere un largo proceso de aprendizaje que los humoristas de pacotilla no están dispuestos a aprender.
Le televisión, y la sociedad, debieran exigir un respeto a desfavorecidos, rechazando las humoradas que se recrean en las taras de otros, la burla vil, la cruel humillación.
De las dos docenas de chascarrillos y chuscadas que soltaron los "graciosos" en dicho programa, el 90% tenían un argumento descalificador, hicieron víctimas de sus burlas a tartamudos, jorobados, gangosos, bizcos, calvos, cojos, mancos...
Humor tan chabacano debiera hacer reír únicamente a cerebros elementales, pero no es así, resulta un género de humor muy celebrado.
Hijos, mi dedito malo, según vosotros, ese ver la tele  haciendo zappin a diestro y siniestro constituye mi diversión mayor, burlarme de la caja tonta, misérrima, estupìdizadora, deshumanizada.
Besos y abrazos