Historias de toda una vida

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martes, 4 de febrero de 2014

EL MARAVILLOSO JUGUETE DE LA NIEVE

EL MARAVILLOSO JUGUETE DE LA NIEVE

Valladolid 17 de Diciembre de 2004

Queridos hijos: El cielo de Valladolid tan consentidor de los caprichos del termómetro sabe mucho de fríos intensos, de hielos y escarchas, de espesas y persistentes nieblas, de cierzos heladores, pero no sabe nada, o casi nada, en lo referente a la emoción de la nieve.
Hoy ha nevizneado pegando a los niños pucelanos a los cristales de las ventanas con los ojos emocionados y el corazón, desbordado de alegría esperando el mágico espectáculo, pero apenas ocurrió nada, no se obró por completo el prodigio. Por un corto rato el cielo se salpicó de sortilegios blancos que se iban posando mansamente sobre los árboles, pero sin llegar a prestarles la apariencia de almendros en blanca floración. Escasos diez minutos que por lo intenso y tupido de la nevada se llegó a experimentar esa sensación de gozo que produce ver cosido el cielo a la tierra, pespunteado por infinidad de puntos de algodón en rama. Remolinos de grandes copos semejantes a mariposas de esponjosas alas revoloteaban caprichosamente a la deriva que, como volando perezosamente, terminaban aterrizando sin mucha prisa por pisar el suelo. Se oye que por doquier hay carreteras con necesidad de usar cadenas, de puertos cerrados, de carreteras con dificultades, etc., pero os trastornos circulatorios quedan compensados por el hecho de que para el campo la nieve es oro blanco.
Lástima que mis nietos y los nietos de todos los abuelos se hayan quedado acodados en la ventana sin poder gozar por completo de la ilusión de ver caer del cielo el maravilloso juguete de la nieve.
Recuerdo las grandes nevadas de mi infancia y adolescencia de mi terruño que se alargaban varios días con sus noches cayendo espesos y persistentes copos de nieve semejantes a plumón de ganso.
 Recuerdo también el olor fresco y alegre de la nieve recién caída. Para la chiquillería ver caer la nieve era sentir que algo portentoso estaba pasando. Constituía un espectáculo de lujo, la fiesta del cielo contemplar como copos semejantes a albas mariposas se posaban con idílica placidez, cubriéndolo todo de blanco silencio.
El más divertido de los juegos consistía en tomar un puñado del suave y frío elemento entre las manos, estrujarlo y hacer una bola levemente endurecida y arrojarla con divertido y cariñoso cuidado contra personas amigas. El prolongado juguete dejaba las manos ardiendo y la garganta no pocas veces sin voz. Faringitis, desagradable ronquera con la que perdíamos la voz por completo, inflamaciones en las cuerdas vocales que exigían reposo vocal, es decir, en un par de días no decir ni pío para no irritar más la laringe. Las afonías las aliviaban las madres de manera sencilla y eficaz con inhalaciones de vahos de hojas secas de eucalipto. La humedad del vapor de agua ejercía un efecto muy eficaz. El procedimiento era sencillo, se hervía el agua con las hojas y se cubrías la cabeza y el recipiente con una toalla y, con los ojos cerrados, a sudar inhalando el vapor por la nariz y expirándolo por la boca y luego al revés. Las afecciones de garganta eran la única complicación que acarreaba el agua helada que cae del cielo, lo demás era pura diversión, salvo cuando lucía el sol que se experimentaba cierta sensación de tristeza  al ver desaparecer poco a poco la alegre nieve  con su extrema blancura, por supuesto, si no estaba pisoteada.

                                                                                 Besos y abrazos