Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

martes, 2 de agosto de 2011

LA RUTA DE LOS PANTANOS PALENTINOS

¡¡Soy el dueño de mundo!! Parece pensar el pequeño gran Jorge en Julio de 1990.
Aunque reza 17 de Julio, no he recibido esta carta hasta el mismísimo 30 antes de agosto.
No puedo recordar esas excursiones In situ, aunque tampoco puedo olvidarlas porque como bien dices, en ocasiones participaron Laura, mi niña y tu nieta “adoptiva”; en otras también os acompañaba Jose, mi “augusto” marido y una vez (En 1993) también formó parte de la comitiva tu otra nieta -un poco menos adoptiva- y mi hija mediana Cecilia.
Esas excursiones permanecen guardadas con inmenso cariño en sus corazones y en archivos de fotos impagables.
Todas esas vivencias y tantas y tantas tardes de “Conty” y correteos infantiles, forjaron para siempre nuestra amistad hasta convertirla en  verdadera sangre familiar corriendo por nuestras comunes venas.

Abrazos, vejete añoso y querido.

Marisa Pérez

Valladolid, 17-7-11

Queridos nietos Rebeca, Cristina y Jorge: Corre el mes de julio y es domingo, por supuesto no soy inmune a la erosión del tiempo, pero esta circunstancia hace que en mi mente se desborden los recuerdos de los días en que los socios de la Casa de Palencia en Valladolid asistíamos a las excursiones que los domingos del veraniego mes organizaba la Diputación por la Montaña Palentina. Durante una docena larga de años, sin faltar a una, siendo vosotros jovencitos, en ocasiones nos acompañaba Laura, mi maravillosa nieta adoptiva y su padre, un consumado trotamundos, participamos en la multitudinaria fiesta, compuesta de  larguísima caravana de 30 y más autocares y no menos de un millar de excursionistas para patear por todas las rutas del senderismo de la privilegiada  zona y disfrutar de la gran riqueza de sus paisajes.

La ruta de los pantanos, desde Guardo, punto de partida, hasta Cervera del Río Pisuerga por carretera  montañosa   en la que circular requería paciencia y pericia dada su sinfín de curvas cerradas y desniveles, a un lado cerros y montes, al otro los pantanos. Por ella hemos visitado rincones de incomparable belleza y pueblos cargados de leyenda y arte: Velilla del Río Carrión, Otero, Los dos Cardaños, Resoba, Criollo…

Una de las cuatro excursiones siempre coincidía con la fiesta de los pastores de la zona que se celebraba en Puente Agudín con bailes, concursos y comida gratis para todos los asistentes. La carne de las ovejas sacrificadas guisada con sebo tiene un sabor característico que repelía el paladar de los jóvenes y constituía exquisito placer para los adultos. Bajo el puente fluye un arroyito cuyas agua claras y tan escalofriantemente fría que   era de admirar ver a dos docenas de críos revoloteando como golondrinas a su entorno y no decidirse a introducir en el agua otra cosa que el dedo gordo del pie, porque la friura por haber  sido, sin duda,  pocas horas antes hielo, cortaba. Dar un paso más era cosa de escasos valientes, entre ellos se encontraba Jorge, que, por cierto, en una ocasión salió con un buen corte en la planta del pie producido por un trozo de vidrio de una botella rota.

Otra ruta de senderismo con encanto especial por combinar paseo y paisaje era la que visitando la histórica y artística villa de Cervera de Pisuerga llegaba hasta Piedrasluesgas, lugar próximo al límite de Cantabria y Palencia. La caminata consistía en ascender a lo alto de Piedra Labra desde donde, en días claros y despejados, las vistas eran impresionantes, una verdadera maravilla, incontables picachos y profundos valles poblados de robles, hayas, avellanos, acebos, castaños, sabinos…Desde el antiguo mirador de madera nos divertíamos contemplando el paisaje de particular manera: vueltos de  espaldas al paisaje y agachados, colocando la cabeza entre las piernas porque en esa extraña posición  el panorama resultaba aún más espectacular.

En Fuentes Carrionas se elevan los picos más altos de la provincia, Caravaca, Espigüete, Punta Prieta…, próximos uno al otro nacen los ríos Carrión y Pisuerga y recogen sus aguas los pantanos Compuerta, Camporredondo, Requejada y Riesga.

En diversidad de ocasiones hemos visitado a la Virgen del Brezo, Patrona de la Peña, y por la sierra del mismo nombre hemos participado en otra ruta que partiendo del Santuario llaga al embalse de Compuerto, visitando Valcovero, poblachín  abandonado, es decir, con un solo habitante en invierno, pero en los meses de verano lleno de animación por lo pintoresca y agradable de su ubicación para disfrutar de las vacaciones. Recordaréis que en su diminuto cementerio visitamos la tumba de un general de la guerra carlista que allí fue capturado y allí mismo fusilado.

Desde Barruelo de Santullán, pueblo con alma minera, y el milenaria Brañosera hemos recorrido la ruta del Escultor con estupendos paisajes salpicados de estatuas.

Visita obligada es  Aguilar de Campoo, villa declarada Conjunto Histórico Artístico. Hay que recordar que es Palencia el lugar de Europa donde se concentran más monumentos de arte románico. Próximo a la noble y romántica villa se hallan las Tuerces, ruta que situada en una elevación rocosa en la que la madre Naturaleza con paciencia y usando como cincel la erosión, ha esculpido en las piedras calizas figuras tan caprichosas que pasear por allí entre setas de piedra gigantes, puentes, arcos… es como hacerlo por un lugar encantado. Por su peculiaridad y las llamativas formas el sitio esta declarado Lugar de Interés Cultural.

Las rutas de senderismo por la Montaña Palentina son muchas, y  todas  en las que hemos participado han resultado una festiva aventura al reinar un ambiente de camaradería y buen humor. Todo era movimiento, bullicio y alegría. Recuerdo únicamente una que no me resultó placentera, la que se iniciaba la marcha a pie en Piedras Luengas con término en San Salvador de Cantamuda, simpático pueblo con una preciosa iglesita románica.

Los niños lógicamente marchaban en el pelotón de cabeza, yo, llevaba por compañeros de viaje a un matrimonio amigo que no gozaba precisamente de buena salud, acusando algún problema cardiaco, pese a ello, al tratarse de una caminata de apenas 8 kilómetros cómodos y pausados, organizada para personas de todas las edades y todo tipo de salud y sintiéndose con las baterías vitales cargadas, se animó.

Todo fue bien al principio, pero de pronto, hacia la mitad del trayecto, empezó a sentirse maldispuesto y aminorando el paso nos fuimos quedando rezagados. Empeoraron las cosas cuando sintiendo  fatiga nos sentamos unos momentos para retomar fuerzas, pero cuando quisimos darnos cuenta, la excursión se había perdido de vista. Aceleramos el paso para darles alcance, pero el corazón  acusó el acelerón complicando seriamente la situación, porque lívido y desencajado apenas podía sostenerse en pie, y hablando confusamente  ocultando las palabras entre los dientes se quejaba de dolor en el pecho y en el brazo izquierdo. Ante el grave aprieto me ofrecí a adelantarme  en demanda de ayuda, pero la señora angustiada no se decidía a enfrentar sola la situación. Y en tan serio conflicto ¿Qué hacer?

La verdad desnuda, con temor y temblor, rezar mentalmente con los cinco sentidos, suplicando que en modo alguno marcase aquel día aquella hora y en aquel lugar el final del camino de la vida del amigo. Apoyado en el tronco de un árbol y con una pastilla de nitroglicerina  debajo de la lengua se  mitigaron los  dolores, y con mejor disposición de ánimo, dijo que continuábamos.

Vamos a ver,  integrados en el grupo y con guía, la marcha se presentaba exenta de dificultades, pero solos, en medio de un monte de robles y hayas centenarios, sin camino señalado la cosa se complicaba, pero bien, actuando en plan indio sioux fuimos avanzando y localizando las pistas que dejaba el grupo; papeles, plásticos, restos de comida, pisadas, ramas rotas…pian, piano, paso a pasito, colgado de los hombros de la esposa y los míos, alcanzamos la anhelada meta con dos horas largas de retraso. El éxito de haber logrado llegar vivito y coleando lo celebramos con emocionados abrazos. Inmediatamente después el personal de la ambulancia se hizo cargo de él. Los nietos también me recibieron con los brazos abiertos tras el desconcierto e intranquilidad por mi extraña tardanza.

He dicho, digo y siempre diré alto y claro, que por muy abuelo nietero que haya sido y por todo lo que haya hecho por ellos, no es nada comparado con lo que ellos han hecho por mí, en su compañía trotando por montes y por doquier he sido plenamente feliz.

Besos  y abrazos
Félix