Historias de toda una vida

Cartas que agrada recibir

jueves, 17 de febrero de 2011

UN ÁNGEL MÁS EN EL CIELO

Valladolid,  16 Septiembre de 2001
        Queridos hijos, nietos y demás seres queridos: Cuando yo tenía unos ocho años se me murió un amigo; teníamos la misma edad. Fue el primer amigo muerto, y resultó duro, me produjo gran impacto. Se llamaba Nacho y vivía unas casas más arriba de la mía.
        Un domingo de verano un grupo de seis o siete compañeros acordamos acercarnos a un pueblo próximo -media docena de kilómetros- algo que hacíamos frecuentemente, entonces se podía hacer porque los críos gozábamos de gran libertad y nos movíamos a nuestro antojo. Así que dicho y hecho, corriendo tras de los aros, llegamos jugamos y de igual forma regresamos.
        Jadeantes y sudando a chorros llegamos a una fuente que brotaba en el campo e hicimos lo de siempre, tumbados de bruce todos bebimos largos tragos de agua, sin tomar en cuenta que beber sudando puede producir accidentes graves.
        Nunca pasaba nada, pero este día pasó; se conoce que el brusco choque del calor del cuerpo con el agua fría, como los ocurre a los bañistas que  después de larga toma del sol se zambullen en la piscina y congestionados por acumulación de sangre, por una contracción nerviosa en el plexo solar, o yo qué sé, el hecho es que Nacho de inmediato empezó a sentirse mal: agitado, con espasmos, dolor de cabeza y un corto desvanecimiento. Asustados lo mejor que pudimos le llevamos a su casa, la madre se aterró al verle así. Con sobrada razón, porque tan grave resultó la crisis que aquella misma tarde se murió.
La noche fue larga, me costó conciliar el sueño, no podía apartar de mi cabeza al amigo muerto.
Que se mueran los viejos parece lógico, pero un niño de mi edad lleno de vida unas horas antes era un misterio que no podía resolver. Mi madre al verme con los ojos llenos de lágrimas me decía que Dios se lo había llevado con Él para que hubiera un ángel más en el cielo, a más de que algún día resucitaría para estar juntos otra vez.         
Los hechos tuvieron lugar hace más de setenta años y conservo vivos en la memoria la imagen de Nacho vestido de blanco, la camisa, los pantalones, los calcetines y los zapatos, muy peinado, como si fuera a salir de paseo, dormido en su caja, blanca también,  como un pajarito triste que no volvería a levantar las alas. Seis agarraderas le pusieron al ataúd para que seis amigos le condujéramos al cementerio.
Tanta impresión nos produjo aquella muerte que recuerdo que en varios días no jugamos a nada, todo se nos iba en pensar en el amigo con el que no volveríamos a jugar.
Empezando por él, seguido de tantos y tantos otros que se han ido yendo, resulta que ya son muchos más los amigos que tengo en el Más Allá que los que tengo en el Más Acá.
 Besos y abrazos

QUERIDO PRIMOGÉNITO: "Tu aterrizaje en el mundo"

Con esta carta que Félix dedicó a su hijo primogénito en el año 2002, termina una etapa. Hasta aquí, más o menos cronológicamente, he ido publicando sus recuerdos y ahora continuaré desvelando retazos que a modo de confidencias de café y camilla, él mismo escribió durante años; sin dejar de publicar las cartas que diariamente seguiremos recibiendo.
El Yayo Félix duda mucho que estas cartas le estén interesando a alguien y desde aquí insto a que los más perezosos le den señales de vida con un mensajito que tan solo les llevará unos segundos de su tiempo. Él merece eso y mucho más por compartir su vida tan abiertamente. En su nombre, esos mensajes seguirán siendo contestados como hasta ahora.

Saludos y agradecimientos por vuestra visita.

Marisa Pérez

QUERIDO PRIMOGÉNITO-TU ATERRIZAJE EN EL MUNDO              

Valladolid, 6 de Febrero de 2002

          Querido primogénito: Hoy, tu fiesta onomástica, y todos los días de tu vida, deseo cordialmente  seas feliz como un pájaro escapado de la jaula, y esa dicha la compartas con los demás.
          Hijo, ha pasado medio siglo. Han pasado muchas  cosas. Ha pasado la vida, pero pese  a estar metido de lleno en la edad más que madura  y me falle todo, ojos, oídos y memoria, la fecha de tu aterrizaje en el mundo fue para nosotros un acontecimiento tan extraordinario que quedó grabado en nuestra mente y en nuestro corazón  como si hubiera estado iluminado por una luz especial.
          ¡Qué aventura tan emocionante la llegada del primer hijo! La autora de tus días ingresó en el Sanatorio Español el primer día de Febrero, domingo para mayor precisión, lista para el gran acontecimiento, fue un parto interminable por problemas de lentísima dilatación y la fiesta del nacimiento no tuvo lugar hasta el viernes, o sea, toda una larga semana de fuertes emociones, apurones e inquietud, ¿cesárea, no cesárea? A todo esto el crío embistiendo como torito bravo  con ansias de ver el mundo. Consecuencia: los “apriétales”, esos huesos que constituyen las paredes y la bóveda de la cabeza, que entonces no eran otra cosa  que tejido cartilaginoso moldeable, se deformó en enorme y asustadizo chinchón… Menudo susto ver al niño con tan extraña cabeza, y para  remate de sobresalto, tuerto, no abría más que un ojo. Lo del ojo fue una falsa alarma, cuestión de una simple legaña, ese humor viscoso que se seca  en los párpados. La enorme hinchazón tampoco representaba problema alguno, nos comunicaron que en 24 horas todo volvería a la normalidad, como efectivamente sucedió. Y entonces que ufanos y dichosos  nos sentíamos contemplando embobados aquella criatura de concurso, preciosa y perfecta. Nos maravillaba ver crecer día a día su cuerpecito irradiando fuerza y vida. Era nuestro orgullo y soñábamos un brillante futuro para él, así como veíamos realizados en el hijo nuestros anhelos insatisfechos.
         
Tiempos aquellos llenos de gozo e ilusiones, ¡Dad la vuelta! ¡Volved! Porque aquello era vivir.
La llegada de los hijos suponía grandes cambios en modo de vivir, obligaba a poner en marcha otra diferente  en la que las cosas importantes no eran las mismas. En gran medida los hijos son un don del cielo, una fuente de alegrías, pero también nos cargaban de responsabilidad, desvelos y preocupaciones, esto es, nos condicionaban la vida; más bien eran la razón de nuestra vida al poner todo patas arriba, pero merecía la pena en grado tal, que no nos asustaba en absoluto  rodearnos de niños, o de niñas -que es el caso- en aquel entonces aún no existían las ecografías y el sexo de los hijos resultaba la gran incógnita.

          Larga cadena de recuerdos hacen fila para salir a escena, por citar uno, en cierta ocasión, eras muy niño, con fiebre motivada por problema de anginas; ignorantes e inexpertos, tanto y tanto te arropamos que llegaste a la deshidratación. Aprendimos la lección y en lo sucesivo nuestros hijos siempre ligeritos de ropa, logrando con ello gozar siempre de espléndida salud.
          Hijos, los hombres llevamos dentro el niño que fuimos, y los abuelos lo llevamos tan en el centro del corazón que nos volvemos niños.
Será por ello que he gozado tanto el embeleso de acunar en los brazos a los nietos.

                                                 Besos y un abrazo de oso

MAS O MENOS LISTOS

Así de escueta y contundente ha sido la carta de hoy. Quizás un poco melancólica, pero como siempre dando en los puntos claves.
Buen día amigos!!
Marisa Pérez

MAS O MENOS LISTOS  jueves 17/02/2011 8:52

Querida Rebeca y demás seres queridos:

Pues eso, como ser feliz no consiste tanto en serlo como en creérselo y la inteligencia no es sólo cuestión de coeficiente, nosotros, más o menos listos, vivamos inteligentemente disfrutando de la felicidad de tomar la vida como viene y conformarse con lo que se tiene.

Abrazos y besos.

Félix